XXXVII. ESTALLIDO

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Capítulo 37

"Si no tienes nada bueno que decir, es mucho mejor que te calles la boca. La sinceridad a veces puede resultar muy cruel, sobre todo si no tienes empatía"


―Joyita, ¿acaso no te acuerdas de todo lo que hablamos sobre él? ¿Sobre los tíos de este mundo?

―No lo he tenido muy presente, no te voy a mentir.

―No hace falta que me lo jures ―niega con la cabeza y yo reprimo una sonrisa―. ¿Qué coño tiene que os gusta a todas siempre? No me lo explico.

―Si te soy sincera, no tengo muy claro cómo pasó, porque mira que nos hemos llevado muy mal ―reconozco, recostando mis brazos sobre la mesa―, incluso me despidió. Todo fue a raíz de volver yo.

Todo fue cuando conoció mi verdad. A raíz de mi vuelta, y con todo transparente entre nosotros, creo que fue cuando empezamos a traspasar lo profesional. Cameron, a mis ojos, nunca fue un hombre feo, pero tampoco me planteé que esto pudiese llegar tan lejos, la verdad.

Escuchamos gracias al silencio cómo se cierra la puerta del ascensor. Ambos nos miramos unos segundos, hasta que una sonrisa traviesa nace en la cara de John. Yo le niego con la cabeza, pero hace caso omiso y decide ajustarse bien la chaqueta, quedando de perfil a quien sea que cruce la esquina del pasillo. Obviamente, es Cameron.

―Con lo bien que iba el día ―murmura el rubio.

―Cameron, hombre, que ya tenemos otro tipo de relación ―el joyero se aventura a dar unos pasos hacia mi jefe―. ¿O es que no recuerdas cómo salvé a joyita la otra noche del Videnchi ese?

―Vincenzo, no Videnchi ―Cameron se deshace del brazo que John ha intentado poner sobre sus hombros―, y no la salvaste de nada. Solo te hiciste el tipo duro y te salió bien, aunque luego llorases.

―Bueno, no estoy hecho de acero. Soy más como un oso, parezco un tipo duro por fuera pero por dentro soy un amor.

―Ah, ¿si? Pues cuando quieras vamos a conocer un oso, me da igual el tipo. Te animo a que hagas una comparativa poniéndote a su lado, yo hago la foto.

Cameron le lanza una sonrisa sarcástica y la de John se borra. Seguido de eso, el primero me mira a mí, pero ya no tiene el semblante de siempre que se encuentra con John. Ahora parece más alegre, menos tenso.

―¿Cómo ha ido la reunión? ―le pregunto yo.

―Fructuosa, contra todo pronóstico ―deja sus cosas sobre mi mesa―. Te invito a comer.

―Genial, ¿a dónde vamos? ―McCall se coloca en un segundo a un lado de Cameron―. He escuchado que han abierto un nuevo restaurante a unas calles de aquí.

―¿A ti quién te ha invitado?

―Me invito yo solo.

―Creo que no entiendes muy bien la dinámica de lo que significa invitar ―Cameron le encara, ahora con un gesto más molesto―. La estaba invitando a ella.

―Joyita, ¿qué dices, te parece bien que me una a vuestra comida romántica?

Me quedo callada cuando recurren a mí como respuesta dirimente. Ambos me observan con expectación y no sé qué responder, porque no quiero que John se quede solo y tampoco que Cameron se enfade conmigo.

―Creo que podemos dejar lo de comer para otro día ―murmuro―. Los tres juntos, pero otro día. Hoy estoy demasiado saturada como para comer mientras escucho vuestras discusiones. Comeré sola, en nuestra preciosa cafetería, como siempre he hecho.

Señor Cooper, váyase a la mierdaWhere stories live. Discover now