𝒞𝒜𝒫𝐼𝒯𝒰𝐿𝒪 𝒳𝒳𝒱𝐼

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𝒞𝒜𝑅𝐿𝒪𝒮

   Layla se inclina sobre mí, mientras mueve sus caderas. Pongo mi mano en su nuca y la beso mientras que mi otra mano está en su cintura, marcando más el ritmo. La inglesa gime en mi boca, lo que provoca que yo tire de su pelo y mueva mi cadera para embestirla. Ella deja de besarme, tiro de su pelo provocando que eche la cabeza hacia atrás y comienzo a besar su cuello. La chica continúa moviéndose sobre mi cada vez más rápido y los gemidos son cada vez más altos.

—Dilo —gruño mientras quito mi otra mano de su nunca y la llevo a su cadera—. Dilo, por favor.

Presiono su pelvis contra la mía mientras la embisto. Ella suelta un grito mientras sigue moviendo su cadera. Esta vez el que gime soy yo mientras echo la cabeza hacia atrás. Siento el orgasmo cada vez más cerca. Clavo mis uñas en su piel y acelero los movimientos sintiendo como se contrae a mi alrededor.

—Dilo —le pido de nuevo.

—Carlos —gime.

Ella vuelve a inclinarse sobre mí y me besa. Mueve su cadera con rapidez y hundo más mis uñas en su piel mientras me corro. Ella lo hace unos segundos más tarde.

Un sonido me hace abrir los ojos. Suelto un gruñido al darme cuenta de que es el tono de mi teléfono. Palpo con la mano por la mesilla hasta dar con él y al mirar la pantalla veo el nombre de Binotto.

Sì, so di essere in ritardo. Sarò lì tra dieci minuti —respondo nada más descolgar el teléfono. (Sí, ya sé que voy tarde. En diez minutos estoy allí)

Dieci e non di più, Carlos. Abbiamo molto da fare —por el tono de voz deduzco que está molesto. (Diez y no más, Carlos. Tenemos mucho que hacer)

Binotto cuelga la llamada y yo dejo el móvil a un lado. Me paso la mano por la cara, mi problema ahora no es tener que estar en Ferrari en diez minutos, sino deshacerme de la erección que tengo. He vuelto a tener otro sueño húmedo con Layla, pero es que no puedo evitarlo. Dejo escapar un gruñido y meto una de mis manos por el interior de la colcha para agarrar mi polla. Noto su calor y dureza, cierro los ojos mientras los resquicios del sueño continúan en mi cabeza. Comienzo a mover mi mano lentamente y poco a poco voy acelerando mientras recuerdo nítidamente las expresiones de placer de Laya.

—Mierda —gimo.

Acelero aun mas los movimientos de mi muñeca y siento poco a poco el momento. De repente, mi mente recuerda el sentimiento de sus labios sobre mi polla y es entonces cuando acelero aun más los movimientos.

—¡Joder! —exclamo mientras me corro.

Dejo escapar un gruñido mientras evito manchar más de lo necesario la colcha. «Las señoras que limpien la habitación deben de pensar que soy un jodido ninfómano», pienso. Me levanto de la cama y voy al baño para ducharme. Una vez limpio, me pongo la ropa y salgo de la habitación para dirigirme a la sede de Ferrari. Al llegar, corro hasta la cafetería para prepararme un café y coger una magdalena. Bajo hasta los garajes y al entrar, veo a Binotto de pie ante mi coche.

—Ya estoy aquí —anuncio mientras bajo las escaleras de dos en dos.

—Por lo menos has llegado con el tiempo dicho.

—Lo siento, me he quedado dormido —me disculpo.

—Desayuna, cámbiate y métete en el coche —ordena.

—¿Y Charles? —veo que está su coche, pero él no.

—De camino. No sé qué os ha pasado hoy a los dos, pero se os han pegado las sábanas.

𝐵𝑂𝑅𝑂𝐽𝑂Donde viven las historias. Descúbrelo ahora