𝒞𝒜𝒫𝐼𝒯𝒰𝐿𝒪 𝒳𝒱

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   —¿Cómo que se han perdido los trajes? —pregunto.

Me pongo en pie y comienzo a caminar por la habitación mientras noto como mi corazón comienza a latir con fuerza en mi pecho. Comienzo a temblar por lo que tengo que agarrar el móvil con fuerza para que no se me caiga de la mano. «Esto es malo, muy malo».

—No sé como ha podido ocurrir, Layla —responde Julia desesperada al otro lado de la línea—. Los marcamos como urgentes en todos sitios e incluso se lo dijimos a la empresa.

—¿Sabes lo que significa esto?

Noto como me pitan los oídos y comienza a dolerme la cabeza. Me pongo en cuclillas en mitad de la oficina y siento como me falta el aire. «Esto no puede estar pasando», pienso.

—A ver, tranquila...—habla al otro lado de la línea.

—¡No estoy tranquila! —grito—. ¡No puedo estar tranquila después de esto!

Empiezo a hiperventilar. Esto tiene que ser una puñetera broma, alguien me tiene que estar grabando y gastándome una broma

—Estoy investigando, ya he puesto en aviso a la compañía de reparto y he puesto en aviso a la aduana de Italia.

—Joder...

—Layla, seguro que ha sido un malentendido, los trajes se habrán pasado de aeropuerto.

—Julia, no lo entiendes —digo mientras me arrodillo en el suelo—. Los pilotos necesitan estos trajes mañana, sin ellos no pueden hacer la presentación.

—Pero tienen los de otros años, ¿no?

—Tienen que competir con los nuevos, ya han sido presentados.

—Joder —susurra ella desde la otra línea—. Vale, intentaré seguir rastreando los trajes. Haré todas las llamadas necesarias.

—De acuerdo.

Cuelgo y tiro el móvil al suelo. No, no es una puta broma, los trajes están en paradero desconocido.

Siento como me ahogo y como la habitación se va haciendo cada vez más pequeña. Me levanto como puedo, pero todo gira a mi alrededor y siento pitidos en mi cabeza. Tardo unos segundos en abrir la puerta y cuando lo consigo salgo corriendo por la pasarela.

—¡Layla! —distingo la voz de Charles—. ¡Ly! —lo escucho a mi espalda.

Consigo llegar a los baños de mujeres, entro en uno de los cubículos y me arrodillo para vomitar.

—Eh, peque...—escucho la voz del monegasco al otro lado de la puerta.

De repente noto unas manos apartando mi pelo y recogiéndolo en una coleta mientras otra me frota la espalda. Expulso todo lo que he comido en la última hora, incluyendo el desayuno y, cuando noto que ya no queda nada, tiro de la cadena. El monegasco me tiende un papel y me limpio la boca.

—¿Qué pasa, mon amour? —pregunta mientras se sienta a mi lado.

—No es nada...

—Una mierda no es nada —frunce el ceño—. Has pasado corriendo como si tuvieses un cohete en el culo.

—No es nada, Charles...

Me pongo en pie y paso por encima al monegasco. Me dirijo hacia el lavabo y abro el grifo para coger agua entre mis manos y beber.

—No me mientas —habla a mi espalda.

Dejo escapar un suspiro, me seco las manos y me doy la vuelta para mirar al piloto. Charles me mira con confusión mientras se levanta del suelo.

𝐵𝑂𝑅𝑂𝐽𝑂Where stories live. Discover now