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—La mafia Rusa cerraría este trato siempre y cuando el cargamento sea por vía marítima. Es más seguro.

—Y respecto a su parte, depositaríamos los tres millones de dólares en diversas cuentas bancarias, para evitarnos más problemas.

—Esa es nuestra condición para cerrar trato con usted, señor Min.

Kim HakYung de Min pasó revista hacia su lado derecho para observar a su esposo ahora que no había abierto la boca tras escuchar las condiciones de los miembros más importantes de la mafia Rusa.

En esa gran sala se dividió el silencio y la tensión por parte de todos los integrantes que se encontraban sentados alrededor de esa gigantesca mesa redonda hecha de cristal. Cada uno de ellos, incluyendo a HakYung, detuvieron todo para mirar al hombre con un parche en el ojo que yacía sentado justo en el centro de esa gran mesa redonda.

Este hombre era el jefe del narcotráfico más extenso e importante de todo el continente Asiático, y era líder del clan familiar Min: grupo de gente unida por parentesco y ascendencia del ancestro que marcó el mundo de las drogas ilegales y adictivas entre los años de mil setecientos.

Min Jorge era el nombre del jefe actual del tráfico de drogas en Asia y, por ser americano legalmente, era socio y cómplice fundamental de la mafia Estadounidense. Asimismo, dicho hombre era quien permanecía sentado en medio de toda esa mesa redonda de cristal y era el dueño de cada una de las miradas que había en esa sala.

—¿Está pensando o está distraído? —Curoseó Artem, uno de los dos miembros importantes de la mafia Rusa.

—Ambas —respondió HakYung con un gesto inexpresivo en su precioso rostro de modelo—. Está pensando y está distraído. ¿Puede ser un poco más paciente, señor Artem?

—Llevamos horas aquí. Necesitamos una respuesta —alegó Artem con un tono pretencioso—. No podemos seguir perdiendo el tiempo.

—Eso lo tendría que decir mi esposo, que es el jefe del tráfico en toda Asia —comentó HakYung con un fijo contacto visual—, y no un simple miembro que no tiene un papel realmente importante en la mafia Rusa, más que hacer mandados y encargos.

—¿Qué está insinuando? —chistó Artem con el ceño fruncido.

—Que debería sentirse honrado de que su jefe le dio la gran oportunidad de asistir a esta reunión —HakYung respondió al instante con el mismo tono de voz, el de una dama con carácter—, y que si por sus aires de grandeza no llega a hacer un trato con el narcotráfico Asiático, su jefe lo meterá a una hoguera.

—Eso no...

—Así que sea paciente y manténgase en silencio si es que ya acabó de exponer sus condiciones —HakYung sentenció sin perder para nada los estribos.

Una vez hizo que en esa sala llegase a resurgir el silencio tras poner en su lugar a Artem sin la necesidad de llegar a gritos o insultos, ella volteó a mirar a su esposo nuevamente.

Para llamar la atención de su esposo y regrasarlo a la realidad, por debajo de la mesa le metió tremendo pellizco en la pierna. Esto produjo que su esposo le correspondiera la mirada y ella tuviera oportunidad de alzar sus bonitas cejas como una forma de recordarle que se encontraban en medio de una importante reunión.

Entonces, Jorge pasó revista hacia el frente en lo que expulsaba un leve suspiro por la nariz. Se acomodó en la silla en la que yacía sentado y se desabrochó el último botón de su saco color negro mate.

A continuación, tras un carraspeo entrelazando sobre la mesa sus manos cubiertas con unos guantes de cuero, continuó con la reunión.

—Antes que nada; señor Artem, quiero decirle que si vuelve a dirigirse a mi esposa con ese tono pretencioso, el que lo va a meter a una hoguera seré yo y no su jefe —habló a voz segura, demandante e imponente—. Ahora, respecto a sus condiciones, déjeme decirle que admiro los huevos con los que se atrevió a proponer algo así.

Mαη's Ƭσxıc ༝ 「ʏᴏᴏɴᴍɪn」Where stories live. Discover now