𝒞𝒜𝒫𝐼𝒯𝒰𝐿𝒪 𝐼𝐼

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  —¡Layla! —un grito resuena en el garaje.

Me giro a la vez que me llevo una mano al pecho y veo a Mattia Binotto caminando hacia mí con una sonrisa en el rostro.

—Buenos días, señor Binotto —saludo.

—Ya te dije que me llamases Mattia.

—De acuerdo —respondo a la vez que asiento con la cabeza.

—¿Qué te trae por aquí? —pregunta—. No es muy usual que alguien ajeno a los ingenieros o a los mecánicos esté en el box.

—He pensado que quizás podría estar por aquí un par de días para ver como trabajáis y así poder coger ideas para la equipación de los mecánicos e ingenieros.

—Todos somos un equipo, al fin y al cabo —dice. Mattia se rasca la barbilla mientras me observa con gesto pensativo—. Sí, no veo por qué no— termina accediendo—. Puedes estar el tiempo que necesitas y el tiempo que quieras, aunque creo que con esto te será más sencillo.

Mattia se lleva la mano al bolsillo izquierdo y saca una tarjeta plastificada con un cordón rojo.

—¿Qué es?

—Es tu identificación —dice mientras me la da—. Ahí se declara que trabajas para la compañía de Ferrari y que, por tanto, puede estar paseando libremente por las instalaciones.

—De acuerdo.

Me cuelgo la tarjeta de identificación del cuello y la observo unos segundos. En ella está mi foto, con mi nombre y mi posición en la compañía.

—Solo te pido una cosa. No digas una sola palabra de lo que escuches.

—¿Por qué diría algo? —pregunto con extrañez.

—Todo lo que ocurre aquí podría ser de ayuda al resto de las escuderías. Si algún tipo de información se filtrase sería muy perjudicial para nosotros.

—No diré nada, señor —respondo a la vez que pongo mis manos a mi—. Si lo desea, podemos firmar un contrato de confidencialidad.

—No, no hace falta llegar a tanto —dice tras reír—. Pero confiaré en tus palabras.

Mattia me mira unos segundos con seriedad y yo no puedo hacer otra cosa que asentir con la cabeza. No quiero caerle mal a mi jefe.

—Lo que nos presentaste ayer en la junta...—habla tras unos segundos callado—. Es una tecnología que nosotros no llegamos a controlar.

—¿Por qué?

— El hecho de que puedas hacer un uniforme liviano pero seguro para mis pilotos es una de las mejores ventajas que nos puedes dar. Un piloto no solo debe ser rápido. Un piloto debe estar cómodo en su coche y con su equipación. Deben ser uno. Si el piloto está incómodo, habrá un mayor margen de errores. Por el contrario, si está cómodo y no tiene problemas, nos dará una ventaja. En el mundo del automovilismo no solo cuenta la tecnología de los coches ni la inteligencia de los ingenieros. Todos somos un equipo, Layla

—Intentaré hacerlo lo mejor posible. No quiero fallar y ocasionar problemas.

—¿Por qué ibas a ocasionarnos problemas?

—No lo sé. No todos somos perfectos, cometemos errores.

—Somos humanos, Layla. Todos cometemos errores, no somos una máquina que se encuentra programada— me mira—. Incluso los coches fallan, aunque se haya calculado todo al milímetro.

Mattia me dedica una sonrisa y eso me relaja. Unos segundos más tarde, me enseña como es debido el garaje. La enorme sala se encuentra decorada con los colores blanco y escarlata. Dos enormes coches de carrera se encuentran parados sobre sus bases y al igual que la estancia, predomina el color rojo en ellos. Unas enormes pantallas se encuentran tapando el halo, pero estas se encuentran apagadas. Las sillas que ocupan los mecánicos e ingenieros se encuentran vacías y acomodadas bajo las mesas y las enormes pantallas que poseen para controlar todo lo que ocurra en la pista. Solo somos él y yo en el garaje.

𝐵𝑂𝑅𝑂𝐽𝑂Where stories live. Discover now