𝒞𝒜𝒫𝐼𝒯𝒰𝐿𝒪 𝐿𝒳𝒳

996 55 22
                                    

     Carlos está más nervioso de lo normal. Lleva unos días en los que no es él.

—¡Lays! —Fernando camina hacia mí con el mono por la cintura y una enorme sonrisa en el rostro.

—Hola, Fernando —le dedico una sonrisa.

—¿Cómo estás? —pone su mano en mi tripa y sonríe—. ¿Y el pequeño piloto?

—O pequeña.

—¿Aún no sabéis lo que va a ser?

—Aun es un poco pronto, apenas estoy de cuatro meses —respondo—. Pero Carlos está empeñado en que va a ser un niño.

—¿Y tú que crees que va a ser? —se cruza de brazos.

—Una niña.

—Bueno —se rasca el mentón—. Si resulta ser una niña, sería una pequeña piloto.

—Sí —sonrío—. Charles, Carlos y yo hemos apostado.

—Pero... ¿qué? —el asturiano se ríe—. ¿Habéis apostado sobre el sexo de vuestro hijo?

—Sí —me río—. Charles y yo creemos que va a ser una niña, y Carlos un niño. Si ganamos nosotros, nos debe una cena. Y si gana él, tenemos que comprarle una botella de whisky.

—Joder con el alcohólico —bromea—. ¿Puedo apuntarme a la apuesta?

—Háblalo con Carlos y Charles —respondo—. Son ellos los que llevan todo.

—¿Qué apuesta? —Ocon se acerca a nosotros.

Veo como el asturiano pone una mala cara antes de dirigirse hacia su compañero.

—Nada que te importe —responde el asturiano.

El joven piloto de Alpine nos mira con seriedad para después irse enfadado. Una vez solos, miro al asturiano con el ceño fruncido.

—¿Qué pasa con Ocon?

—Ha estado tocándome las narices toda la temporada y no aguanto más —niega—. Se cree más porque yo soy nuevo en Alpine. ¿Va a venir un crío a decirme como debo trabajar en algo en lo que llevo toda mi vida?

—No se lo tengas muy en cuenta, Fernando —pongo mi mano en mi vientre—. El chico estará feliz por competir a tu lado.

—No es eso —niega—. Te lo digo yo.

—Yo no conozco al chico, no puedo opinar —me encojo de hombros—. ¡Ay!

—¿Qué pasa? —Fernando me mira con preocupación—. ¿Pasa algo con el pequeño? —el piloto comienza a ponerse nervioso—. ¿Voy a buscar a Carlos?

—No, pero creo que se va a molestar un poco.

—¿Por qué? —frunce el ceño.

—Porque creo que el bebé me ha dado una patada.

En los ojos del asturiano veo un brillo. Agarro su mano y la pongo sobre mi tripa. En ese momento, el bebé vuelve a darme otra patada y el piloto sonríe.

—Carlos me va a matar cuando le cuente esto —se ríe—. Su futuro pequeño o pequeña está dando sus primeras patadas y no está aquí. Aunque...me siento afortunado por que sea conmigo.

—¿Por qué?

—Porque significa que reconoce la voz de su tío Fernando —sonríe.

Suelto una carcajada y él me sigue. Unos minutos después, camino por el paddock de vuelta a los garajes de Ferrari. Cuando llego, veo a Charles hablando con Xavi, y este, al verme, alza la mano, por lo que el monegasco se da media vuelta y me mira con una sonrisa.

𝐵𝑂𝑅𝑂𝐽𝑂Where stories live. Discover now