Capítulo 55: Primera batalla

250 29 12
                                    

Apenas durmió. Las preguntas y las teorías se sucedían una tras otra en su cabeza. ¿Quién le había enviado todo esto? ¿Por qué? ¿Para qué?

Parecía claro que la intención de las fotos era advertirle que Sara no era de fiar pero por más vueltas que le daba no caía en quién podía estar detrás. Se le vino a la mente el nombre de Luisa, que no la tenía en muy alta estima pero, ¿qué sentido tenía? Consideraba que había la confianza suficiente entre las dos como para decirse las cosas a la cara y no de esa manera.

En cuanto a la nota, tenía sentimientos y pensamientos contradictorios. Lo lógico era pensar que fuera cosa de Hugo, al fin y al cabo odiaba a Luisa y le veía capaz de cualquier cosa con tal de interponerse entre ellas. Llevaba varios días sin saber de él y después de aquel incidente tan desagradable no le extrañaba que hubiera preferido mandar un anónimo.

Sin embargo, aunque sabía que no tenía motivos para desconfiar de Luisa, esa nota consiguió que sus inseguridades salieran a flote y le crearan unas dudas que antes de leer esas palabras ni se había planteado. ¿Y si Luisa había encontrado a alguien mejor y no sabía cómo decírselo? ¿Y si esas veces en las que le decía que iba a hacerle un recado a Benigna en realidad se iba con otra?

Se maquilló para disimularse las ojeras y bajó a la plaza, donde ya la esperaba la rubia para acompañarla al trabajo como casi todas las mañanas.

— Buenos días. — sonrió Luisa y le dio una calada al cigarro.

— Buenos días.

— Uy, esa cara... ¿qué pasa? ¿no has dormido bien?

— ¿Tanto se me nota?

— Un poco. — expulsó el humo. — Pero soy yo que te conozco bien, por lo demás estás guapísima.

Amelia permaneció callada unos segundos, mirándola.

— Luisa, ¿tú estás bien conmigo?

Lo mejor era aclarar las cosas cuanto antes, fuera para bien o para mal.

— Pues claro, ¿a qué viene esa pregunta?

Amelia metió la mano en su bolso y le dio la nota. La expresión en la cara de Luisa se volvió seria rápidamente en cuanto la leyó.

— ¿De dónde has sacado esto?

— Un recadero la dejó ayer por la tarde en mi casa, iba en un sobre.

— ¿Anónimo? — Amelia asintió. — Y escrito a máquina...

Sara...

— Será cosa de Hugo... supongo que querrá intentar separarnos. — la miró con cierta culpabilidad. — Perdón, no quiero que pienses que...

— No te preocupes. — dijo tranquila. — Entiendo que te haya podido crear dudas.

— No es que no confíe en ti... ya tuvimos ese tipo de relación y sé que si hubiera otra chica me lo dirías... pero de pronto me he puesto a pensar en que encuentres a alguien mejor y... no sé...

— Amelia, — no la dejó seguir. — te juro por mis padres que no hay nadie más. Desde que te conozco solo he tenido ojos para ti y sé que no podría encontrar a nadie mejor que tú.

La morena sonrió al ver que le ofrecía el meñique y los entrelazó.

— ¿Todo aclarado? — Amelia asintió. — Pues venga... — tiró el cigarro al suelo y lo pisó. — Vamos al metro que ya sabes que se llena.

— Espera. — la agarró del brazo. — Hay algo más.

— ¿Qué pasa?

— Mira esto. — sacó las fotos. — Me llegó ayer también, a través de otro recadero distinto.

House of cardsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora