XXIII. CASI, PERO NO

767 70 10
                                    

Capítulo 23

¿Te imaginas una de esas escenas de pelis? Oscuridad, lluvia, relámpagos...y en los brazos de la persona que amas.

Salgo en modo zombie al salón, guiándome por el sonido procedente de la cocina. Cuando me asomo a la puerta, la cabeza rubia de Emma es lo primero que diviso. Estaba cocinando algo, moviéndose al ritmo de la música que suena en sus auriculares. Me río apoyada en el marco de la puerta, con la frente algo caliente apoyada en mi brazo. Espero hasta que reaccione, sin apartar la mirada del cuenco de fruta y avena que está preparando con empeño y entusiasmo.

―¡Coño, Mackenzie! ―la rubia da un salto y un tirón de sus auriculares cuando se gira y me ve, haciendo que me carcajee―. ¡Imbécil, cualquiera no se asusta con esa cara de muerto!

―¡Estaba enferma, respétame!

―Corrección, estás enferma. ―niega con la cabeza y camina hasta mí, posando su mano sobre mi frente―. No parece que tengas fiebre, pero son tres días mínimo de recuperación. ―frunce los labios, para después curvarlos en una sonrisa tintada de rojo.

―¿No trabajas hoy? ―froto mi puño sobre mi parpado derecho, alejándome de la puerta cuando la veo venir con el cuenco de avena, una cuchara y un vaso―. ¿Es mío?

Sip ―lo pone en la mesa del salón y mis tripas rugen―, y nop. Trabajaré está tarde, cuando Pia o alguien pueda cuidarte.

―¿Cuidarme? ¿Has cambiado tu turno para cuidarme? ―mastico la primera cucharada que llevo a mi boca con dificultad, presa de la duda y del dolor de garganta que poseo.

―Qué quieres que te diga, después de lo que nos encontramos anoche... como para no cuidarte.

Toso y bebo agua, mirándola extrañada. ¿Anoche? ¿De qué habla? Anoche... ayer Cameron vino a casa. Mi estómago se cierra y pierdo el apetito, con la duda rebotando por todo mi cuerpo. ¡Cameron Cooper estuvo en esta casa! ¿Estaría todo demasiado desordenado? ¡Mierda, no me fijé en eso!

―¿Qué? Emma, ¿de qué hablas?

Trato de aparentar entereza, pero fracaso completamente.

―No supimos cómo reaccionar cuando nos encontramos a tu jefe en el salón esperándonos.

―Virgen Santa.

―Sí, eso digo yo. ¿Me podrías explicar qué demonios está pasando? Llegas llorando, vestida de marca y sin decir nada te metes en la cama. ―alza las cejas y yo evito su mirada―. Señorita, no me gires la cara. ¿Qué lío te traes con ese? Mira que ya se lo expliqué pero...

¿Qué?

―¿Qué? ¿Qué le dijiste? ¡Emma! ¿Qué has hecho?

―Eh, cálmate. ¿Por qué te alteras? Pensaba que le odiabas.

―Y lo hago. ―aseguro, apartando mechones de mi cara―. Pero es mi jefe, no puedes ir diciéndole cualquier cosa.

―Sí, y te despidió injustamente. Te contaré lo que pasó cuando desayunes, no vas a quedarte sin comer otra vez.

Se pasa un mechón de pelo tras la oreja, con una mueca de madre muy digna mientras señala el cuenco con la cabeza. Entiendo a qué se refiere y lo que quiere, por lo que me trago mis ganas de insistirle para llevarme a la boca una buena cucharada de avena.

Dejando de lado el dolor que siente mi garganta al tragar, logro acabarme el cuenco en unos cuatro minutos. Emma está todo el rato con su móvil, echándome un ojo de vez en cuando. No puedo ignorar que me siento como una niña pequeña a la que tienen que cuidar en cada circunstancia... pero a la vez lo agradezco.

Señor Cooper, váyase a la mierdaKde žijí příběhy. Začni objevovat