Capítulo 36:"El Azul profundo"

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"El mar es nuestra madre, chico. ¿Sabes?, llevo toda mi vida a bordo de este barco, pero aún me tiemblan las manos cada vez que zarpo del puerto. ¿Sabes por qué?, porque soy humano, y temo lo desconocido... -Exhala una voluta de humo que se aleja en el horizonte azul-... Quien te diga que conoce el azul profundo te miente, chico. ¿Pero por qué sigo viajando?, esa es una buena pregunta. Escorbuto, reuma, tormentas... Sin lugar a dudas el infierno en la tierra. Sin embargo... -Señaló algo en el agua- Detrás de todo esto hay una inmensa belleza- Un niño de no más de trece años forzó la vista para distinguir algo a lo lejos. Una ballena gigante dio un coletazo no muy lejos de allí, salpicando un arcoíris en el aire -Ahí tienes mi respuesta, estoy enamorado del mar."

Siwell alcanza a oír el ruido del agua y despierta de su sueño. ¿Cuánto había dormido?. Instintivamente se llevó la mano al ojo derecho y palpó la cicatriz que le cruzaba este en vertical:

-Tienes unos sueños muy peculiares -.

Lorenz estaba sentada junto a Sirwell. Con las manos, tejía veloz con lana lo que parecía ser una bufanda. Sus manos expertas y arrugadas no se detuvieron cuando Lorenz habló:

-Tienes un pasado interesante, como muchos otros -. 

Sirwell se frotó la cara y respondió tumbado en una lona de cuero sin dejar de mirar al cielo despejado:

-Se que debes vigilar lo que haga, pero... -Sirwell alzó la mano, señalando con el pulgar un lugar entre los árboles-... Voy a ir al servicio. No se si me entiendes -. 

Lorenz soltó una carcajada:

-Claro, eres libre de ir al servicio... -Y sin cambiar su sonrisa y su voz apacible remarcó la frase-... Aunque intentes escapar te acabaría encontrando y matando -. 

Sirwell hizo el esfuerzo de ponerse en pie. Él y otras doscientas personas había optado por un paso entre montañas. El fuerte viento de las altas cumbres dificultaría el paso a cualquier perseguidor. Seguían el curso de un río montaña arriba. El aire era frío y el terreno empedrado e inclinado, y por ello la gente no paraba de quejarse y farfullar. Pero una cosa estaba clara, el paisaje era hermoso. Decenas de montañas se aglomeraban a los alrededores y en la lejanía, donde las nubes chocaban con las altas cumbres. Donde la vegetación teñía de morado pálido las montañas, y dónde el sol brillaba con más fuerza. Y, muy abajo, casi inapreciable, se distinguía un pequeño sendero que discurría entre los árboles. Era el camino principal por el que llegaría el ejército. Estaban lejos, pero no era seguro.

Mientras Sirwell hacía sus necesidades tras unos juncos, olfateó el aire y miró el cielo despejado:

-Va a nevar -. 

Un cielo así de despejado... Sería una locura. Pero Sirwell podía hablar con el viento, y este nunca mentía. Sirwell Travis, un hombre legendario del que se hablan multitud de historias de las cuales solo él sabe cuán cierta es su leyenda. Sirwell ya volvía de su pequeño viaje a los juncos cuando se encontró a Lorenz en pié y mirando algún lugar montaña abajo. La  montaña contaba con un bosque poco denso en su ladera, lo que les valía para ocultarse de los enemigos lejanos:

-Nos están observando -. 

Sirwell recogió la cama de cuero mientras respondía:

-Mercenarios. Cuatro. Seguramente volvían de algún encargo cuando divisaron el grueso del grupo. Llevan dos días siguiéndonos -. 

-Podrían da un parte a su superior -.

Sirwell metió la cama enrollada en una mochila de tela y se la cargó a la espalda:

-Eso  no les será posible, sus caballos han muerto y están demasiado lejos como para informar -. 

Los ojos de Lorenz escrutaban el rostro de Sirwell:

Drev: El Cazador de Fuego.Onde histórias criam vida. Descubra agora