XII. AHOGARSE

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Capítulo doce

¿Por qué siempre te avergüenzas por todo?

Siento que he muerto cuando respiro agua y al abrir la boca también entra agua. Abro los ojos y muevo las manos, aferrándome a los extremos fríos que de repente tocan mi piel. El sonido del teléfono suena distorsionado por el agua, pero se vuelve normal cuando me impulso con los brazos y saco la cabeza.

Doy una bocanada de aire y un pequeño grito seguido de eso, llevándome las manos a la cara. La puerta es aporreada con fuerza y escucho como gritan mi nombre mientras toso sin parar. 

Mierda, me había dormido en la bañera. Podría haberme ahogado, Jesús, podría haber muerto ahogada y nadie se habría enterado.

Sigo tosiendo cuando salgo del agua que me cubría ―ya fría― dejando atrás una espuma casi inexistente. Agarro el albornoz y me lo pongo, para después salir y dejar mi cuerpo escurrir sobre la toalla de pies. Estornudo varias veces con la sensación horrible de agua con jabón en mi nariz, rascándola y tosiendo alguna que otra vez. Una vez que respiro profundo y me quito mechones mojados de la cara, observo en dirección a la habitación.

―¡Ya va! ―zapateo un poco en el suelo para secar mis pies y varios mechones empapados salpican.

Joder, tengo un aspecto horrible. El moño, prácticamente deshecho, que me había hecho antes de meterme, estaba empapado, y mi cara dejaba entrever lo idiota que había sido. Voy a por mi móvil, y antes de comprobar quien había llamado, se apaga sin batería. Genial.

Suspiro y corro hacia la puerta cuando vuelven a golpearla. Me ajusto el albornoz y aprieto el nudo que lo aferra en mi cadera, procediendo a abrir la puerta.

Casi me caigo de culo al ver a Cameron Cooper parado frente a mí, con expresión de disgusto y sin su particular atuendo. Por primera vez le veo llevar algo que no es un traje de chaqueta, y debo decir que los vaqueros parecen sentarle de lujo. Mantiene su típica y formal parte de arriba en versión camisa, con los primeros botones desabrochados. Él, como siempre, va genial e impecable... mientras que yo luzco como si acabase de sobrevivir.

―Se... señor Cooper ―carraspeo un poco y reprimo las ganas de toser―, ¿ocurre algo?

―¿Qué te ha pasado?

Mantiene el ceño fruncido, repasando con una mirada todo mi cuerpo. 

Genial, le he abierto la puerta a mi jefe recién salida de la bañera. Seguro que eso afecta de forma positiva a su forma de verme, que no era para nada mala.

―¿A mí? A mi nada, no sé de qué habla.

Al final, aunque intento reprimirlo, termino tosiendo y él frunce el ceño otra vez. Me mira de arriba a abajo y, sin que nadie le invite, entra en la habitación que él está pagando para ir hacia el baño.

Cierro la puerta y niego con la cabeza, siguiéndole sin mediar palabra.

―¿Te has dormido en la bañera? ―su mirada contiene una mezcla de asombro y molestia, para después observar el agua que ha sobresalido por mi repentino sobresalto―. ¿Sabes lo peligroso que es eso? La gente estúpida muere por eso, Turner.

Agacho la cabeza y luego vuelvo a alzarla para ver como avanza hacia la bañera, remangando su camisa. Pulsa el botón que baja la cortinita de la ventana, que me dejaba ver que estaba anocheciendo y, tras eso, sumerge la mano hasta el tapón de la misma, comenzando a vaciarla.

Aparto la mirada con algo de vergüenza, recorriendo el baño d forma visual. Me quedo tiesa cuando veo una esquina en concreto, donde había dejado mi ropa antes de bañarme. ¡Mi ropa interior está en el suelo junto con el resto de la ropa y mi jefe está a apenas centímetros de mi tanga de abejas amarillas!

Señor Cooper, váyase a la mierdaWhere stories live. Discover now