𝒞𝒜𝒫𝐼𝒯𝒰𝐿𝒪 𝐿𝒳

789 46 1
                                    

   —¿Desde cuándo piensas esto? —me pregunta Carlos.

—Desde lo que dijo Verstappen en Azerbaiyán —respondo.

Carlos alza su cabeza y me mira con el ceño fruncido.

—¿Desde cuándo nos importa lo que digan terceros? —pregunta con enfado—. Creo que cuando tuvimos aquella pelea por culpa de nuestros exnovios dejamos claro que no íbamos a dejar que terceros se metiesen en nuestra relación.

—No me importa.

—No, claro que no —él pone los ojos en blanco—. Si no te importase, no me estarías diciendo esto.

—Es que no me importa, Carlos —reafirmo—. Pero me ha dado en qué pensar.

—¿En qué?

—En si hice bien en aceptar el puesto de trabajo en Ferrari.

—¿De verdad? —Carlos pestañea y me mira con un gesto lleno de sorpresa—. ¿No estás feliz dónde estás? ¿No eres feliz conmigo? —su voz tiembla un poco.

—Soy muy feliz contigo, Carlos —me acerco a él y pongo mis manos en sus mejillas—. Pero ¿y si Verstappen tiene razón?

—¡Ese que va a tener razón! —grita—. Ese no tiene ni puta idea.

—No lo sé, Carlos —suspiro.

—Mi amor —clava su mirada chocolate en mí—. Yo...no puedo hacer que cambies de opinión. Puedo intentarlo, pero, al fin y al cabo, es tu decisión y solo tuya. Pero me jode muchísimo que sea por lo que dijo ese hijo de puta.

—No es algo definitivo, Carlos —acaricio sus mejillas con los pulgares—. Solo es algo que llevo pensando desde entonces. Un poco de razón tení...

—No tenía razón —me interrumpe—. Ese no tiene razón en nada que diga. No tomes una decisión tan precipitada solo por lo que ese imbécil haya dicho.

—Carlos —frunzo el ceño—. ¿A ti te molestaría si dejo Ferrari?

—Molestarme no —niega—. Me daría pena porque no podría verte todos los días.

—Pero mi trabajo en Ferrari ya está hecho —suspiro—. Realmente ya no hago falta aquí.

El miedo comienza a reflejarse en los ojos del piloto.

—No digas eso —me pide—. Sí que eres necesaria en Ferrari.

—No, Carlos —niego—. Mi trabajo ya está hecho. Solo sigo aquí porque hay un contrato vigente.

—Amor...—me mira con pena.

—Es así, cariño —acaricio su mejilla—. Sigo en Ferrari solo por si acaso, y por el contrato.

—Pero nuestros trajes...

—Vuestros trajes ya están arreglados. Hemos añadido un nuevo material similar al anterior, pero de nueva tecnología.

—Eso ya es motivo para que te quedes —sonríe—. Alguien tendrá que asegurarse de que todo va correcto. ¿Y si algo no va bien?

—No han mostrado problemas desde que volvimos de Azerbaiyán y mañana empezáis con los entrenos en Silverstone.

—Pero ¿y si dan?

«Está poniendo ese mohín tan adorable que hace cuando nada sale cuando quiere».

—Cariño...—acaricio su mejilla—. Voy a seguir aquí, pero cuando finalice el contrato, quizás me piense el renovar o no.

Carlos suelta un suspiro y me abraza apoyando la cabeza en mi pecho. Lo abrazo y le doy un beso en el pelo.

𝐵𝑂𝑅𝑂𝐽𝑂Où les histoires vivent. Découvrez maintenant