𝒞𝒜𝒫𝐼𝒯𝒰𝐿𝒪 𝐼

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Salgo del coche y me quito las gafas de sol para poder mirar el edificio que se encuentra ante mí. «Ya no hay vuelta atrás, Layla». Empujo una de las hojas de cristal de la puerta y ante mí me encuentro a varios hombres trajeados. Fijo mi atención en uno concreto, no porque vaya en traje, sino porque lleva una camiseta de color rojo. «El rojo Ferrari»

Tiene el pelo rizado, un tanto revuelto. Unas gafas redondas, de pasta negra descansan sobre el puente de su nariz. A su lado, uno de los hombres trajeados me mira con una sonrisa en el rostro. «Piero Ferrari», me digo mientras lo observo.

—Señorita Gardner supongo, la estábamos esperando.

El único hijo superviviente de Enzo Ferrari camina hacia mi y me tiende la mano.

—Señor —respondo mientras le estrecho la mano.

Sigo a los hombres hacia una habitación. Todos entran dejándome la última.

«Típico de la sociedad machista en la que vive este deporte», pienso.

—Por favor, siéntese—me indica con una sonrisa Piero mientras señala una silla libre.

Asiento con la cabeza y me siento donde me ha indicado. Tras saludar a los presentes, me doy cuenta de que soy la única mujer en esta sala.

—Bien, ahora que ya estamos todos, haré las presentaciones—Piero Ferrari se pone en pie a la vez que se abrocha el botón de la chaqueta—. La señorita que se encuentra sentada en esta mesa es Layla Gardner, la nueva diseñadora de la escudería.

—¿Una mujer? —dice uno de los presentes con incredulidad.

—Sí, una mujer —sale en mi defensa el presidente—. ¿Hay algún problema en que sea parte de mi compañía?

—No, señor —se disculpa el hombre.

—La señorita Gardner es una de las mejores diseñadoras que hay actualmente y por ello va a ser la creadora de la nueva equipación que van a llevar los pilotos y todo el equipo—anuncia.

—¿Qué tiene de especial la señorita Gardner para que los que usamos ahora? —pregunta otro de los hombres trajeados.

Piero Ferrari me hace un gesto para que tome la palabra. Carraspeo a la vez que me incorporo en mi asiento para intentar parecer más segura. «No puedo dejar que noten que soy un manojo de nervios o me comerán viva».

—De momento es un modelo, aún está en las últimas pruebas de desarrollo—hablo—. El cambio de equipo no solo será una nueva imagen para la escudería, sino también para los pilotos. Les proporcionará mayor libertad de movimientos y más agilidad. No se sentirán tan pesados en incómodos al estar en un espacio tan cerrado.

—No hace falta que nos digas lo que ya sabemos —dice con sarna uno de los hombres trajeados.

—Con mi equipo, les puedo proporcionar un cambio —continúo e ignorando las palabras del hombre.

—¿Qué tipo de cambio? —pregunta el hombre de las gafas redondas—. No me malinterprete, señorita Gardner, pero necesito a mis pilotos enfocados. Si su traje los va a retrasar no nos conviene.

—Mi equipo está trabajando en un traje que en caso de que el coche salga ardiendo, este no afecte al tejido, lo cual proporcionará mayor seguridad. En caso de choque, recibirá un menor impacto, será menos mortal para el piloto

—¿Y eso es ventajoso? —pregunta otro de los hombres trajeados—. Quiero decir, los trajes que ellos llevan ya son ignífugos y en cuanto a los golpes, ¿no les daría una mayor vulnerabilidad ante un accidente?

𝐵𝑂𝑅𝑂𝐽𝑂Where stories live. Discover now