XXXV. AL ESTILO INGLÉS

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Capítulo 35

"Aunque creas que nadie te presta atención, hay alguien que no ha dejado de pensar en ti. O de quitarte el ojo de encima, depende"


Me quedo embaucada al verle llegar. Aún está lejos debido a que una pareja le para en su camino decidido hacia nosotros, por lo que me permito observarle con mayor descaro.

Va vestido completamente de negro y eso no me lo esperaba. Es un traje algo más elegante de los que suele llevar diariamente, y aunque pensaba que ya nada podría sorprenderme de él y su forma de vestir porque siempre va así, verle con camisa negra ha superado completamente mis expectativas. Incluso la corbata es negra, aunque no logro darme cuenta de ello hasta que no le tengo justo enfrente.

No somos capaces de decirnos nada en un principio. Es ni siquiera me planteo cómo de poco disimulado puede llegar a ser para el resto la forma en la que nos estamos mirando... y tampoco me importa. No quiero perder ni un segundo de todo lo que mis ojos enfocan sobre él y Cameron parece pensar lo mismo que yo. Se le dilatan las pupilas en cuanto hacemos contacto visual, perdiéndome en su mirada casi al instante.

―Toma ―una mano cruzando entre nosotros es lo que nos hace salir del trance―, para que te limpies la baba.

John agita una servilleta en su mano, logrando que ambos le miremos. Noto mis mejillas arder y tengo que girar la cara, bebiendo un trago largo de mi copa. Él, sin embargo, mantiene una radiante sonrisa mientras baila la mirada entre Cameron y yo.

―Aunque no te juzgo. Joyita va espectacularmente preciosa.

Los ojos de Cameron brillan, sí, pero no por los motivos que a mí me gustaría.

―Espero que estés disfrutando esta noche, McCall...

―Sí, sí, porque me vas a echar y bla bla bla ―el joyero agita la mano con una mezcla entre desgana y burla―. Es Año Nuevo, bebamos, pasémoslo bien y ya pelearemos cuando sea la vuelta al trabajo, salud. ―alza su copa, pero Cameron no mueve la suya―. Odioso, como de costumbre. Joyita, volveré cuando acabes de hablar con él. Si ves problemas extranjeros avísame que vendré volando.

De manera digna se voltea, alejándose de nosotros con pasos largos pero elegantes. No le quito el ojo de encima hasta que no le veo meter una mano en el bolsillo de su pantalón, fingiendo beber descuidadamente hasta que la castaña de vestido rojo le mira, entonces se sorprende de forma falsa y no logro imaginar que excusa usará, pero está acercándose a ella.

Vuelvo la mirada a Cameron y me ahorro un suspiro.

―Tengo muchas cosas que decir sobre él, sobre el color de su puta corbata y la maldita invitación que le hiciste... ―controla su tono y compostura―, pero estás tan preciosa que soy incapaz de hablar de otra cosa que no seas tú.

Me tiembla todo el cuerpo antes de sonreír.

Quiero tocarle. Quiero pasar una mano por su cintura y pegarle a mí, acariciarle la mejilla con la barba perfectamente arreglada, darle un sutil apretón de mano... y un beso. Sobre todo quiero eso, darle un beso.

Pero no puedo. No podemos hacerlo, mucho menos aquí.

―Tú también estás muy guapo ―le halago―, y elegante. Pensaba que no podrías sorprender a nadie con un traje de chaqueta, pero me has callado la boca.

Él sonríe y agacha la mirada al suelo. Mueve el pie de manera desinteresada, mete una mano en su bolsillo izquierdo y alza la cabeza con la copa frente a su estómago, mirándome de una forma casi enigmática.

Señor Cooper, váyase a la mierdaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora