XXV. COBARDE

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Capítulo 25

"Huir de los problemas no los va a hacer desaparecer, querida"

No quiero abrir los ojos porque estoy demasiado a gusto. Todo es suave, con olor a limpio, demasiado caliente y acogedor como para tener ganas de abrir los ojos. ¿Quién no querría seguir así? Aunque sea un coche, es mil veces más cómodo que mi cama... espera un momento... esto no se siente como un coche.

Abro los ojos y me encuentro con todo blanco, demasiado resplandeciente. Me impulso hacia arriba y restriego mis puños contra mis ojos, sintiendo un terrible dolor. No, no, no, no. Los abro a duras penas, y tras parpadear varias veces, enfocando mi mirada en el lugar, compruebo que esta no es mi casa. ¡Qué más quisiera yo que esta fuese mi casa! Pero bueno, aquí lo importante era que la he vuelto a liar. ¿Qué casa es esta?

Miro al frente y veo una puerta de que da a lo que imagino que es el baño, al lado hay dos sofás de cuero blancos y a la derecha de estos otra puerta. Es una habitación inmensa. A mi izquierda queda una gran ventana que da a un jardín bastante bonito, perfectamente arreglado y cuidado. Esta es la casa de Cameron, una de las habitaciones de invitados que vi cuando vine y comencé a cotillear... ay Dios mío, ¿qué hacía yo en la casa de Cameron? Anoche no bebí tanto... ¡y él se suponía que me llevaba a casa! ¿Qué se supone que hago aquí, entonces?

Levanto las sabanas, sintiendo un alivio tremendo cuando veo que llevo toda mi ropa, a excepción de los zapatos. Busco con la mirada el bolso, encontrándolo en uno de los sofás, por lo que salgo de la cama, e ignorando el frío y el dolor de cabeza, voy a cogerlo. Saco el móvil y encuentro quince llamadas perdidas de Pia y doce de Emma, por no hablar de los mensajes que tengo de cada una de ellas, además de varios de mis padres para saber cómo estaba. Me llevo una mano a la cabeza y suspiro, sin saber qué hacer.

Me quedé durmiendo en el coche y, seguramente, Cameron no encontró forma de despertarme para poder ir a mi casa, y tampoco pudo contactar con mis amigas. No es algo muy profesional que digamos, pero es mejor que haberme dejado en el portón, o en la calle. No tendría que haber bebido, pero dentro de lo que cabía, era lo mejor que me podía haber pasado.

Procedo a ponerme los zapatos y a hacerme una cola con el pelo tan estropajoso que llevo. Me pongo el abrigo a pesar de que el sol por fin se ha dignado a brillar, colgándome el bolso, dispuesta a huir por la ventana que da al jardín.

Tiro de la palanca pero la ventana no se mueve, y es ahí cuando me doy cuenta de que hay que poner un código de seguridad para desbloquearla. ¿Qué paranoias tiene este hombre? ¿Quién pone un maldito código de seguridad interior en una puerta corredera de jardín? Vuelvo a intentar tirar pero no se mueve, por lo que suspiro y retrocedo. No tengo por qué agobiarme, ¿a qué no? Voy a salir de aquí sin ser vista. Cameron sabrá cómo entre, pero no cómo salí.

Porque mirarle a la cara después de haberme emborrachado la noche anterior y de haber dormido, por ende, en su casa, es algo que no va a pasar.

Abro la puerta de la habitación y salgo al pasillo, escuchando un silencio sepulcral. ¿No hay nadie? No, eso es imposible... seguramente Cameron estará durmiendo, por lo tanto debo de ser silenciosa. A mi izquierda no hay salida, sólo un cristal que muestra el jardín, por lo que camino dejándolo a mi espalda... tratando de recordar con certeza la distribución de esta casa. La habitación de Cameron queda al fondo del pasillo que ya he dejado atrás, pues estoy a punto de llegar al cruce entre el salón y el pasillo principal.

Quizá debería de dejar una nota, pero a la vez no me siento cómoda haciéndolo. No tenemos confianza, ya le agradeceré en persona que me hubiese dejado dormir aquí, pero no es mi interés principal en estos momentos. No creo soportar la vergüenza.

Señor Cooper, váyase a la mierdaWhere stories live. Discover now