Capitulo Ocho

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"¿Quién necesita etiquetas? ¿por qué tenemos que cargar con un papel en el mundo? ¿por qué tenemos que explicarle a los demás quiénes somos? ¿por qué no podemos simplemente existir? ¿por qué no podemos simplemente amar? Ojalá algún día la sociedad...

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"¿Quién necesita etiquetas? ¿por qué tenemos que cargar con un papel en el mundo? ¿por qué tenemos que explicarle a los demás quiénes somos? ¿por qué no podemos simplemente existir? ¿por qué no podemos simplemente amar? Ojalá algún día la sociedad sea lo suficientemente inteligente para poder decir con libertad y sin una etiqueta "Estoy enamorado". Ojalá algún día la gente no tenga que salir del closet y solo baste con amar."

Esas fueron las palabras de Luca, las cuales me resonaron en la cabeza bastante fuerte, y es verdad, ¿A quién le importa si me gustan los hombres o las mujeres? ¿Por qué tengo que cargar con la etiqueta de "Soy gay" y sufrir por eso? ¿por qué no puedo simplemente enamorarme sin que me importe lo que la gente me diga? Al fin y al cabo, esas mismas personas no les importó enredarse con su amante a la vez que mantenían una relación, o no les importó meterse a la cama con la pareja de su amiga más cercana, ¿Por qué yo tengo que recibir odio por amar de la manera más dulce y linda posible? A mí tampoco me debería importar. Por fin lo entendí.

Regresamos a la casa a los minutos después de eso. Al regresar decidí encerrarme en el cuarto un poco de tiempo antes de cenar. Empecé a llorar, pero no era tristeza, era alegría, era paz, de nuevo aquel peso tan grande con el que cargaba se fue. Me aceptó, Luca me aceptó, tal y comosoy, tal cual soy, el me aceptó. Una paz demasiado grande me invadió y por una vez en mucho tiempo pensé que el mundo no era una mierda como siempre lo había pensado.

Me levanté de la cama en la que estaba llorando y abrí la ventana. Un pájaro se paró justo en ella y pude tocarlo, las aves me aman como yo las amo a ellas.

El cuarto en el que estaba era el mío, antes me gustaba quedarme tanto con mis abuelos que tuvieron que designarme una recamara en su casa. Esa habitación estaba llena de nostalgia, estaba llena de vida, llena de recuerdos de mi infancia. Jamás lo había pensado, pero en aquella habitación había mil historias por contar.

Recordé la vez en la que por saltar en la cama terminé en el piso, rompiéndome mi primer hueso. O la vez en que me tumbaron mi primer diente con esa maldita puerta. Vi el escritorio en el que me pasaba horas y horas dibujando para mis abuelos con las crayolas que ellos mismos me compraron. Decidí revisar los cajones que había para recordar más a fondo, la curiosidad me mataba por saber que cosas guardaba mi "pequeño yo" hace años.

Al abrir el primer cajón pude ver que estaba completamente vacío, aunque por dentro había rayones por todos lados. Decidí revisar el cajón de abajo, al hacerlo pude ver que estaba repleto de hojas, papeles y manualidades que hacía cuando me aburría. Una hoja doblada cayó al suelo, al levantarla pude notar que era una especie de carta que llevaba por título "Cosas que quiero hacer antes de morir". Inmediatamente la desdoblé y la abrí, pude ver una gran lista de sueños que siempre quise cumplir de pequeño...

La lista contenía 10 cosas, cada una contenía una parte de mí. La lista era así:

Cosas que quiero hacer antes de morirme:

Hasta Que La Muerte Nos Una [Mensajeros De La Muerte I] (LGBT+)Where stories live. Discover now