𝒞𝒜𝒫𝐼𝒯𝒰𝐿𝒪 𝒳𝒳𝒳𝐼𝒳

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    Miro la tablet con el primer boceto del vestido de novia de mi clienta. Me quedo unos segundos mirando fijamente la pantalla, pero sin ver realmente lo que tengo aquí. En mi cabeza ronda la conversación que tuve con Carlos ayer y aunque él me ha dejado claro esta mañana que estaba bien, no lo está. El hecho de haber hablado sobre su mentora lo ha dejado tocado, y más después de haberle dicho a Fernando su opinión sobre como lo tratan en Alpine.

—Eh, mon amour —alguien chasquea sus dedos frente a mí.

Vuelvo a la realidad y frente a mi escritorio veo a Charles, el cual se encuentra con las manos apoyadas sobre la madera de la mesa. Me mira con preocupación.

—Lo siento —me disculpo.

—Estabas en babia —sonríe aún más—. Creo que salir con Carlos no te va bien —se ríe mientras mira a su compañero.

Carlos le dedica una sonrisa socarrona antes de sacarle el dedo de en medio. «Ni me había dado cuenta de que habían venido los dos»

—¿Qué ocurre? —pregunto.

—Habíamos venido a preguntarte si venías con nosotros a comer —Charles se sienta en el borde de la mesa y coge uno de los bolígrafos del bote que tengo sobre la mesa.

—Ah, sí, sí claro —asiento.

Cierro la funda de la tablet y la dejo a un lado. Charles sonríe mientras mueve el bolígrafo entre sus dedos. Unos minutos más tarde, los tres estamos entrando en la cafetería de Ferrari. Cogemos algunos platos para comer y nos sentamos en una de las mesas libres que hay. Algunos de los mecánicos que se encuentran en ahí, nos saludan con una sonrisa, sobre todo a los pilotos.

—¿Qué tal la mañana? —pregunta Carlos.

—Cansada —admito—. Tu ingeniero sigue empeñado en que no tiene la equipación.

—Qué hijo de puta —habla a mi lado el español—. Siempre tocando los cojones.

—¿Se lo has dicho a Binotto? —pregunta Charles.

—Lo hemos comprobado delante de él y me ha dado la razón —abro la botella de agua.

—¿Creéis que Rayan lo está haciendo a propósito? —Charles nos mira a los dos.

—Entendería que me fastidiase a mí —habla Carlos—. Creo que se empieza a sospechar que Ferrari lo tiene casi con un pie fuera, por lo que entendería que la tomase conmigo. ¿Pero tomarla con Layla? —frunce el ceño—. No tiene sentido alguno.

—¿Creéis que sospecha algo? —pregunto.

—Lleva unas semanas preguntándome si me tiraba a alguien —comenta Carlos—. Si se sospecha algo, dudo que seas la primera opción en la que piense —responde.

Su respuesta me molesta. ¿Por qué no iba a ser yo la primera persona en la que pensar? Está claro que el cambio en el comportamiento de Carlos hacia mí es mas que notorio. ¿Por qué no ser yo una opción? ¿A caso cree que no puedo estar a la altura de mantener una relación con alguien como Carlos?

—Entonces, ¿por qué la está tomando contigo? —pregunta Charles mientras hace un gesto de confusión—. No tiene sentido.

—No lo sé —me encojo de hombros—. Yo hice equipación para todos, lo comprobé miles de veces y tengo sus medidas en mi libreta. Binotto lo estuvo mirando conmigo y todo estaba en orden.

—Yo no entiendo nada —Charles se encoge de hombros.

En ese momento, el ingeniero de Carlos entra en la cafetería, coge una botella de zumo y un sándwich y viene hacia nosotros. Una vez en nuestra mesa, nos dedica una sonrisa. El ingeniero dirige su mirada hacia mí y veo como un brillo extraño se refleja en sus ojos. Un escalofrío recorre mi espalda, cosa que parece notar Carlos ya que rápidamente se endereza en su asiento.

𝐵𝑂𝑅𝑂𝐽𝑂Where stories live. Discover now