PRÓLOGO

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Mackenzie Turner siempre había sido la misma chica simpática y agradable. Tenía una sonrisa para todo el mundo ―cuando estaba de buen humor―, le gustaba socializar, le gustaban los números como a un niño pequeño un chocolate y también era bastante ingenua. Incluso se podría decir que a veces pecaba de buena persona.

Se crio en una familia de granjeros bastante humilde, fue todo lo que sus padres pidieron de ella y se graduó en lo que soñó. Solo le faltaba triunfar en el mundo laboral, tal y como sus tres hermanos mayores habían hecho. 

Ella quería ser contable, y su siguiente sueño era serlo en Panic-22, la empresa con la que fantaseaba durante toda la carrera. Cuando recibió la cita para la entrevista no se lo podía creer. La morena creía que estas cosas solo pasaban en las películas, pero no, esta vez le estaban ocurriendo a ella... y entonces empezó lo que ella creyó que sería su vida adulta, independiente y perfecta.

Bueno, todo menos eso último.

Cameron Cooper no era lo que ella había visto en internet o lo que sus profesores decían. Desde que puso un pie en su despacho supo que era un tirano enfundado en una estética agradable de cara a la prensa. "Rancio, tirano y cascarrabias" así era como Mackenzie lo catalogaba. Lo detestaba, lo odiaba. Ir a trabajar se había convertido en un suplicio.

Y cuando pensó que nada podía ir a peor..., bueno, todo fue a peor.

Una serie de deudas la llevan a tomar una decisión algo descabellada: comenzar a tener citas con señores mayores a cambio de dinero.

Pero claro, un secreto solo es un secreto cuando solo lo sabe uno mismo. El problema para Mackenzie fue que cierta persona terminó enterándose de su "poco apropiada" forma de obtener un beneficio económico, poniéndola entre la espada y la pared para conseguir que salga de ese mundo, metiéndola de lleno en el suyo sin ser él del todo consciente.

Cameron Cooper terminó convirtiéndose en el sugar daddy de Mackenzie y ella terminó aceptando su compañía.

Ambos comenzaron a dejar atrás su relación profesional para llevarla a un terreno mucho más personal que ninguno de los dos había querido ―o esperado― en un principio porque, como es bien sabido, el amor y los negocios no se mezclan.

Una chica como Mackenzie no podía convertirse, ni ser, el interés amoroso de un hombre como Cameron Cooper. Y no solo era algo malo por la diferencia de edad ―que era importante― si no que sus mundos no coincidían, y tampoco lo hacían sus personalidades. 

Eran como dos imanes repeliéndose para luego volver a atraerse.


Señor Cooper, váyase a la mierdaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora