Capítulo 21

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En veinticinco años las cosas cambian mucho.
Estamos en el año 2040 y se ha conseguido que el planeta no muera en manos de los egoístas de los humanos.
Los vampiros antiguos se pusieron de acuerdo tras el atentado de Rusia a África. Han conseguido eliminar todas las bombas y armas, solo los policías tienen pistolas de dardos tranquilizantes.
Ya no existen coches, ahora las distancias cortas se recorren a pie o en unos monopatines que utilizan un sistema aéreo para elevarte sobre el suelo y moverte sobre él sin rozarlo.

La verdad es que han aumentado mucho las zonas verdes en el planeta, incluso los casquetes polares vuelven poco a poco a helarse.
¿Que haría el mundo si los vampiros no intervinieran?
Por el momento, no moriremos en el año 2050 como predijeron a principio del siglo...

Es casi medio día. Mi reloj lo tiré a los cuatro años de comprármelo.
Vivir pendiente al tiempo te amarga la "vida", prefiero hacer lo que me apetezca sin horarios ni planes.

Nos hemos despedido de Jack y su familia, creo que a Charlotte le gusta mi padre, pero él dice que son tonterías mías.
Se niega a querer a otra mujer, el fantasma de Valentina parece no irse nunca.

Caminamos hasta el límite del Amazonas y allí esperamos al tren de energía solar. Es el único medio para viajar grandes distancias, ya que no se permiten transportes privados.
Llegamos al puerto para coger un barco que se mueve por un sistema hidráulico.
El aire se respira más limpio desde que usamos energías renovables, sino que se lo pregunten a China.

Estamos en el barco, en cubierta. Disfruto del viento en mi cara.
Me doy cuenta que Dylan ya no está a mi lado y lo busco.

-¿Estás bien? Le pregunto cuando lo encuentro en una esquina de rodillas, con las manos en la barriga y con muy mala cara.

-Yo...la cabeza me da vueltas...no puedo más. Me consigue decir entre arcadas.

Corro a buscar una bolsa y se la llevo. Le ayudo agarrandole del pelo mientras él vomita y le acompaño todo el viaje entreteniéndole para que no piense en el vaivén del barco sobre el oleaje.
Cuando llegamos cojemos otro tren para ir a nuestra nueva casa.

La casa tiene una valla blanca que la rodea con un patio y un jardín en el exterior.
La casa también es blanca, por dentro y por fuera.
No tiene muebles.
Abajo tiene un baño, sin bañera, una cocina vacía y una sala muy amplia donde pienso colocar estanterías y un gran televisor.
La escalera lleva a la parte superior, donde hay tres habitaciones ¿Cómo no? Vacías también.

-Ahora vuelvo. Les digo a los chicos y salgo hasta la cabina más cercana, descuelgo el teléfono y marco número.

-¿Si? Responden.

-¿Podría decirle al señor Daimon que esta noche le esperan en el lago?

-De acuerdo.

-Muchas gracias. Adios. Y cuelgo.

Vuelvo a casa, cojo mi mochila y salgo de allí con Dylan.
-¿A dónde vamos? Es muy curioso.

-Es una sorpresa.

Llegamos al centro comercial y, ya no aguanto más decirle:
-¡Vamos a comprarnos ropa!

-No, yo estoy bien asi.

-Dylan, aquí no podemos ir por la calle descalzos ni sin camiseta. Esto no es la selva. Además, si te niegas te convenceré. Lo amenazo.

La ropa que lleva es de Damián, se la prestó antes de empaquetar, junto con los zapatos

-Vale, vale. Se rinde.

-Nos vamos a divertir. Sonrío.

Entramos en todas las tiendas que había, los dos nos hemos probado mucha ropa y zapatos.
Volvemos a casa cargados de bolsas. Ha sido muy difícil elegir, todo le quedaba bien, cuando hay buen modelo la ropa es lo de menos.

Hemos comprado también un par de monopatines y dos teléfonos móviles.

-He quedado con Daimon, volveré pronto. Les aviso a Damián y a Dylan.

Me voy volando al National Park, de noche apenas hay nadie porque no hay luz en casi ninguna calle.
Cuando llego al lago, el ya está apoyado en un árbol esperándome. Me pego a él y le beso apasionadamente.

-¿Qué haces aquí? No le dije que me mudaba.

-Bueno nos hemos mudado a Canadá y...he pensado que podríamos bañarnos juntos. Me acerco al lago poniéndome de espaldas a él y me desabrocho el vestido que llevaba, que resbala por mi suave piel hasta caer al suelo.
Si te apetece...le sonrío.

Él me sonríe y se acerca, colocándose detrás mía.
Sus manos acarician mis hombros y descienden por mi contorno hasta mis caderas mientras me besa el cuello.
Yo inclino la cabeza hacia el otro lado para facilitarle el acceso.
Algo recorre mi cuerpo, es como un escalofrío, pero por dentro.
Me giro y me dejo llevar por el momento (veinticinco años me parece suficiente espera. Las chicas de ahora no aguantan ni un mes).
Le quito la camiseta y el pantalón, y poco a poco ya no tenemos ropa interior, solo somos dos cuerpos desnudos dando rienda suelta a nuestros deseos, a nuestra pasión, y sobre todo, a nuestro amor.
Le beso con energía y rodeo su cuello con mis brazos, tirando levemente de su pelo, incitándole a no parar.
Él se deja llevar por mí y me levanta del suelo colocando sus manos en mi culo.
Yo le rodeo la cintura con las piernas.
Nos dejamos llevar por algo que podría describirse como "frenesí" y Daimon camina hacia lo profundo del lago conmigo encima.

El agua nos llega por los hombros.

-Hazme tuya. Le imploro.

Y él comienza a invadir mi interior, suave, mientras me llena de besos y caricias. Acelera poco a poco el ritmo, haciéndome jadear. Le araño la espalda y me agarra con más fuerza. Mi pecho arde más que nunca, y noto el suyo igual.
No puedo más, gimo y estallo de placer junto a él.
Y nos quedamos así un rato, abrazados.

-Te amo estúpido mío. Le susurro en el oído.

-Te amo diablita. Me responde y me besa la frente.

Cuando vuelvo a casa me tumbo en el cesped del jardín, nunca me había sentido tan dichosa, tan feliz, tan..."viva".

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