𝒞𝒜𝒫𝐼𝒯𝒰𝐿𝒪 𝒳

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𝓒𝓐𝓡𝓛𝓞𝓢

   Me despierto en la habitación del hotel. Me quedo unos segundos mirando el techo de la habitación antes de poner uno de mis brazos tapando mis ojos. He dormido mal. Muy mal. Llevo meses durmiendo mal, ya no sé cuánto tiempo. «Mentira, por supuesto que lo sabes, desde que Isabel te dijo por teléfono que quería poner fin a la relación», dice una voz en mi cabeza. Esta vez no ha sido por Isabel, sino por Layla Gardner. El hecho de haber estado a punto de besarla ayer en aquellos baños me ha dejado la cabeza hecha un lío. Se supone que no la soporto entonces, ¿por qué me molestó verla tan cercana a Charles?

Layla y yo no hemos empezado con buen pie, eso es cierto, pero ella misma se lo ha buscado. Cuando intenté ser amable con ella solo recibí malas respuestas y ya no voy a aguantar que me mangoneen. Desde ese momento me juré no volver a cruzar una palabra con ella más allá de lo necesario, pero sentir sus manos sobre mi cuerpo mientras me tomaba las medidas me hizo una mala jugada, sobre todo cierta parte de mi cuerpo. Aquella misma noche me masturbé pensando en ella. Ese maldito momento me hizo enfadar aún más por lo que me volví a prometer que nunca más me tocaría pensando en ella. Todo iba bien hasta ayer.

Anoche fue lo peor. Ella fue lo primero que vi cuando puse un pie en ese hotel. ¿Cómo no iba a verla? Ella destacaba entre todas las personas. Ese vestido rojo llamaba la atención de todos los hombres, me sentí celoso. Su cabello rojo se acentuaba aún más con ese vestido y enseguida noté como mi polla se ponía dura. Lo que más me molestó fue verla agarrada del brazo de Charles, pero lo que más me molestó fue pensar en qué hacía yo allí con aquella morena cuyo nombre no recuerdo y con la que solo tuve sexo un día. Pero lo peor vino después, cuando ella se levantó para ir al baño y pasó su mano por mis hombros y cuello. No lo pensé dos veces antes de seguirla a los baños. Miles de imágenes se cruzaron en mi mente cuando la vi inclinada sobre el lavabo y la que más se repetía era la de ella sobre el mármol, con las piernas abiertas mientras yo me encontraba entre ellas y con mi polla hundida en su interior.

Dejo escapar un suspiro y es entonces cuando llego a la conclusión de que quiero arreglar las cosas con ella. Ya he pasado una mala racha y no quiero tener más enemigos, pero también quiero quitarme las ganas que tengo de follar con ella. Siempre he tenido claro que nunca tendría una relación con un compañero de trabajo, pues todo empeora.

—¿Carlos? —pregunta alguien al otro lado de la puerta tras dar unos golpes—. Carlos, ¿estás despierto?

Aparto el brazo de mis ojos y miro en dirección a la puerta. La luz que se filtra por la pequeña rendija me deja ver la sombra de unos pies. Me muerdo el labio inferior y me paso una mano por el rostro dudando sobre si responder o no. No tengo ganas de ir a trabajar, sobre todo porque no sé como voy a reaccionar ante Layla.

Escucho como Silvia, mi asistente, vuelve a llamar mientras me nombra. Cojo uno de los cojines que hay a mi lado y lo pongo sobre mi cara, pero en ese momento, escucho como mi móvil empieza a vibrar en la mesita de noche. «Gracias, Carlos de anoche, por quitarle el sonido», pienso. Dejo que el móvil suene y cuando cesa, escucho como Silvia se aleja.

—Joder —digo en voz baja-

Aparto el cojín de mi cara y vuelvo a mirar el techo de la habitación. Desde que Ferrari me ofreció el asiento todo ha sido un no parar. Creí que todo sería un poco más fácil al ser una escudería de renombre, pero una vez más me he equivocado. Todo está siendo más duro de lo que imaginé. Me gusta la vida que llevo, pero lo que me agota son las entrevistas y el posar para miles de fotografías publicitarias. Desde que tengo uso de razón siempre he querido estar con un volante delante, mi padre siempre se encargó de eso. «Quizás la presión a la que me sometió desde pequeño es lo que ha hecho que solo quiera esto», pienso en ocasiones

𝐵𝑂𝑅𝑂𝐽𝑂Where stories live. Discover now