XIII. CORAZÓN ROTO

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Capítulo trece

Si yo no veo el problema, el problema no me ve a mí

No sé cómo estoy de una sola pieza en mi habitación, deshaciendo la maleta que el mismísimo Terry ha dejado en mi casa junto a mi persona.

Cameron Cooper había estallado como una bomba de relojería. Sabía que estaba enfadado conmigo por haberme tardado cinco minutos en total para subir a mi "oficina", pero ver a su amigo de esa manera, con el plus de la asistencia de John McCall... bueno, todo se volvió un campo de tiro.

Gritó todo lo que quiso y más aún. Maldijo, insultó y volvió a empezar esas dos acciones. McCall tuvo que abandonar el edificio por su propia seguridad personal, mientras que Grace me alejó de la mirada que Cameron ponía sobre mí. Lo curioso de todo fue que el mismísimo Zachary se llevó a su amigo fuera del edificio, calmándole cual ibuprofeno al dolor de cabeza.

Yo sufrí por mi misma, por mi puesto de trabajo y, sobre todo, sufrí por lo que pudiese llegar a poner en mi curriculum.

No le vi más en toda la mañana. Grace me dijo a las seis que podía irme a casa, por lo que solo tuve que llamar a Terry, rezando porque no estuviese Cameron cerca. Es algo absurdo pues es uno de sus guardaespaldas y esta claro que le tenia que avisar... pero al menos mi jefe no hizo acto de presencia por allí.

―¡Pero mira qué bombonazo tenemos por aquí!

Me giro de cara a la puerta cuando ya he cerrado la maleta, lista para guardarla bajo la cama. Sonrío a mi queridísima amiga y compañera de piso italiana, sacando mi lengua antes de agacharme con la maleta. La empujo con los pies hasta que no se ve y cuando me giro abro los brazos, acogiéndola entre ellos cuando me abraza.

La achucho fuerte contra mi durante unos segundos, dejándola tras eso para seguirla hasta el salón. Allí comenzamos a hablar sobre estos días que he estado fuera desde que fui a casa de mis padres, y me sorprendo a mi misma descubriendo que lo que habían sido cinco días me parecen semanas.

Al parecer, Emma había ido ido a visitar a su novia a la casa de su madre y Avril y Pia habían estado saliendo juntas el viernes y el sábado por la noche. Me siento un poco asqueada al saber que un tío había estado en mi habitación haciendo cosas impuras con mi amiga... por lo que solo me quedaba confiar en la palabra de Pia y creer que mi cama estaba limpia y respetada. Me enseña fotos del chico en redes sociales y yo me emociono al ver que era atractivo y encima estaba de prácticas en un hospital, con intenciones de ser cirujano. Eso es a lo que yo llamaba un braguetazo.

―No me termina de convencer. ―mi amiga suspira―. Ha sido muy fácil... y encima es "don perfecto", no me gusta.

―A ver si lo he entendido bien... ―me siento de manera que quedo frente a ella, con el ceño fruncido―. No te gusta porque es... ¿el chico que toda madre querría para su hija? O sea, es un futuro cirujano, tiene sólo 28 años y es un moreno de ojos verdes.

Ella me mira expectante, y cuando parece que acabo de hablar, asiente. Me río por no llorar y niego con la cabeza, frotando mis parpados cerrados con las yemas de los dedos.

―Eres tonta. ¿Qué buscas? ¿A un chico que haga skate en un parque y que luego se vaya a fumar hierba?

Sé que sueno como una persona clasista, y aunque no es lo que pretendo, tampoco sé cómo expresarme de una mejor forma.

―Quizá ―se encoge de hombros―. Quizá no esté hecha para una persona formal, total, mírame. ―se ríe y me muestra su mano tatuada, seguido de tocarse el septum de su nariz―. ¿De verdad me imaginas en un restaurante caro con él y sus amigos cirujanos? Pretendo tatuarme el cuello, y luego este brazo ―alza el brazo izquierdo, que está aún limpio.

Señor Cooper, váyase a la mierdaWhere stories live. Discover now