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—... incluso ya son las seis y media, gatito.

—Todavía no te decepciones, mi terroncito de azúcar morena, porque falta media hora —Zael le respondió a su esposo por medio de la llamada telefónica—. Te prometo que sólo me encargo de este ausento y a las siete en punto estoy en el restaurante.

Tras haberse escabullido a ese pequeño patio trasero de una casa ubicada en una colonia pequeña y moderna, él se bajó el pasamontañas de color negro que había usado como gorro durante el camino hasta ese lugar. Y antes de tocar la estrecha ventana se tomó el tiempo para acomodarse los guantes de cuero que envolvían sus manos.

Al cabo de unos segundos se dispuso a abrir la ventana con algunas pinzas y clics, ya que tenía puesta el seguro por encontrarse siendo ya la noche. Al abrirla por completo se metió a la casa sin mucho esfuerzo, habiéndose metido a la cocina a entera oscuridad.

¿Manchado de sangre? —su esposo inquirió a modo de reclamo—. Le hubieras dejado ese asunto a alguien más.

—Cuando se trata de ocuparse de una persona que ha intentado pasarse de listo conmigo, no existe alguien más que yo para resolver ese asunto —comentó en voz baja y severa—.Tú espérame guapo y perfecto sentado en la mesa de ese restaurante. Pórtate bien y yo te recompensaré al llegar a casa.

Está bien, gatito, como tú digas —respondió su esposo—. Te amo..., mucho, gatito.

—No me pongas esa pausa. Me hace pensar que me lo dices con culpa porque debes estar con alguien más —espetó molesto—. Nada más te recuerdo que te tengo rastreado, ubicado y vigilado.

Él no mentía en lo más mínimo y tampoco era una broma. Su esposo sabía eso.

Mantenía a su esposo muy bien vigilado y cuidado cuando estaba fuera de casa, rastreado y ubicado por medio de un chip insertado en el celular. Si a su esposo se le ocurría desviarse del camino solo o acompañado sin antes haberlo llamado para avisarle sobre eso, entonces él lo sabría de inmediato.

Lo tenía perfectamente bien controlado, como ahora que, aunque su esposo ya se encontraba esperándolo en el restaurante favorito de ambos, no estaba del todo solo. Por supuesto que había algunos hombres cuidándolo a su debida distancia y comunicándose con él por si veían algo fuera de lo normal cerca de YajaTzael, como alguna persona buscona.

Te estaré esperando, gatito, sólo no tardes mucho —dijo YajaTzael luego de una minutos en silencio—. Y no vayas a manchar el traje que te acabo de regalar, ¿está bien?

—Tendré cuidado, bebé —sonrió debajo del pasamontañas—. Te amo.

Después de escuchar la misma frase de la boca de su marido detrás de la línea telefónica, la llamada se dio por terminada. Él entonces se dirigió fuera de la cocina en busca de venganza.

Un hombre de apellido Ho que lleva años trabajando para él vendiendo sus pastillas de crack a los clubes nocturnos, se le dio por clavarle un puñal en la espalda revendiendo las pastillas al doble de precio para tener un dinero extra más de lo que él le daba cada fin de mes.

Eso lo tomó como fraude y engaño, y para fraude y engaño sólo él. No tenía planeado perdonar una traición de tal magnitud y seguir dejando que ese tipo se ría en su atractivo rostro, así que por eso se encontraba en esa casa.

No iba a matar a Ho, claro que no, pero sí a su amada esposa. Sería como una cucharada de la sopa caliente que realmente le espera cuando él lo quiera matar directamente.

Por el momento quería dejarle un recado..., solamente que el recado sería su esposa.

—¿En dónde está esa perra? —gruñó en voz baja estando en medio del centro de la sala mientras observa sus alrededores—. Puedo sentir su perfume de barata imitación.

Mαη's Ƭσxıc ༝ 「ʏᴏᴏɴᴍɪn」Where stories live. Discover now