𝒞𝒜𝒫𝐼𝒯𝒰𝐿𝒪 𝒳𝒱𝐼𝐼

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   —¡Layla! —la puerta de mi pequeña oficina se abre y aparecen Charles y Carlos cargando una enorme caja entre los dos.

—¿Qué pasa?

—¡Han llegado los trajes! —exclaman ambos a la vez.

Corro hasta ellos y les quito la caja de las manos. Los pilotos me miran con incredulidad al ver la facilidad con la que he cogido la caja. Me dirijo hacia la mesa y la dejo para abrirla rápidamente. Saco dos cajas más pequeñas y al abrirlas veo los monos de los pilotos. Suelto un grito de alegría y me giro para abrazarlos.

—¡Os quiero mucho! —exclamo para después darle un beso a cada uno en la mejilla.

Ambos pilotos sueltan una carcajada. Me giro de nuevo hacia la mesa y observo los trajes, los cuales descansan entre rellenos de papel tul.

—¿Me lo puedo probar? —pregunta Charles

—Son vuestros, podéis hacer lo que queráis.

Charles saca su traje de la caja y lo desdobla con cuidado. Lo sostiene en alto entre sus manos y veo como sus ojos se iluminan al verlo. «Parece un niño pequeño recibiendo su regalo de navidad pienso», mientras lo observo.

—¡Ahora vengo!

Charles me da un beso en la mejilla y abandona la habitación. Carlos y yo nos reímos al verlo tan emocionado por tener su traje. Comienzo a recoger la caja grande y la pequeña que contenía el traje del monegasco.

—¿A ti no te emociona el tuyo? — pregunto mientras me fijo en el traje del piloto.

—Claro que me emociona, pero sé contenerme.

—Puedes ir a probarte el tuyo si quieres.

Saco el traje de la caja y se lo entrego. Carlos lo agarra y al rozar su mano con la mía siento un calambre. Aparto mi mano rápidamente y él me mira detenidamente. Se relame los labios y abre la boca para decir algo, pero en ese momento se abre la puerta de la oficina y aparece Charles con el traje puesto.

—¡Mirad! —exclama.

Carlos agarra el traje contra su pecho y se gira para mirar a su compañero.

—Estás muy guapo, Charles —digo.

—Es increíble, Layla —dice mientras termina de abrocharse el velcro del cuello.

—¿Te molesta algo? —pregunto—. ¿Lo sientes pesado en algún lado o te aprieta en algún lado?

—No —niega con la cabeza—. Es como una segunda piel.

— ¿No sientes molestia ni nada parecido?

—No —niega—. Aunque es muy calentito, ¿no será un problema?

—El traje se adapta a tu calor corporal —digo—. Quizás al estar sobreexcitado por llevarlo te ha subido la temperatura y por eso lo notas caliente. Si llevas algo frío, la tecnología lo notará y se adaptará.

—Pero eso... ¡Eso es una puta maravilla, Layla! —exclama el monegasco—. ¿Sabes la ventaja que tendríamos en circuitos como Bahréin?

—Estos trajes no están hechos para daros ventaja, Charles —recuerdo.

—Ya lo sé, Ly, pero...

—No, estos trajes han sido aprobados por la FIA, simplemente son mas livianos. No os van a proporcionar ventaja en nada.

—Pero si se adaptan a nuestra temperatura corporal, ¿no es eso ya una ventaja para nosotros? —dice Carlos—. En Bahréin solemos llevar chalecos con hielo debajo del mono. ¿No nos proporcionaría eso la ventaja de poder soportar el calor mejor que los demás?

𝐵𝑂𝑅𝑂𝐽𝑂Où les histoires vivent. Découvrez maintenant