XXIV. NEGOCIEMOS

754 64 10
                                    

Capítulo 24

"Hay que trabajar para obtener un beneficio. Nada cae del cielo"


Me mueven violentamente, pero me niego a abandonar mi posición. De momento podría seguir respirando por unos minutos más y, además, estoy calentita bajo las sábanas.

―¡Mackenzie, por Dios, levántate! ―Pia se sube sobre mi espalda y agarra mis hombros para tirar de ellos, sin éxito en su afán de levantarme―. ¿Se puede saber qué te pasa?

―Nada ―mi voz está ahogada por el hecho de que mi cara está hundida en la almohada, pero no me moverán―. Pia, llegarás tarde.

―Pues más te vale que no. ―deja caer su peso sobre mis riñones, incordiándome―. Porque si yo llego tarde, será porque he tardado demasiado en sacarte de casa, y si eso ocurre, te las vas a ver conmigo. ―con una mano me agarra del pelo, levantándose y tirando de mí.

―¡Ah, ah, ah! ―me levanto y cierro mis manos en su puño, siguiéndola mientras tira de mi―. ¡Pia, me duele!

―¡Dejad de gemir! ―es Avril quien grita desde la cocina, a la que se le suma la risa de Emma, la cual aparece en mi campo de visión cuando estoy siendo llevada al baño.

Se une a la causa que encabeza mi compañera de habitación, haciéndome un moño con el pelo y permitiendo así que Pia me lance un puñado de agua helada contra la cara. Doy un espasmo y la toalla aterriza contra mi rostro, a lo que la fuerzo contra este y comienzo a secar. Cuando la aparto veo a la rubia riéndose y cargando pasta de dientes en mi cepillo, el cual le pasa a la pelinegra de flequillo.

―Desayunarás allí, así aprendes a no ser tan dramática. ―tira de mí hacia delante y mete el cepillo en mi boca, comenzando a cepillar mis dientes, mi lengua e incluso tocando mi campanilla de vez en cuando.

―¡Vale, me rindo! ―escupo el agua que he metido en mi boca, mirándolas con pánico―. Voy a vestirme.

Huyo del baño en dirección a mi cuarto, quitándome el pijama. Prefiero enfrentar a mi jefe, con el cual casi me beso ayer, y a Grace, su secretaria que nos vio, antes que sufrir el tormento al que mis amigas iban a someterme.

Las tres salimos del edificio y yo decido compartir taxi con Emma, mientras que Pia se va en la dirección contraria. Emma, al igual que Pia, no sabe el motivo por el que yo me negaba a salir de la cama hoy, pero de momento seguirá siendo así. Había hasta soñado con el beso que nunca llegó, soñando con hacerlo realidad... pero eso ni pasó, ni va a pasar, desgraciadamente.

He contado al rededor de unos veinte suspiros, cuatro sacudidas de manos, tres risas flojas y el corazón sigue yéndome a cuatro mil kilómetros por hora, llegando a incrementarse mientras cruzo el pasillo en camino a mi mesa. Por Dios, me iba a desmayar de la presión.

Disminuyo mis pasos antes de hacer la esquina, asomando mi cabeza por esta como si eso me protegiese de cualquier peligro. Nadie está, ni Grace ni Cameron, y aunque estarán dentro de sus respectivos despachos, me siento más tranquila. He llegado tarde, exactamente diez minutos, pero eso no matará a nadie, ¿verdad?

Dejo mis cosas con sumo cuidado, sentándome en la silla y sacando de un cajón la carpeta de contenidos que tengo que revisar. Lo revisaría y se lo enviaría a Crystal, que para eso ella era la directora de esa sección. No entiendo cómo al final termino haciendo trabajo que no me corresponde.

Me quedo estática cuando el teléfono suena, dudando entre si cogerlo o no. Miro la procedencia en la pequeña pantalla, donde pone "DCTR". Descuelgo y me lo llevo al oído, siendo incapaz de decir nada.

Señor Cooper, váyase a la mierdaWhere stories live. Discover now