XI. JEFFREY SIMS

639 64 2
                                    

Capítulo once

"Levanta la cabeza y empoderate"

Despierto más ávida de lo que alguna vez habría podido imaginar que haría. En cuestión de cuarenta minutos estoy aseada, vestida y casi maquillada. Doy unos toques de rubor en mis mejillas, para después repasar de nuevo la máscara de pestañas, preguntándome unas cuatro veces si debería poner mascara en las pestañas de abajo. Me pongo los tacones y suspiro, sintiendo cierta molestia en mis pies.

Y con eso, una vez que considero que estoy lista, tomo mi móvil y mi bolso, con el pendrive en la mano.

Al llegar al hall, la figura de Cameron aparece en mi campo de visión. Imponente e impecable, como siempre.

Suspiro y avanzo hasta llegar a él, captando su atención. Ajusta su corbata y me pregunto cuan caprichoso es el destino cuando veo que su corbata es gris con algunos cuadros al estilo escoces, como mi falda.

―Tienes quince minutos para desayunar, yo de ti comenzaría. ―niego con la cabeza y él frunce el ceño―. ¿Cómo que no?

―No me entraría nada ahora mismo por más que quisiera. Tengo el estómago bloqueado por los nervios, señor Cooper.

―Eso es absurdo. ―no me había fijado que tiene la chaqueta abierta hasta que no veo como se abre cuando posa una mano en su cadera, chocando contra su camisa extremadamente blanca. Le miro tratando de demostrarle que era así, a lo que él parece sorprendido―. Está bien, como quieras.

Mueve las manos en gesto de paz y yo no puedo hacer otra cosa que preguntarme ¿qué diantres ha pasado con Cameron Cooper? Mi jefe tirano, estirado y mala persona no se rendiría tan rápido.

Alzo el pendrive al aire y él lo observa detenidamente, dándome indicaciones de que en la recepción podré imprimir lo que necesito. Así lo hago, y tras cinco minutos en los que consigo cuatro copias de mi trabajo, vuelvo a donde está mi jefe.

―Toma esto, por si en algún momento lo necesitas. ―tiende hacia mí una botella que está realmente fría cuando la toco.  

Es de un color agua marina, con unos árboles como los cerezos en flor dibujada y las letras Arizona en blanco.

Me ha comprado té, qué caballeroso por su parte.

―Muchas gracias señor Cooper. ―sonrío y comienzo a seguirle cuando avanza hacia la puerta.

Hoy me siento diferente, no sé por qué, pero no quiero ser débil. Quiero ser fuerte, no agachar la cabeza, quiero igualarme. Ayer yo salvé PANIC-22, me merezco algo más que recibir gritos de Cameron Cooper para después agachar la cabeza y hundirme a mí misma.

―¿Crees que Clinton aceptará el trato? 

Frunzo el ceño y cierro el bolso tras guardar el té, mirando a mi jefe. Me ha hablado de buena manera por voluntad propia, sorprendente. 

―No lo sé al cien por cien, pero me arriesgaría a decir que sí... ¿usted qué cree? ―siento que el calor se encuentra en mis mejillas cuando compruebo que su mirada no se aleja de la mía.

―Yo creo que sí. ―ambos caminamos hacia el coche, siendo seguidos por Jan y Terry―. Somos lo mejor que tienen, además, ayer hiciste un gran trabajo. Sé que no te lo dije, pero hiciste un trabajo maravilloso.

Agacho la mirada solo por la presión de vergüenza y timidez que siento. Seguramente estaría roja de la vergüenza. ¿Cameron Cooper me está agradeciendo mi trabajo? ¿Esto no es un sueño? ¡Cameron Cooper está felicitándome por mi trabajo! Ay, Jesús, que alguien lo grabe.

Señor Cooper, váyase a la mierdaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora