𝒞𝒜𝒫𝐼𝒯𝒰𝐿𝒪 𝐼𝒱

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 —¡¿Así es como piensas escalar puestos en Ferrari?! —me grita.

Theodore me enseña la pantalla de su móvil donde puedo ver algunas fotos que algún paparazzi nos tomó anoche a Charles y a mi saliendo de la sede de Ferrari y del restaurante.

—Pero ¿qué dices? —lo miro con extrañez—. Solo salimos a cenar para conocernos.

—Claro, conoceros —Theodore pone los ojos en blanco—. ¿Te lo has tirado?

—¿Qué? —parpadeo con incredulidad—. Por supuesto que no. No lo conozco de nada. Íbamos a salir él y yo junto al otro piloto, pero se rajó a última hora.

—¿Te crees que me voy a tragar eso, Layla?

Theodore me mira y en sus ojos puedo ver reflejada la furia. Él tiembla y se pasa una mano por el pelo.

—Pues no te lo creas si no quieres —me aparto de él, pero me coge de la muñeca con fuerza—. ¿Qué haces? ¡Suéltame!

Theodore aprieta sus dedos alrededor de mi muñeca y noto como comienza a dolerme.

—¿Te crees que soy tonto, Layla? —sus ojos se vuelven oscuros—. ¿Te crees que no sé lo que haces con todos los tíos con los que trabajas?

—¡No sabes lo que dices! ¡Suéltame! —grito.

Intento zafarme de su agarre, pero me sujeta con tanta fuerza que cada vez que intento liberarme, me hago más daño.

—¡No hasta que me digas la verdad de lo que pasó anoche con ese piloto!

—¡No pasó nada! —las lágrimas comienzan a salir de mis ojos y a resbalar por mis mejillas—. Solo fuimos a cenar.

De repente, noto el golpe en mi mejilla. De la fuerza me ha hecho caer al suelo. Me llevo una mano a la mejilla, la cual comienza a tornarse colorada, pues el picor y el calor ya son más que presentes. Lo miro con incredulidad. Theodore se encuentra aún con la mano en alto. Su expresión tarda en cambiar. Pasa de la furia al miedo en cuestión de segundos. Es la primera vez en cuatro años que me pone la mano encima.

—Layla yo... —comienza a hablar con la voz temblorosa.

—No —consigo ponerme en pie. Theodore avanza lentamente hacia mí, pero lo detengo—. ¡No te acerques a mí!

Con rapidez voy hacia la puerta, la abro y salgo de la habitación. Camino con rapidez por el pasillo del hotel y me apresuro a ir a las escaleras de emergencias. Bajo algunos pisos y me detengo a coger aire, o más bien, a llorar. Me tapo la boca y dejo escapar algunos sollozos. Aún noto la picazón de la bofetada que me ha dado Theodore.

Me apoyo contra la pared y me deslizo hasta el suelo. Escondo mi rostro entre mis piernas y comienzo a llorar con más intensidad. Nunca esperé que me pusiera una mano encima. Llevamos con problemas desde que Ferrari me llamó hace unos meses para ofrecerme el puesto de trabajo. Todo comenzó cuando lo acepté. Theodore no entendía que este trabajo conllevaba el tener que mudarme a Italia. Cuando estuve trabajando para el Real Madrid, no hubo tanto problema en que nos mudásemos a España.

—¿Estás bien? —pregunta una voz grave.

—S-Sí —sollozo.

—No lo parece.

Noto como se acuclilla frente a mí. Alzo la cabeza para mirar a la persona. Lo veo borroso por las lágrimas asi que me restriego los ojos para eliminarlas. Parpadeo un par de veces para enfocar. Cuando lo consigo, veo que ante mí se encuentra el piloto español, Carlos. El chico me mira con preocupación. Sus ojos castaño oscuro me miran. Tiene un gesto triste, compasivo más bien.

𝐵𝑂𝑅𝑂𝐽𝑂Where stories live. Discover now