Desesperante.

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Después de unos buenos días en la hacienda donde elimino a un idiota y luego disfruto un buen tiempo con su pequeña, que estaba de más decir que adoraba estar en la hacienda, habían muchas flores distintas a las que tenían en la casa, se respiraba...

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Después de unos buenos días en la hacienda donde elimino a un idiota y luego disfruto un buen tiempo con su pequeña, que estaba de más decir que adoraba estar en la hacienda, habían muchas flores distintas a las que tenían en la casa, se respiraba un aire diferente y el plus que más le gustaba, los caballos. Una mañana acompaño a Altagracia que le enseñó como cuidarlos bien, uno de los encargados subió a la peque sobre una tarima así podía cepillar al caballo sin ningún inconveniente, pronto Aliyah pidió que le subieran sobre el caballo que era el favorito de su mamá, un hermoso caballo negro pura sangre.




– Voy a subir primero y luego me pasas a la niña

– ¿Está segura Doña?

– Si, a ver dame la mano así subo desde la tarima, de lo contrario si tendremos problemas...




El capataz simplemente acató la orden, ni de chiste iba a llevarle la contraria a su patrona, para Altagracia no fue muy difícil subir al caballo, lo había echo tantas veces que le parecía lo más sencillo del mundo, eso sí por su estado no podrían correr ni trotar, lo que para Aliyah no fue nada desalentador pues empezó a tener algo de miedo al estar tan alto.




– Sujetate de las riendas, así como yo mi amor

– Pero me voy a caer

– No te vas a caer, mis brazos están alrededor tuyo, además no vamos a correr, iremos despacito

– ¿Despacito?

– Bien despacito corazón, andale sujetate bien para que podamos avanzar.




Luego de que el caballo se echará a andar, Aliyah descubrió lo divertido que era pasear en caballo, ya hasta andaba riéndose a carcajadas cuando lo escuchaba relinchar, no fueron para nada lejos en especial porque José Luís las cacho, bajaron primero a la chiquita y luego comenzó a llamarle la atención a Altagracia.




– ¿Cómo se te ocurre? Y en tu estado Altagracia

– Ay, la camioneta salta más que el caballo Luís — rodó los ojos antes de recibir la ayuda de su capataz para descender

– No la vaya a soltar, no lo parece mucho pero está esperando un bebé

– No lo parece dice — ríe una vez esta en el suelo — Gracias ¿Podría guardarlo por mí?

– Si Doña, con todo gusto — toma las riendas para dirigir al caballo

– Despídete del caballo corazón



Se acercó a Luís para tomarla en brazos, de pronto las dos andaban agitando la mano para despedir al caballo, lo único que se podía oír era la vocesita de Aliyah al decir "Adiós caballito".



– Dame a la niña, tampoco la puedes andar cargando

– Luís ya, bájale, los tres estamos bien, estamos enteros y muy felices — sonríe cargando mejor a la pequeña — ¿O no mi amor? Dile a papá lo mucho que te gustó el paseo a caballo

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