XVI. VETADA

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Capítulo 16

"Te ahogas en palabras que nunca dices"

Salgo de la habitación a las nueve y media de la mañana, sintiéndome confusa y rara conmigo misma. Cualquier día de semana como hoy me habría despertado a las siete para estar ―ahora mismo― en la oficina de PANIC-22, haciendo cualquier cosa por esa maldita empresa y su maldito jefe.

Hoy, sin embargo, debo seguir buscando cómo salir adelante.

Voy a la cocina y cojo un bol, una cuchara y una taza. Me sirvo café frío directamente de la cafetera y le echo una cucharada de azúcar, removiéndolo al tiempo que me lo llevo hasta el salón. Vuelvo a la cocina instantes después, sin decidirme entre qué pack de cereales usar.

¿Chocolate o cero azúcares?

Lleno el bol hasta arriba de cereales de chocolate rellenos de chocolate, echándole después un chorro de leche por encima. Inserto la cuchara y camino arrastrando los pies de nuevo al salón.

Me siento en el sofá, arrastro una silla en donde estiro las piernas al frente y apoyo el café. Desayuno en silencio, con la mirada perdida en la televisión apagada.

Y bueno, todo va bien. Me mantengo haciendo un planning mental de cómo hablar con mi madre si de aquí a pasado mañana no encuentro trabajo y me siento mentalmente ocupada. Al menos hasta que escucho ciertos ruidos extraños. Mastico despacio y me levanto, cuidando de no tirar la taza. Dejo sobre la misma silla el bol casi vacío y arrastro los pies hacia la habitación de Emma y Avril.

Siento cierto deja vú cuando pego la oreja a la puerta, escuchando con más claridad los gemidos de Avril.

¿Quién es Eric? ¿Su novio no se llama Michael? ¿Por qué gime de manera tan aguda? ¿No le resulta desagradable que alguien te grite al oído con ese tono de voz tan agudo?

No sé por qué tardo tanto en alejarme de la puerta, pero me siento terriblemente rara cuando lo hago. Sigo arrastrando los pies y siento mi cara arder en vergüenza. ¿Por qué me avergüenzo yo? Yo no soy la que gime simulando ser una hiena en la habitación contigua al salón. Ay Jesús, quién mandaba a Cameron a despedirme.

Vuelvo al sofá y me dispongo a ignorar los sonidos más agudos cada vez, continuando con mi plan. Acabo sin mucha gana los cereales, dejando la leche para lo último. Bebo el café con calma y decido que saldré de nuevo a buscar trabajo por los lugares cercanos a mi casa mientras Pia no me dé una respuesta.

Decido dejar la taza en la cocina y la silla en su lugar, saliendo al balcón después para tomar un poco de aire fresco.

Me sorprendo a mí misma cuando cierro los ojos y dejo que el aire frío choqué contra mi cara. Estoy llevando el despido demasiado bien, mejor de lo que me esperaba ayer. Supongo que es el efecto que produce alejarse por fin de alguien tan tóxico como Cameron Cooper. Todo serán alegrías y pobreza a partir de ahora.

Triste, pero al menos es algo bueno para mi salud mental.

Entro de vuelta al salón con el tazón cubriendo mi vista, pues estoy tragándome de una toda la leche restante, por lo que no veo la puerta que se abre.

Avril grita.

Yo grito.

El chico camina sin más hacia la cocina.

Toso y siento la leche salir por mis fosas nasales, siendo de las peores sensaciones del mundo. Miro a Avril, que está completamente desnuda, y luego diviso al chico. Vaya culito.

―¿Qué estás haciendo tú aquí? ―mi compañera corre de vuelta a la habitación, de seguro buscando cubrir su desnudez.

Oye, ¿qué hay con esa frase?

Señor Cooper, váyase a la mierdaWhere stories live. Discover now