𝒞𝒜𝒫𝐼𝒯𝒰𝐿𝒪 𝐿𝒱𝐼

807 58 7
                                    

𝓒𝓐𝓡𝓛𝓞𝓢

    Charles y yo estamos curioseando por la casa, cuando escuchamos la puerta abrirse. Vamos hacia el salón y vemos a Layla.

—Hola —saludo mientras voy a darle un pequeño beso en los labios—. ¿Cómo está tu abuelo?

—No me han dejado verlo —hace una mueca.

—¿Qué? —Charles interviene—. ¿Por qué?

—Me he encontrado a mis padres en el pasillo y me han dicho que los médicos le habían mandado reposo. Le habían hecho un TAC y no habían visto nada raro, pero que al ser un ictus que le ha dado por la noche no lo pueden rastrear bien.

—¿Entonces? —pregunto.

—El horario de visitas ha terminado por hoy, iré mañana —se quita el bolso y lo cuelga de la percha—. ¿Qué habéis hecho?

—Nos hemos despertado hace un rato —habla Charlie—. Ya no estabas, así que hemos merendado algo y estábamos curioseando por la casa. Es bonita.

—¿Verdad? —ella sonríe—. La reforma nos quedó muy bien.

Miro a Layla fijamente, sé que algo esconde, está haciendo ese pequeño gesto que hace cuando algo le preocupa.

Charlamos un poco más con Charles y cuando el monegasco se va a responder una llamada, me quedo a solas con ella.

—¿Qué es lo que te preocupa? —agarro sus manos y la miro a los ojos.

—No hay nada que me preocupe, Carlos —niega.

—Te conozco —la dedico una pequeña sonrisa—. Y estás haciendo ese pequeño gesto que haces cuando escondes algo.

Ella suelta un suspiro y se da por vencida.

—Hay algo que tengo que contaros.

—¿Es malo? —pregunto.

—No lo sé —niega—. Creo que no, pero es que todo depende de vosotros.

Ella y yo nos miramos unos segundos y en ese momento, aparece Charles. Nos mira con el ceño levemente fruncido.

—¿Qué pasa? —pregunta mientras se guarda el móvil en el bolsillo del pantalón.

—Tengo que contaros algo —ella suelta mis manos y se acerca al monegasco.

—¿Hemos hecho algo malo? —pregunta—. No nos ha dado tiempo a liarla.

—No, no habéis hecho nada malo, Charlie —ella se ríe y eso me gusta.

Me agarra de la mano y también a Charles. Nos obliga a ir al sofá y nos sentamos. Ella se queda de pie. El monegasco y yo nos miramos con confusión antes de volver a centrarnos en ella.

—Mis padres me han propuesto cenar todos —habla—. Y cuando digo todos, digo todos.

—¿Y qué problema hay con eso? —pregunto.

—Que ya os he comentado como es mi hermano y mi cuñada —hago una mueca—. Además, no sé si vais a estar de acuerdo —se muerde el labio inferior.

—¿Por qué no íbamos a estar de acuerdo? —Charles frunce el ceño.

—Porque hemos llegado hace poco, estamos cansados y...entendería que no quisierais cenar con mi familia nada más llegar —ella se sienta sobre la mesa baja que hay frente a nosotros.

—Mi amor—hablo—. Estamos aquí por ti. Hemos venido a Pembroke para estar contigo y acompañarte en todo. ¿Crees que pondríamos mala cara ante un plan así? —frunzo el ceño—. Además, esta es la casa de tus abuelos, suficiente que tus padres nos dejan quedarnos. Es lo menos que podríamos hacer.

𝐵𝑂𝑅𝑂𝐽𝑂Where stories live. Discover now