XXVI. VISTAS MARAVILLOSAS

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Capítulo 26

"A la tercera va la vencida"

Ya son las doce de la mañana de un lunes y aún no he visto aparecer a Cameron. ¿Dónde se había metido? Cualquiera diría que se estaba escondiendo... claro, cualquiera que no le conociera. Él nunca se escondería de mí, yo era la que solía esconderse de él.

La hora del almuerzo había pasado y él seguía sin hacer acto de presencia, y así siguió todo hasta las seis de la tarde. ¡Todo el día sin el jefe en la empresa que él debe dirigir!

No puedo mentir, cuando le veo aparecer casi me hago pis de los nervios.

―Grace. ―su voz es ronca y profunda. No habla muy fuerte, pero aun así Grace sale de su despacho casi de inmediato―. Puedes irte, mañana a la hora de siempre. ―no me mira siquiera, y yo miro a Grace, que asiente y procede a coger sus cosas.

Extraño.

Él entra en su despacho y ella se va. Me remuevo incómoda y me levanto, caminando hacia las ventanas cerradas de su despacho, tratando de comprobar si hay alguna forma de ver qué está pasando dentro.

Varias veces hacer esto había sido algo jodido para mí... pero mentiría si dijese que no me había pasado todo el domingo pensando en cómo me fui de su casa, en el beso que nunca llega y en que siempre acabábamos como el perro y el gato. Sólo hacía falta sumarle que hoy no había aparecido por aquí hasta ahora, ¿estaría bien? ¿Planeaba despedirme?

La puerta se abre sin previo aviso, y aunque trato de retroceder lo más rápido que puedo, no es suficiente. Me quedo a unos pasos de mi escritorio y dándole la espalda, con una mano en mi frente. ¿De verdad siempre me tiene que pasar lo mismo? Por Dios Santo, esto era una especie de karma recogido por años contra mi persona. Creo que estoy pagando hasta el de mi abuelo.

―Turner, por favor, entra a mi despacho. ―asiento aun dándole la espalda―. Toma tu agenda, si no es molestia.

Asiento de nuevo y camino hasta mi mesa, tomando mi agenda y un bolígrafo. Decido no darle vueltas al asunto y dejo mi mente lo más en blanco que puedo, últimamente me estoy volviendo una experta en eso.

Cuando entro le veo en su mesa, de espaldas a mí, mirando a través de la ventana. Carraspeo y me quedo frente a su mesa, sin sentarme en ningún sillón. Mis manos unidas sudan demasiado.

―¿Alguna vez has visto una ciudad desde arriba? ―la pregunta me pilla de sorpresa y niego, evitando su mirada―. Deberías, es algo maravilloso. ―vuelve la vista a la ventana, haciendo un gesto para que me acerque.

Dejo la agenda y el boli sobre uno de los sillones, caminando hacia el gran cristal. Gracias a la luz artificial del despacho y a la oscuridad que reina ya en la calle, nuestras sombras se ven reflejadas en él, desapareciendo únicamente cuando te acercas demasiado. Es realmente una vista hermosa. Los coches pasan sin cesar, con el tráfico tan característico de esta ciudad, las farolas iluminan a los viandantes de las aceras y...

Siento que una mano es posada en mi hombro, girándome y haciendo que retroceda, con mi espalda chocando contra el frío cristal. No logro captar lo que está ocurriendo hasta que siento como unos labios han chocado contra los míos, produciéndome millones de sensaciones en unos solos segundos.

Todo dentro de mi estómago se revuelve, mis mejillas arden y siento ganas de gritar muy fuerte. Abro los ojos y distingo torpemente el rostro de Cameron, y los vuelvo a cerrar cuando su mano se ahueca entre mi cara y mi cuello. Dios mío. Quiero gritar aún más fuerte.

Llevo mi mano a su cadera y con la otra subo a su espalda, tirando de su cuerpo hacia mí. Desconozco de donde procede esa necesidad, pero quiero satisfacerla, quiero contacto entre su cuerpo y el mío aunque esto esté mal.

Señor Cooper, váyase a la mierdaWhere stories live. Discover now