Capítulo 49:"En la tumba o en la gloria"

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Un enorme dragón gris. De escamas semejantes a las rocas, de tamaño semejante a una montaña. Yace encorvado, con la cabeza apoyada en el suelo. Su cuerpo se pierde entre la niebla de la cumbre, pero solo con su testa podría cubrirse todo Huild. Ojos cerrados bajo  un enorme párpado, y su respiración adormilada es tan intensa que producía corrientes de aire. Entonces una voz resuena en la cabeza de Alio:

-"Galbia, el último dragón... Si, es un buen sobrenombre" -. 

El gran ojo del dragón se abre, mostrando una pupila afilada y vertical con un iris amarillo intenso. Un ojo del tamaño de un árbol. El dragón resopla, despejando toda la niebla. De pronto el sol descubre una terrible verdad. No está dormido en la montaña, está tirado sobre ella, incrustado como si de un mineral se tratase, desparramado por la cumbre cual cuerpo inerte:

-"Ya no vuelan los dragones. El antes nuestro reino en los cielos ahora es un remanso de nubes... Ya no vuelan los dragones" -. 

Pero Alio perdió el conocimiento antes de poder siquiera sorprenderse. El frío y la oscuridad lo tragó. 

Al despertarse estaba cómodo. Tirado en una cueva y, aunque hacía frío, no corría el viento y era soportable. Todo daba vueltas en su visión. Buscó a tientas en el suelo con la escasa luz su arco, no lo encontró. Entonces los recuerdos llegaron como una sacudida violenta:

-El dragón está... -.

Si los relatos eran ciertos, los dragones devoraban montañas cuando tenían hambre, desertizaban lagos cuando tenían sed, escupían fuego cuando algo les molestaba. En aquellas circunstancias no tenía posibilidad alguna de ganar. Solo le esperaba agazaparse en el frío de la cueva y morir de inanición o de sed. Si salía y lo enfrentaba, al final del día solo quedaría un cadáver calcinado para contemplar la puesta de sol. Resignado, decidió explorar la cueva palpando las paredes con las manos. No era muy profunda, pero un sonido familiar le llegaba desde lo lejos, un sonido fluido, como un repiqueteo: Agua. La luz se colaba por una brecha en el techo de la cueva, iluminando un pequeño manantial que emanaba de una pared húmeda. El vapor flotaba de las aguas termales pero:

-¿Termas a esta altura?... No puede ser -. 

Entonces la tierra tembló de nuevo. Por la abertura en el techo de la cueva, donde podía verse un pedazo de cielo, Alio pudo distinguir un fino hilo de llamas que salía de alguna parte donde no llegaba la vista y calentaba la roca. Por un momento, una tontería cruzó su mente:

-¿El dragón está calentando el agua que baja de la montaña? -. 

Apartó esta idea de su mente y decidió darse un baño caliente. Si iba a morir, prefería vivir lo que le quedaba en paz. Se desnudó, notando como la ropa andrajosa y mugrienta se despegaba de su piel cual trapo mojado. La apartó a un lado y entró lentamente en el pequeño estanque natural de piedra donde, el agua transparente y humeante, lo esperaba. Antes de darse cuenta, estaba flotando boca arriba en el agua cristalina, mirando el cielo gris a través de la abertura en la roca. ¿Volver a Huild?. Si... Seguro que Gang se sorprende al saber que el dragón existe, pero no podía volver. Era prisionero en una cueva custodiada por un dragón. Distraído, dejó vagar demasiado su mente y cayó en un profundo sueño. 

"Como todo, nos convertimos en polvo. Nuestro fuego se extingue, nuestras fauces se pudren, nuestro poder se agota.  Pocos, muy pocos quedan ya con vida, y viven al abrigo de las sombras esperando el día de su muerte... Si pudiera volar, contemplar una vez más el mundo desde arriba y sentir que soy el dios del territorio... Pero ya no quedan alas, no quedan vuelos ni travesías, y, como todo, nos convertimos en polvo"

Alio camina por un estrecho sendero. A ambos lados, un enorme desfiladero se pierde en una caída sin fondo. Hay algo en las profundidades, algo que se arrastra en la oscuridad del desfiladero. Pero Alio continua su camino, manteniendo el equilibrio y haciendo caso omiso de las voces que ascienden por el abismo:

Drev: El Cazador de Fuego.Where stories live. Discover now