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—Yo también quiero mandarinas, YoonGi-Ah. Se ven ricas.

YoonGi le hizo tremendo ojo juzgón a su novio cachetón mientras mastica gustoso unos tres gajos de mandarina. Incluso dejó de alisar su camisa rosa con detalles en negro.

¿Compartir lo más sagrado para él? ¿Compartir algo que no comparte ni con su propio papá?
Nunca.

No iba a darle a JiMin ni un sólo gajo, así tuviera cinco mandarinas más en un canastito sobre la mesa gamer. Porque había límites.

—Nene, tú estás equivocado —dijo en lo que reanuda su vestimenta.

—Pero sólo sería un gajo, Hyung —murmuró JiMin de labios abultados—. Nada más para no quedarme con el antojo.

—No te preocupes, cachetitos con patas, ya pronto bajamos a desayunar —respondió sonriente—. Habrán más frutas..., más ricas que una simple mandarina insípida —culminó metiéndose a la boca otros tres gajos más.

—Está bien, YoonGi-Ah.

El menor movió la cabeza en señal de afirmación. Puso de lado el tema de las mandarinas para disponerse a amarrarse los cordones de sus converse con florecitas rosa pastel.

Su cabello lavado no tan recientemente ya lo sentía secarse, por lo que se haría cargo de él luego de terminar con sus converse. Los cuales veía con unos ojos destellantes.

Había conocido lo que es una rutina de pareja y ha de confesar que era lo mejor de todo el mundo, algo a lo que fácilmente podría adaptarse. Un bonito sentimiento quedó en su pecho.

La alarma sonó y junto con YoonGi se despertó. Los dos salieron de la cama, se quedaron platicando unos minutos y luego entraron al baño para ducharse juntitos.
Salieron y ahora se estaban mudando juntos, en la espera de terminar para bajar a desayunar e irse a la universidad en la moto de YoonGi.

—Señor cachetón.

—Mande.

—Míreme.

El ceño de JiMin se arrugó un poquito, cuando confundido por la petición de YoonGi se vio alzando la cabeza y poniéndole sus ojos saltones encima; interrogando en silencio.

YoonGi entonces se mordió el puño y luego se fue en carrrerita hasta la mesa gamer, para coger el canasto de mandarinas y con la misma devolverse a él.

Le entregó el canasto antes de sentarse a su lado y apapacharlo en un fuerte y apretado abrazo, con el que hubo beso tras beso puesto en cada zona de su rostro.

—Tú eres mi bebé —YoonGi le lloriqueó con la nariz enterrada en uno de sus cachetotes—. Tú eres mío, mío y de nadie más.

—Ouh, qué bonito es el amor cuando es bilateral, ¿no?

Los dos le dieron un giro a su cabeza para observar hacia la puerta, en donde Jorge yacía apoyado en el marco de brazos cruzados, con una pequeña sonrisa en los labios y un brillito en su ojo café caramelo.

El elegante hombre vestía una camisa manga corta negra de botones y encima su infaltable gabardina. Esta vez, de un color rojo debian, que tenía una flor incrustada en la zona del pecho.

El parche era del mismo color que la gabardina y, por supuesto, unos guantes negros que le cubren las manos, en el que el único anillo que estaba puesto sobre el cuero era el de la corona. Aquel que le hace saber al mundo que es jefe de un cártel de drogas.

Además, estaba la ausencia del bastón cabeza de dragón dorada, lo que era una clara señal a un buen mejoramiento físico y mental. Ahora ya podía caminar sin ayuda de alguien más.

Mαη's Ƭσxıc ༝ 「ʏᴏᴏɴᴍɪn」Where stories live. Discover now