CÁPITULO 38

2.1K 118 2
                                    


Al día siguiente me desperté y estaba todo en silencio, a no ser por el sonido del agua afuera. Me costó un momento ubicarme y entender que estaba en un yate y claramente, en el mar.

Estiré mi mano viendo la hora de mi celular. Aún era temprano así que no tendríamos que salir corriendo hacia Monte Carlo. Tenía unos brazos alrededor de mi cintura y una respiración golpeaba suavemente contra mi hombro junto a unos ronquidos lentos y tranquilos, podría quedarme horas escuchando aquello. Me daba paz completamente.

Me doy la vuelta lentamente y con cuidado de no despertarlo, hasta finalmente estar frente a su rostro. Se veía tan relajado, tan tranquilo. Su cabello estaba todo revuelto y a un costado de su nariz había un grano que ayer no estaba. Suelto una risita, deslizando mis manos con plena suavidad sobre su rostro, podría tener aquel despertar por siempre en mi vida.

Su cuerpo se removió lentamente, entreabriendo sus ojos y allí aparecieron aquellos ojos que tanto amaba.

-Buenos días –dije en tono bajo, sin dejar de sonreír mientras veía como se estiraba un poco y observaba a su alrededor.

-Quiero tener estos buenos días siempre –sus labios sonrieron y no pude evitar deslizar mis dedos por sus hoyuelos. Cuanto los amaba.- Buenos días –sus brazos me agarraron y me pegaron a su cuerpo, dándome un suave beso sobre mi boca- Ven a ducharte conmigo.

¿Quién era yo para negarme a esa hermosa propuesta?

Observé su cuerpo desnudo cuando se levantó de la cama y finalmente yo también me levanté, caminando detrás de él hacia el baño. Era pequeño pero entrábamos en la ducha y si debíamos de apretarnos un poco no pasaba nada. No pude evitar darle un pellizcón en una de sus nalgas, haciéndolo reír y ganándome una nalgada de su parte.

-Qué bien te ves –dije observando su cuerpo mojarse al igual que su cuerpo con el agua tibia, hacía algo de vapor dentro del baño.

-Tú también te ves...demasiado bien –sus ojos recorrieron mi cuerpo de arriba abajo. Sentía algo de vergüenza así que me voltee pero era demasiado tonto de mi parte porque igual estaba desnuda- Uy, te cubriste tanto –dijo con obvio sarcasmo, pegándose a mi espalda, pasando sus manos por mi abdomen.

-¿Quién te dijo que esa era la intención? –pregunté en tono divertido, volteando mi cabeza a un costado, dejando que besara mi cuello.

Su mano bajaba cada vez más hasta meterla entre mis piernas y no sé exactamente cuantos minutos pasaron, pero me encontraba contra la pared de aquella ducha, de espaldas y con su pecho pegado a mi espalda, mientras se movía contra mí y me acariciaba por delante. No podía parar de gemir.

Estaba a punto de perder la cabeza.

Como si fuera poco, a los pocos minutos de haber tenido un increíble orgasmo junto con el suyo, me había puesto de frente con la espalda contra la pared y esta vez fue su cabeza la que estaba metida entre mis piernas.

Sentía que en cualquier momento mis piernas fallarían y caería al piso, mis manos no paraban de enredarse en su pelo y empujarlo entre mis piernas. Estaba temblando, su boca y su lengua se encargaron de llevarme al cielo una segunda vez.

Maldita sea, Leclerc.

. . .

Finalmente habíamos vuelto a Monte Carlo, estábamos estacionándonos frente al edificio, aún era de mañana. Estaba ansiosa por ver a mi niña, la había extrañado bastante aunque también era cierto que ya era necesario para mí tener un momento solo mío y sinceramente, no pude haber tenido otro mejor.

Si vuelvo a verte │Charles Leclerc│Where stories live. Discover now