CAPÍTULO 52: En casa.

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Los dedos de Charles dejaron de tocar el piano, su cuerpo no se movió por varios segundos hasta que finalmente se dio la vuelta. Sus ojos me observaron y sus labios se entreabrieron.

-Hola –dije ahora acercándome unos pasos más, sin dejar de sonreírle.

Él se levantó de allí de forma lenta y se acercó a mí, sus ojos tenían una lágrima a punto de caer, estaba segura que los míos también la tenían.

-Volviste –murmuró él, apoyando sus manos en mi mejilla.

-Volví y estoy aquí porque también vine a buscarte –dije en tono bajo también, cerrando mis ojos un momento.

Había extrañado su tacto, su aroma cerca de mí, había extrañado absolutamente todo. Sus brazos me acercaron a él y me abrazo con fuerza, su rostro se escondió en mi cuello y el mío en el suyo.

-Me tendrás siempre –dije en un sollozo, acariciando su nuca. Me separé de su cuerpo, limpiando sus mejillas. Él sonrió y mi vida volvió aún más fuerte. Allí estaban aquellos hoyuelos, allí estaban aquellos ojos verdes brillando.

-Mi amor –susurró y sus labios se apoyaron encima de los míos por varios segundos.- Sabía que volverías, siempre te esperé y lo hubiera hecho por siempre.

Estiro mi mano tomando el ramo de flores y se lo entrego.

-Me dijiste que te gustaban los tulipanes –digo con una sonrisa, viendo como observaba las flores y su sonrisa se hacía aún más grande.

-Nunca me habían regalado flores  –su mano acarició mi mejilla.- Es un detalle demasiado hermoso, de los mejores que algún día me dieron.

Caminé hasta el piano, presionando algunas teclas y voltee la mirada a él.

-¿Alguna vez tocaste el piano? –cuestionó soltando una risa, me recordaba a cuando me había preguntado si alguna vez había navegado y creo que era la intención.

-No, nunca –negué, sentándome a su lado en aquel banco. Tenía tantas emociones encontradas, estaba nerviosa, emocionada y sensible.

-Entonces puedo enseñarte, tengo la vida entera para hacerlo –sus dedos se apoyaron sobre algunas teclas y comenzó a tocarlas, moviendo los dedos con tanta facilidad.

-Tienes toda la vida para todo lo que quieras conmigo -murmuré dejando un pequeño beso sobre su hombro. 

Yo solo podía admirarlo con amor, con admiración, con paz. Mi mejilla se recostó contra su hombro y mis brazos se pasaron alrededor de su cuerpo. Aquella melodía era tan tranquilizadora que no podía evitar suspirar sin dejar de sonreír.

Mi vida había vuelto, mi paz, mi felicidad estaban allí. Observé el perfil de Charles, el me miró un momento, cuánto podía cambiar la mirada de alguien cuando observabas algo que amabas con toda tu alma.

Porque estaba segura que mis ojos ahora mismo eran resplandecientes.

Estiré mi mano y acaricié su mejilla de forma lenta, pareciera que disfrutaba de presionar aquellas teclas y yo sin dudas disfrutaba de verlo hacerlo. Aparte de amarlo como hombre que era, lo amaba porque era la persona más hermosa que algún día había conocido. 

. . .

Jueves.

Me miro por última vez en el espejo, acomodando la camiseta de Ferrari. Me veía bien, termino de colocar perfume y finalmente salgo de allí, caminando hacia la sala de casa.

Miro a Charles de pie con su celular, pero en cuanto aparecí, lo dejó a un lado sonriéndome ampliamente.

-Te ves demasiado hermosa –dijo acercándose a mi, abrazando mi cuerpo y mis brazos se pasaron por su cuello, besándolo suavemente.

Si vuelvo a verte │Charles Leclerc│Where stories live. Discover now