Capítulo 52:"Un encuentro curioso"

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Olor a tierra mojada. Es lo que quedó después de la tormenta. El sol amanecía en el horizonte calentando los congelados cuerpos de tres figuras. Están tiradas en la orilla de un río, no se mueven, pero no están muertas. Una de ellas se incorpora tosiendo, estira los entumecidos músculos y mira al cielo. Se retira el pelo de la cara y zarandea a otro por el hombro:

-Josef, despierta si no estás muerto -. 

Josef se mueve con torpeza. Está tirado sobre la tierra boca abajo y tiembla de frío. Se gira con la cara embarrada y escupe a un lado:

-Si estuviera muerto sería un favor divino... -.

Kaedra examina el terreno. El enorme barranco del que cayeron la noche anterior se alzaba río arriba en la lejanía. Kaedra se sacude el pelo y tose para despejarse los pulmones:

-De alguna forma estamos vivos -. 

-No se si los dioses han sido benévolos o se divierten con nuestro sufrimiento -. 

Kaedra se puso en pié y le dio una patada a Bon, que parecía estar roncando en el suelo:

-Como sea, no tenemos tiempo que perder. Y tú, despierta o vas a volver al agua. Y esta vez no te protegeré de la corriente -. 

Bon se desperezó y bostezó:

-Buenos días a ti también -. 

-Necesitamos leña seca si no queremos morir de pulmonía -.

Bon hizo un gesto con la mano y se dio la vuelta para seguir durmiendo:

-Llama a tu ciervo mágico y dale un hacha -. 

Kaedra hizo flotar una burbuja de agua sacada del río y la depositó sobre la cabeza de Bon. Al chasquear los dedos, esta explotó empapando al mercenario que daba muestras de estar roncando de nuevo. El agua helada hizo de que incorporara de un salto. Tomó un par de grandes bocanadas de aire y se puso en pié:

-Madera si no he odio mal, ¿su majestad? -. 

-Madera seca -.

-Madera seca, entendido -. 

Bon se puso manos a la obra. Kaedra suspiró y volvió sobre sus pasos. Josef seguía tirado en el suelo, tiritando y hecho una bola. Tenía la mirada perdida  y murmuraba algo en voz baja:

-¿Ocurre algo? -.

Josef se revolvió y dejó de murmurar. Sin mirarla, le preguntó a Kaedra:

-Kaedra, dime una cosa... Vamos a morir ¿verdad? -. 

Kaedra se sentó junto a Josef y permaneció callada unos instantes, con el único sonido del correr del agua que bajaba a solo unos metros de ellos, y el piar de pájaros curiosos que salían tras la tormenta. La tierra mojada aún olía a pino, y los charcos reflejaban la luz del sol en forma de semicírculo en el horizonte. Un pez salta en el río, impregnando el aire de pequeñas gotas brillaste que no tardan en caer de nuevo al mismo. Finalmente Kaedra habló:

-No lo se -. 

-Kaedra... -.

-¿Si? -.

-Tengo miedo  -. 

-Yo también Josef, yo también estoy muerta de miedo -. 

Josef tiritaba. Encontró un momento para tragar saliva y continuar hablando:

-¿Y cómo haces para seguir adelante? -. 

-Porque cuando tengo miedo, quiero echar a correr y escapar lejos de todo. Cuando solo quiero esconderme en la cueva más profunda y llorar hasta secar mis ojos, pienso "¿Qué haría él?". Y me digo a mi misma, "Él se levantaría una y otra vez, sin importar cuantas veces cayera. Él siempre sería ese último aliento rezagado que se alza tras la derrota, para estallar en una ventisca febril que trae la victoria imposible. Él sería la mano suave que secaría mis lágrimas, y sería mi rayo de luz para arrancarme de esa cueva en la que estaría escondida, para mostrarme un mundo ideal". Y entonces me pregunto, "¿Cómo podría rendirme ahora?"... Te lo pregunto directamente, Josef, ¿podrías rendirte ahora? -. 

Drev: El Cazador de Fuego.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora