𝒞𝒜𝒫𝐼𝒯𝒰𝐿𝒪 𝒳𝐿𝒱𝐼𝐼

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   Al poner un pie en Mónaco no puedo evitar mirar todo boquiabierta. Mónaco es todo lujo allá donde mires. Lamborghinis y Ferraris recorren las calles. Algunos viandantes se detienen a mirarlos, pero la mayoría continúan su camino como si no existieran, acostumbrados ya a la excentricidad de la ciudad.

—Entonces, ¿la ciudad entera es una pista de carrera? —pregunto, aunque me sepa la respuesta.

—Sí —Charles nos mira con una sonrisa—. Es la gran carrera de la temporada.

—Todos nos morimos por venir a Mónaco —habla Carlos a mi lado.

—Lo sé —sonrío.

Charles nos lleva hasta su casa, pues al vivir aquí, no ha querido ir a un hotel y mucho menos dejarnos a Carlos y a mí ir a uno.

Llegamos a una zona de apartamentos. Al entrar en el recibidor, un portero nos abre la puerta y saluda al joven piloto nada más verlo. Subimos en ascensor y éste nos deja en una enorme explanada con un largo pasillo que alberga dos puertas. Seguimos a Charles hasta una de ellas y cuando abre la puerta el lujo sigue siendo lo principal. Es completamente opuesto al apartamento de Maranello. El minimalismo está allá donde veas, pero lo que llama la atención es el piano de cola blanco que tiene en el salón.

—Como no, el famoso Charles Leclerc debía tener uno —bromeo mientras me dirijo hacia el piano.

—Si sé tocar el piano lo normal es tener uno, ¿no? —viene hacia mí.

—¿Me dejarás? —acaricio la tapa del teclado.

—¿Sabes tocar? —preguntan ambos pilotos a la vez.

—Estudié piano en el conservatorio desde los ocho años hasta los dieciocho —respondo—. Claro que sé —me río.

—Entonces es todo tuyo —el monegasco me dedica una sonrisa—. Pero antes os voy a mostrar vuestras habitaciones.

—¿Nuestras? —Carlos mira a su amigo frunciendo el ceño.

—Sí, vuestras —el monegasco lo mira—. Así que no quiero ningún ruido raro —me mira—. En ninguna de las habitaciones. Dormiré con la puerta abierta y con un ojo abierto.

—Está bien, papá —se burla Carlos.

Charles nos da un tour por el apartamento y me fijo en que la cocina, al igual que el resto de la casa, es minimalista. Tiene una encimera de mármol blanco con taburetes en colores negros. Los armarios blancos rodean toda la cocina, así como una enorme vinera refrigerante.

Lo que también llama mi atención, es el enorme cuarto de juegos que tiene, donde vemos que tiene un enorme ordenador en el que hace directos en Twitch y un simulador con el que entrena cuando no están en temporada.

Mi habitación se encuentra al otro lado del pasillo y, al igual que el resto de la casa, es de estilo minimalista y de colores blancos. Un lujoso baño se encuentra en la habitación y se conecta con la que va a usar Carlos.

—Es todo precioso, Charlie —comento cuando nos sentamos en el sofá del salón.

—Gracias —me dedica una sonrisa—. Mi madre vive a unos metros de aquí, fue ella la que me ayudó a elegir los muebles y la decoración.

—Se nota —se burla Carlos.

—Tú cállate que vives aún con tus padres.

Cabrón —Carlos le tira un cojín y el monegasco lo coge al aire.

—No discutáis.

Ellos me miran. Carlos pasa su brazo alrededor de mi cuello y me acerca a él para darme un beso en la sien.

𝐵𝑂𝑅𝑂𝐽𝑂Where stories live. Discover now