𝒞𝒜𝒫𝐼𝒯𝒰𝐿𝒪 𝒳𝒳𝒱

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   —¿Podemos hablar? —pregunta de nuevo Carlos al ver que no respondo.

—¿Para qué?

El piloto suelta un suspiro y se pasa una mano por el pelo.

—Hace un rato no me comporté bien —reconoce. Mira a Charles unos segundos antes de volver a centrarse en mí—. ¿Podríamos hablar en privado?

—Es el apartamento de Charles no sé si...

—Tranquilos —responde el monegasco—. Yo estaré en el cuarto del ordenador.

Carlos asiente con la cabeza y se hace a un lado para que su compañero pueda abrir la puerta. Una vez en el interior, el monegasco se dirige hacia la habitación donde tiene el ordenador y escuchamos como cierra la puerta. No puedo evitar seguir pensando en el beso que me ha dado en el restaurante.

—Estoy cansada, Carlos. ¿Puedes ser breve?

—Estás de ánimo para irte a cenar con Charles, pero no para hablar conmigo—dice mientras se apoya en el respaldo del sofá.

—No tengo por qué darte explicaciones de lo que hago o no con Charles —respondo.

—No las he pedido, solo he puntualizado lo que ocurre —dice.

—Mira, Carlos, si has venido para hablar de lo que ocurrió en Bahréin creo que ya se dejó claro.

—Lo dejamos claro, si —responde con sarcasmo—. Me quedó clarísimo cuando te dije que te quería y me echaste de tu habitación.

—Fue algo del momento —respondo.

—¡No puedes decir eso cuando no sabes la verdad! —grita.

El piloto me mira y en su mirada veo reflejada la rabia. Él aprieta los puños con fuerza y me mira con el ceño fruncido.

—Si no tienes nada más que decir, me gustaría quitarme el vestido y ponerme el pijama.

En el rostro del español aparece la confusión, pero en sus ojos se sigue reflejando la rabia. Él deja escapar un suspiro, se pasa la mano por el pelo y me mira.

—Está bien —dice—. Qué descanses.

Carlos se da la vuelta y sale del apartamento dando un portazo que provoca que la casa tiemble. Cierro los ojos y maldigo. Joder, la noche no puede ir a peor. Carlos está molesto conmigo y Charles me ha besado. ¿Qué cojones debo hacer yo ahora? Noto mi corazón latir con fuerza contra mi pecho. Voy hacia el dormitorio y paso por delante de la habitación del ordenador, agudizo el oído y escucho como Charles teclea algo y habla. «Está jugando al ordenador», me digo. Al entrar, saco el pijama y me lo pongo. Me dirijo hacia el baño para desmaquillarme y poder lavarme los dientes. Al terminar, cojo el portátil y me voy al salón para poder trabajar un poco ya que apenas he podido hacerlo, pero justo en el momento que me siento, llaman a la puerta.

—¿Quién coño es ahora? —maldigo.

Me dirijo a abrir la puerta y al hacerlo me encuentro a Carlos al otro lado. Frunzo el ceño con extrañez, pero en el momento que voy a abrir la boca para preguntarle qué hace aquí, el español agarra mi mejilla con una de sus manos para después besarme. Me sorprendo, pues hace apenas unos minutos que ha venido a echar pestes, pero no puefo evitar seguirle el beso. El español me pega contra su cuerpo mientras sus dedos se flexionan y agarra mi cabeza. Cuando nos estamos quedando sin aire, nos separamos. Él apoya su frente contra la mía y deja escapar un suspiro.

—No sé qué me has hecho, Layla —susurra—. Pero me tienes la cabeza hecha un lio.

—Carlos...—él acaricia mi mejilla con el pulgar.

𝐵𝑂𝑅𝑂𝐽𝑂Where stories live. Discover now