Extra - Esmeralda Meyer

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Esmeralda.


Miami, Florida

Subo un poco más la falda mostrando mis muslos al mismo tiempo que desabotono la camisa para que mis pechos tengan vista. Me echo el cabello hacia atrás y ahora sí tomo la bandeja con bebidas paseando por entre las mesas del club.

La música forma parte del ambiente y el ruido que hacen los hombres cuando en la televisión va perdiendo el equipo al que le apostaron se hace notar.

—¡Ellie, mesa cuatro! —me gritan desde la barra. —¡Anda!

Enfadada y hastiada de todo, me acerco a la mesa donde dejo las cervezas. El hombre se queda mirando mis pechos tan embobado, que no se da cuenta de que mi mano derecha acaricia la suya  hasta que tengo conmigo el anillo de oro que tanto luce.

Le guiño un ojo antes de irme y continúo con mi trabajo el resto de la noche. Mi jefe no me quita la mirada de encima y sé que si no me voy ahora, no podré irme nunca con lo que traigo encima, así que me preparo para pasar por el lado de donde están los cables y dejo caer la bandeja con las bebidas encima del cableado causando que el bar se quede a oscuras.

Rápido me apresuro a llegar a la puerta, pero antes de salir me toman de los hombros estampando mi cara contra el vidrio.

—Suéltame, hijo de puta.

Me lame la mejilla.

—¿En serio creíste que te iba a dejar ir? —se ríe. —Vienes a mi bar, robas y pretendes irte como si nada, no, eso no se va a poder.

Me toma del cabello llevándome hasta la bodega, dónde desde el día en que llegué aquí supe el secreto tan horrendo que se escondía detrás de estas puertas.

—De acuerdo, ¿Qué te parece si hoy lo hacemos por las buenas?

Aprieta mis pechos.

—Me parece bien, ya estás aprendiendo.

Lo llevo hasta el escritorio y me desabotono la camisa para que se entretenga. Me mira como un bobo y le bailo durante un rato hasta que tengo en mi poder el vidrio con el que me acerco y corto su garganta en una línea fina, pero profunda.

La sangre le brota a montones y no tarda en caer al suelo. La mayoría de los hombres se emboban tan rápido, que ponen en peligro su propia vida sin darse cuenta.

—No sabes las ganas que tenía de hacer esto, cerdo asqueroso. —lo pateo. —Pudrete en el infierno.

Rápido me visto, tomo el dinero que tiene en su mesa y salgo de la oficina sin llamar mucho la atención. Me quito los tacones y descalza corro por las calles de Miami en la madrugada. Los autos tocan el claxon cuando cruzo la avenida sin mirar y por poco me salvo de ser arrollada.

Llego hasta uno de los callejones y es donde tomo aire contando el dinero que tengo encima. Son cuatrocientos sesenta dólares, no es mucho, pero lo suficiente para sobrevivir unos días. El sonido de una patrulla me pone alerta y me escondo detrás de un bote de basura dónde me quedo un rato hasta que ya no hay peligro.

Busco el supermercado más cercano metiendo de todo en el carrito, más cosas enlatadas que otra cosa y también productos de aseo personal. Parezco una vagabunda con el carrito del súper, pero no me interesa, solo hago lo que puedo para continuar hasta llegar al pequeño y horrendo hotel donde me cuesta subir el carro hasta el segundo piso.

Toco la puerta dos veces y mi mejor amiga me abre rápidamente.

—¿Por qué tienes sangre? ¿Qué te pasó?

Tentación Azul 1 ® BORRADOR (PRÓXIMAMENTE EN FÍSICO) Where stories live. Discover now