𝒞𝒜𝒫𝐼𝒯𝒰𝐿𝒪 𝒳𝐿𝐼

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   Esperando a recoger las maletas, uno de los pilotos se acerca a mí. No me hace falta centrarme demasiado en él para saber que es el australiano. Sus rizos lo delatan, así como su sonrisa.

—La famosa Layla —comenta con la sonrisa aún en su rostro.

—El famoso Daniel Ricciardo —imito al piloto.

El chico y yo nos reímos. «Ahora entiendo por qué es uno de los pilotos más queridos de la parrilla».

—Estás en boca de todos los pilotos de la parrilla —habla.

—¿Ah sí? —parpadeo—. ¿Por qué?

—Tus trajes son la nueva revolución —sonríe—. Todos tenemos envidia de los trajes que llevan Ferrari. Además, Alonso no deja de hablar de ello.

—Tendré que sacarme un dinero extra alquilando el prototipo.

Mi comentario hace reír al piloto australiano.

—Fue una negociación dura —comenta—. Estuvimos casi todas las escuderías peleando por ti.

—Tampoco soy para tanto —me encojo.

—¿Qué no? —me mira sorprendido—. Las escuderías se pasaron dos semanas peleando por ti hasta que ganó Ferrari, sobre todo peleando contra Mercedes. Es alog que no habíamos visto nunca. Fue como una guerra mundial.

—No creo —respondo intentando restarle importancia.

—Oh, deberías creerme —se ríe—. Pero McLaren perdió. Ferrari se ha llevado a una gran persona y lo ha demostrado con los trajes.

—Creo que me tenéis todos en un pedestal equivocado, Honey Badger —comento, divertida.

El piloto australiano me mira con una sonrisa en el rostro y parece sorprendido porque sepa el apodo que él mismo se puso.

—¿Quién te ha chivado eso? —pregunta con la sonrisa aún en su rostro.

—Déjame pensar...—me doy pequeños toques en el mentón—. ¿Tú mismo en algunas entrevistas?

El australiano se ríe y se pasa una mano por los rizos.

—Touché —comenta.

El australiano me sonríe aún más y me mira con ojos brillantes. Ladeo la cabeza y él desvía la mirada, por lo que me giro. Carlos viene hacia nosotros mientras arrastra su maleta con una mano.

—¡Hola, Daniel! —saluda el español.

—Hola, Carlos —el australiano le dedica una sonrisa.

—No sabía que también llegabais hoy —el piloto de Ferrari me mira y sé que se muere por darme un beso.

—Cambios de última hora en McLaren —se encoge de hombros—. Así que aquí estamos.

—¿Y Land...?

La pregunta de Carlos queda en el aire al escuchar un grito:

—¡Carlos! —el joven piloto de McLaren viene hacia nosotros y abraza a su antiguo compañero de equipo.

—Hola, Lando

El joven inglés tiene una enorme sonrisa en el rostro y mira a los dos pilotos mayores. Charles aparece arrastrando su maleta y le dedica una mirada llena de celos al inglés.

—Hola —saluda con demasiada fuerza, lo que provoca que el inglés se sobre salte.

—Hola, Charles —el chico saluda con una sonrisa.

𝐵𝑂𝑅𝑂𝐽𝑂Where stories live. Discover now