XXX. LA MODELO

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Capítulo 30

"Necesito una explicación, porque no entiendo algo muy fácil de comprender"


―¡Ya estoy en casa!

Salto de la cama al escuchar el grito de Pia, poniéndome las zapatillas de casa antes de echar a correr hacia el salón. Apenas está sacándose el abrigo cuando hacemos contacto visual.

―¿Cómo ha ido? ¡Dime! ―exijo entrando en el salón.

Termina de sacarse el abrigo, y antes de colgarlo, distingo cierta sonrisa pícara en su cara.

―¡Ha ido genial! ―ella grito y yo doy varios saltitos antes de correr hacia ella―. ¡Es espectacular! Más guapo que en fotos, encantador, tiene un acento precioso..., ¡Dios! Te juro que conforme pasaba el tiempo me sentía más y más encantada de por él.

―¡Me alegro! ―aprieto sus manos entre las mías―. Y... ¿has ido a su casa? ¿Algo más?

Nop, hemos decidido volver a quedar pasado mañana, que ya que libro pues pasaremos el día entero y ya lo que surja.

Le sonrío y verdaderamente me alegro por ella. Pia lleva tiempo queriendo quedar con alguien, pero las páginas y apps de citas que ha estado utilizando no han dado mucho sus frutos. De repente, un día en el metro, no tuvo tiempo de agarrarse a la barra y tropezó con un chico en el momento del arranque. Tras unas sonrisas, unas risas y unas disculpas, ambos quedaron en invitarse a tomar algo a modo de disculpa.

Me parece algo precioso, porque eso es justo lo que yo he llevado toda mi vida soñando. Conocer a alguien especial así, de pura casualidad, de sorpresa. Algo inesperado e imprevisible que te haga pensar que esa puede ser la persona de tu vida.

En fin, supongo que cada uno tenemos un camino marcado del que no nos podemos salir.

―¿Y qué tal tu día?

Salgo de mi trance una vez que Pia camina hacia la cocina tras esa pregunta. Parpadeo un par de veces y la sigo, encogiéndome de hombros aunque no me haya mirado.

―Bien, como siempre.

―¿Todo bien con él? ―se sirve un vaso de agua y yo abro el frigorífico, tomando el brik de zumo mientras asiento―. ¿Seguro? Hace mucho que no te quejas de él.

―Hoy ha venido solo una hora. Al parecer tenía una urgencia o no sé qué ―al ser mío bebo del cartón directamente de ahí. Total, nadie bebe de él―. No me ha dado tiempo a odiarlo hoy.

Últimamente no suelo odiarle por absolutamente nada ―a lo sumo por los nervios que me produce su mirada o su cercanía repentina a mí― pero he decidido obviar esa parte desde el comienzo.

―Está menos antipático después de todo, ¿no?

―Sí, podría decirse que sí.

Estaba más que menos antipático pero, de nuevo, es algo que prefiero obviar y guardar para mí. No me siento orgullosa de mí misma.

La puerta de la casa suena y es abierta, por lo que ambas clavamos la mirada en ella. Emma entra quitándose el abrigo y la bufanda, emanando un sonoro suspiro de su boca. Cuando nos ve sonríe abiertamente, con los labios de su tan característico rojo.

Al final ella y su novia no llegaron a mucho más, pero ahora está mejor. Pasó sus malas semanas y ahora ha empezado a volver a ser ella misma. Se maquilla, sale a trabajar feliz y vuelve feliz. Por lo menos ella sí consigue superar los obstáculos que le pone la vida.

Señor Cooper, váyase a la mierdaWhere stories live. Discover now