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    Al cabo de unas horas aterrizamos en Gales. Mientras esperamos a bajar del avión, Charles se pone una gorra y las gafas de sol, ya que no quiere que lo reconozcan. Carlos viene hacia nosotros disfrazado de la misma forma que su compañero. Me dedica una sonrisa antes de darme un corto beso en los labios.

—¿Qué tal el vuelo? —nos pregunta.

—Bien —respondo—. Charles y yo hemos estado hablando todo el tiempo.

—Y yo allí solo...—hace un puchero.

—Te jodes —responde Charles—. Siempre estás con ella, aprende a compartir —el monegasco pasa su brazo alrededor de mi cuello y mira de forma chulesca al español—. Qué poco compartes tus cosas...

—Ya...y me preguntaré el por qué —responde el español.

Salimos del avión y caminamos por la pasarela para ir hacia la cinta transportadora y recoger las maletas. Una vez con ellas en la mano, salimos del aeropuerto y nos dirigimos hacia el coche que han alquilado los chicos. «Gracias a dios es un todoterreno, los veía capaces de hacerse con un Ferrari».

—Menos mal que habéis cogido un coche discreto —comento mientras meto mi maleta en el maletero.

—¿Por qué? —preguntan ambos pilotos a la vez.

—Porque conociéndoos habríais cogido el más vistoso.

—Te dijimos que queríamos pasar desapercibidos estos días, mon amour —habla Charles.

Cierro el maletero y me monto en los asientos traseros del Audi A5 que han alquilado. Carlos y Charles se colocan en los delanteros, siendo el español el que va al volante ya que no le gusta ir de copiloto.

—¿Sabes cómo llegar? —le pregunta Charles mientras se pone el cinturón de seguridad.

—Creo que sí —responde el español mientras se pone su cinturón y pone el coche en marcha.

—Yo te guío —hablo.

Carlos comienza a moverse y le indico por donde debe salir y qué camino tiene que seguir.

—¿Nos vamos a quedar en tu casa, Layla? —pregunta Charles.

—No —respondo mientras me inclino hacia delante y me apoyo en los respaldos de los asientos de los chicos—. Mi hermano y mi cuñada están allí con los críos.

—¿Vamos a conocerlos? —Carlos me mira a través del espejo retrovisor.

—Me parece que os voy a ahorrar el mal rato—hago una mueca.

—¿Tan malo es tu hermano? —pregunta Charles.

—Desde que está con mi cuñada es un subnormal —me encojo de hombros—. Pero es porque ella está loca. Es demasiado protectora con sus hijos, no deja que casi nadie los toque o les de algo que no sea lo que tiene planeado y siempre menosprecia a los demás.

—Joder—comenta Carlos.

—Por eso os digo que no merece la pena.

—¿Dónde nos vamos a quedar? —pregunta Charles.

—Vamos a ir a la casa de mis abuelos maternos —explico—. Está a cuatro minutos en coche de Pembroke. Es un lugar con poca población, así que estaremos tranquilos.

—Estupendo—el monegasco sonríe—. ¿Hay algún sitio de karts cerca?

—En Abernant hay una pista de Karts, y luego hay una de rally.

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