Capitulo Veinticinco

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La noche me quitaba cada sueño que tenía, reemplazándolos por pensamientos fríos que parecían hacerme hundirme en ellos

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La noche me quitaba cada sueño que tenía, reemplazándolos por pensamientos fríos que parecían hacerme hundirme en ellos. Siempre terminaba igual, yo arruinando todo. Ross, solo podía pensar en el hecho de que intentaba meterme con el enemigo, pero la gente no cambia solo con palabras bonitas. Pero, si no soy buena persona con todos, entones, ¿Quién soy?

La mañana me recibió con un rayo cálido de sol entrando por la ventana. Los pájaros, como de costumbre, me empezaban a picotear la ventana mientras parecían entrar en un concierto cantando hasta quedarse sin voz.

Caminando hacia la escuela, solo podía pensar que me recibirían con las miradas totalmente puestas en Luca y en mí. Las peleas siempre eran el chisme principal de los colegios en estas épocas. La voz de Farah me resonaba en los oídos, era como si ella me estuviera hablando pero los pensamientos en mi mente opacaran todo lo que ella me mencionaba.

Abrí las puertas de la escuela, luego de recibir varios murmullos por parte de los conserjes. Las miradas de todos, de nueva cuenta, se posicionaron en mí. Miradas penetrantes que parecían juzgar, pero al final de cuentas todos parecían estar simplemente sorprendidos.

Luca se acercó a mí.

—Vaya, parece que de nuevo somos el centro de atención. —Me dijo sarcásticamente mientras me tomaba del brazo.

—No sé si de verdad quisiera serlo en estos momentos.

—Pues vete acostumbrando, porque todo mundo habla de nosotros ya.

—Mierda. —Exclamé. La verdad es una mierda todo esto, a nadie le gusta que hablen mucho de él, ni siquiera alguien popular. La gente tiene límites, y esos se sobrepasan cuando se meten en una controversia.

Caminamos directo al salón de clases, esta vez decidimos sentarnos hasta el fondo, ocultándonos de todos claramente. Lo que pasaría a continuación seria que el profesor Charles llegaría con varios libros en las manos, los pondría en su escritorio y empezaría a hablar lenguarajes que nadie entendería. No sucedió eso esta vez. Una profesora, alta, de pelo castaño cayéndole sobre la mirada, entró. Era linda, bastante de hecho, era diferente, era mujer.

—Buenos días clase. —Dijo mientras nos mostraba una sonrisa grande y llena de felicidad. Parecía estar feliz por estar aquí, pero, ¿se puede ser feliz al estar rodeada de 30 adolescentes sudorosos, calenturientos y estúpidos?. Le respondimos el saludo. —Bien, tal vez muchos se pregunten el porqué de el hecho de que ahora estoy aquí. Bueno, resulta que el profesor Charles tuvo un accidente, y yo estaré ahora supliendo su lugar. ¿Alguna pregunta?

—Yo. —Un chico al fondo levantó la mano. — ¿El profesor está muerto?

—No, no lo está. —Todos soltaron un sonido de desilusión. —Solo estaré aquí por unos cinco meses.

—¿El profe se embarazó? O ¿Por qué tanto tiempo?

—No chicos, el profe tiene cáncer. —El silencio incomodo predominó en el ambiente. —Bien —Dijo para romper ese silencio. —Por el hecho de que yo no los conozco a ustedes, hagamos una actividad juntos.

Mierda, esas actividades eran muy estúpidas, nos hacían decir todos nuestros gustos mientras era claro que a esos profesores nuevos les valía una reverenda mierda lo que nosotros contábamos. Solo pasábamos vergüenzas estúpidas para hacer que un profesor nos "conociera".

—Cada uno pasará al frente, dirá su nombre, y con máximo tres palabras definirá todo lo que lo rodea. Sus gustos, aficiones, metas y personalidad.

Vaya estupidez. Era algo imposible, y en plena crisis de identidad me parecía algo descomunal pasar y decir aquellas palabras. No podía lograr pensar en una frase que me definiera de verdad. Plena crisis existencial y me salen con esto.

Poco a poco los demás pasaban y mencionaban cosas que los definían definitivamente. Yo aún no lograba identificarme con ninguna frase, era extraño que fuera tan imposible encontrar algo que me represente. A ver, soy gay, pero no puedo decir que soy tremendo homosexual en el frente de la clase por el hecho de que soy tremendo closetero. También soy imbécil, pero no creo ser el único. Tal vez no se trata de algo único en mí, simplemente algo con lo que me identifico. Es demasiado difícil, mierda. Las ideas no llegan, el tiempo avanza, y cada vez quedan menos estudiantes por pasar.

Mi reflexión acaba cuando la maestra menciona mi nombre ante toda la clase, m corazón se paraliza y mis pensamientos dejan de fluir. Me paro del asiento, sintiendo las miradas de todos, nunca se había hecho tan complicado pasar frente al grupo y decir unas cuantas palabras. No puedo pensar, simplemente no. La maestra sigue poniéndome presión cuando la miro a ella y me hace un gesto que indica que puedo empezar a hablar. Las manos me empiezan a sudar como nunca. Miro hacia Luca, el me mira con tranquilidad, dándome confianza. Empiezo a tartamudear intentando que una de esas letras se convierta rápidamente en una frase para así calmar esta calamidad. Por fin mi mente deja de estar en blanco, miro hacia el frente, y digo la frase más estúpida pero sincera que jamás haya dicho.

—Mi nombre es Félix. —Empiezo, esperando terminar con la frase más representativa posible, con todo lo que me ha pasado últimamente solo hay una frase que me represente totalmente. —Y estoy vivo.

Todo el grupo queda en silencio, esperaban a que dijera algo más potente, pero no, simplemente soy una persona, alguien que está vivo y por fin está sintiendo que vive. Paso a mi lugar, miro a Luca, me tranquilizo y pongo mis brazos en la mesa para recostarme sobre ellos y así que nadie tenga que ver la estúpida cara de sufrimiento que acabo de tener.

El timbre suena, todos se van, me levanto poco tarde por lo que cuando levanto mi mochila me percato que ya no hay casi nadie en el salón. Cuando estoy a punto de pasar por la entrada, una voz me detiene.

—Félix. —Me llama la nueva maestra. —Lo que dijiste hoy frente al grupo, fue bastante bueno.

— ¿Qué? —Le digo, sorprendido por lo que me está diciendo. Claramente no me esperaba eso.

—Si, digo, todos mencionaban cosas sobre lo que les gusta hacer, o lo que les gusta ver, o lo que les gusta leer, pero pasaste tú y dijiste una simple frase que aunque parezca insignificante me dejó pensando bastante.

Hubo un silencio, luego lo rompí.

—Pues, gracias. —Dije mientras sonreía amablemente. —Pero, no entiendo, ¿qué fue lo que la dejó pensando?

—Bueno, el simple hecho de que la mayoría de la gente pasa una vida entera sin sentir que realmente están viviendo. Solo son como fantasmas, sin rumbo, están aquí con un propósito pero jamás lo buscan. No buscan saber que están vivos, y por lo tanto, no aprovechan su vida. Está bien que sientas que estas vivo, Félix, la vida es fugaz e importante, pronto podrías estar dentro de una tumba, y no tendrás que vivir el ultimo sentimiento de culpa por no haber hecho lo que siempre anhelaste, vivir.

Sus palabras fueron demasiado precisas y concretas, creo que ni siquiera Robín me había explicado la vida y la muerte de la manera en que aquella maestra me la mencionó.

—Wow, creo que de verdad tiene toda la razón. —Le mencioné, sorprendido, reflexionando aquello.

—Bien Félix, tú y yo pensamos igual, y ese es un buen punto, espero que nos llevemos bien en el tiempo que estaré aquí.

—Eso espero. —Miré mi reloj. —Lo siento, me tengo que ir, mi siguiente clase está a punto de empezar.

—No te preocupes, nos vemos luego. —Se despidió, pero antes de cruzar la puerta me detuvo de nuevo. —Y por cierto, mi nombre es Roxanne.

Roxanne, creo que ahora será mi maestra favorita.

Hasta Que La Muerte Nos Una [Mensajeros De La Muerte I] (LGBT+)Where stories live. Discover now