𝒞𝒜𝒫𝐼𝒯𝒰𝐿𝒪 𝒳𝒳𝒱𝐼𝐼

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   Mi madre deja la taza con café frente a mí para después alzar mi mentón con delicadeza y obligarme a mirarla. En sus ojos celestes puedo ver reflejada la tristeza, pero ella me intenta dedica una sonrisa.

—No va a pasar nada, cielo.

—Eso no lo sabemos, mamá —niego con la cabeza.

—El abuelo es más fuerte de lo que creemos.

—Lo sé, pero no quiero que se vaya...—digo mientras mi vista se nubla por las lágrimas.

—Yo tampoco quiero que se vaya, pero si ocurre es ley de vida, cariño —dice mientras acaricia mi mejilla.

Algunas lágrimas resbalan por mis mejillas y ella las elimina. El sonido del timbre rompe la escena, pues ella dirige la mirada hacia el pasillo antes de separarse de mí.

—Tranquilízate, pequeña.

Asiento con la cabeza y ella se va. Escucho como abre la puerta y después como habla con alguien.

—¡Layla! —grita desde el recibidor—. ¡Es para ti!

Me limpio el rostro con la mano y me levanto. Al llegar al recibidor veo a mi madre y, en el umbral de la puerta, veo a Carlos Sainz. «¿Cómo ha conseguido mi dirección?», me pregunto.

—¿Carlos?

—Hola —saluda—. Hm...estábamos preocupados por ti —dice mientras se rasca la nuca demostrando nerviosismo.

—¿Eres compañero de Layla? — pregunta mi madre.

—Sí, soy uno de los pilotos —responde el español.

—¡Piloto! —exclama—. ¡Eres el español!

Carlos abre los ojos al máximo antes de soltar una pequeña risita.

—Sí, eso creo— ríe.

—Pasa, pasa —mi madre se hace a un lado para que el español entre en casa.

—Muchas gracias.

El piloto entra en mi casa y pasa por mi lado. Me quedo quieta en mi sitio intentando procesar el hecho de que Carlos está en Pembroke, en mi casa.

—¿Quieres algo de beber o de comer? —le ofrece mi madre.

—No, muchas gracias, señora Gardner —declina la oferta.

Mi madre se va a la cocina tras dedicarle una sonrisa al piloto. El español se la devuelve y después centra su mirada en mí. Antes de que diga una sola palabra, le agarro de la mano y le guío hasta mi habitación. Una vez dentro, cierro la puerta. Cuando me giro, veo como el piloto mira con curiosidad la estancia.

—¿Qué haces aquí, Carlos? —pregunto mientras me apoyo en la puerta.

—Ya te lo he dicho —dice mientras se gira para mirarme—. Estábamos preocupados en Ferrari y después de la llamada de antes de ayer, aún más.

—Agradezco el gesto, pero no hacía falta.

—Lo siento si te ha molestado que me haya presentado aquí sin avisar —dice mientras se deja caer en el borde de la cama—. He quedado como un acosador, pero de verdad, estábamos preocupados.

Me acerco al piloto y agarro su rostro entre mis manos. Acaricio su pelo mientras él me mira fijamente con una pequeña sonrisa en el rostro. Noto como pone sus manos en mi cintura y abre sus piernas para colocarme entre ellas.

—No me ha molestado —admito—. Es solo que... me ha tomado por sorpresa, no esperaba que encontrases mi casa.

—Es un sitio pequeño —se ríe—. Solo he tenido que preguntar a una persona y rápidamente me han dicho dónde quedaba.

𝐵𝑂𝑅𝑂𝐽𝑂Where stories live. Discover now