𝒞𝒜𝒫𝐼𝒯𝒰𝐿𝒪 𝒱𝐼𝐼𝐼

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—¿Para qué nos habrá llamado Mattia? —pregunta Charles.

—No lo sé —responde el piloto español a la vez que niega con la cabeza—. Pero no entiendo qué hace esa aquí.

El español dirige su mirada hacia mi y yo le saco el dedo de en medio.

—"Esa" —hago unas comillas al aire con los dedos—, también trabaja en Ferrari.

—Mattia no tiene nada que hablar contigo, no eres piloto, ni ingeniera, ni mecánica.

—Pero soy la encargada de haceros los trajes, tanto a vosotros como a ellos —le recuerdo—. Así que tengo el mismo derecho que tú al estar sentada aquí, Sainz.

El español y yo nos miramos echando fuego por los ojos. Charles deja escapar un suspiro a la vez que niega con la cabeza. Charles ha desistido. Ha terminado aceptando que Carlos y yo nos vamos a tirar cuchillos cada vez que estemos en una misma habitación.

—Lamento haberos hecho esperar.

Mattia entra en la oficina y cierra la puerta detrás de sí. Se sienta en una de las sillas y se sirve agua en uno de los vasos.

—No pasa nada —habla Charles.

—¿Qué ocurre? —pregunto.

El hombre alza un dedo para indicarnos que esperemos y cuando se termina el agua, se limpia la boca con la manga. Se coloca las gafas y es entonces cuando habla:

—Falta poco para que empecéis los entrenos con los coches y Layla tiene casi completado el prototipo. ¿No es así? —se dirige a mí.

—Podrá usar el prototipo —declaro—. Es unitalla, por lo que no tendría que quedarle mal. Aun así, la nanotecnología hará que se adapte a su cuerpo.

Miro al español el cual frunce el ceño y yo no puedo evitar removerme en mi asiento al recordar el tacto de sus músculos cuando le tomaba las medidas.

—¿Cómo que se va a adaptar a mi cuerpo? —pregunta con confusión el moreno.

—La tela del traje tiene una nanotecnología que reconoce el cuerpo que lo usa, por lo que se adapta a esa persona —explico—. Va a ser como una segunda piel para ti

—Entonces, ¿no sería mejor usar uno de talla única? —interviene Charles.

—No —niego con la cabeza—. Una cosa es el prototipo y otra cosa es el que tiene vuestras medidas —me coloco mejor en la silla—. Al estar hecho especialmente para vosotros, el traje se va a adaptar mejor a vuestro cuerpo, os dará mejor libertad de movimientos.

—Entonces, ¿para qué sirve el unitalla? —pregunta el español—. ¿Para perder el tiempo? —dice con tono burlón.

—No, para asegurarme que todo funciona correctamente y os proteja adecuadamente —le respondo con un tono enfadado—. No quiero ser la responsable cuando os choquéis con el coche y os quedéis ahí.

El piloto español me mira frunciendo el ceño y apretando la mandíbula.

—Bueno —interviene Mattia—. La cosa es que Carlos tiene traje, aunque sea provisional. Buen trabajo, Layla.

—Gracias —le dedico una sonrisa.

—Ahora bien —carraspea—. Os he reunido aquí para informaros de que vamos a tener una fiesta.

—¿Una fiesta? —Charles frunce el ceño—. ¿Por qué?

—Para que conozcan a Carlos como la nueva imagen de Ferrari y deje su imagen de McLaren a un lado.

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