Capítulo 39

2.7K 254 8
                                    

Estoy agazapada entre los arbustos y plantas del prado, a las afueras de Ontario.
Con el entrenamiento de este último año he conseguido controlar mi respiración y mis latidos desde que cambie.
Mi corazón apenas late una vez cada diez minutos y de forma sigilosa, casi inapreciable incluso para seres sobrenaturales.
Aguanto la respiración y me coloco en posición de ataque, acechando a mi presa. Abro mis grandes ojos rojos y compruebo que no hay nadie en los alrededores.
Tomo impulso con mis hábiles extremidades y me abalanzo sobre Dylan que estaba acostado boca arriba en la fina y fresca hierba después de habernos comido todo el contenido de la cesta de picnic que habíamos preparado.
Rápidamente, me agarra del brazo dándome la vuelta en el aire, por encima de su cuerpo y tirándome al suelo boca arriba para colocarse a horcajadas sobre mí, poniendo sus garras en mi cuello.

-¡Demasiado ruidosa! Me suelta divertido y orgulloso de haber ganado este asalto.

Yo le golpeo en el hombro para quitar su mano de mi cuello y ruedo, colocándome ahora encima suya. Le agarro las dos muñecas con una mano y paso las enormes garras de mi otra mano por su fuerte y ancho cuello acariciándolo con superioridad y una gran satisfacción de tenerlo a mi merced.

-¡Demasiado lento! Me sonríe maliciosamente.

"¡Mátalo, no debe permanecer a tu lado!" Me repite esa voz ronca que habita en mi cabeza, furiosa porque ya ni siquiera le respondo.
Me he acostumbrado tanto a ella que hasta le he puesto nombre.

-Wilson quiere que te mate. Le digo a mi bestia tranquilamente.

Me pareció gracioso ponerle el nombre del coco del protagonista de "Náufrago", ese tío estaba loco y esa es la sensación que yo tengo cuando la voz retumba en mi interior. La única diferencia es que el náufrago hablaba con el coco y yo paso del mío.

-¿Y tú que quieres hacerme?

Bajo mi uña hacia su pecho, apretando con mas fuerza para rasgar su camiseta y dejando a mi paso un hilo de sangre que se va curando rápidamente.
Comienzo a besar su cuerpo donde ha quedado el rastro de sangre con el arañazo ya curado bebiendo cada gotita.
Cuando acabo me relamo el labio inferior, por el que una gota intentaba escapar.
Dylan me observa con las pupilas dilatadas y la mirada...¿viviosa?
Vuelvo el color de mis ojos a la normalidad junto con mis colmillos y uñas. Mi bestia aprovecha para agarrarme de los codos y atraerme hacia él. Nos besamos con pasión, pero solo unos minutos antes de volver la cabeza al unísono hacia una zona de árboles a nuestro lado.
En la lejanía hay un hombre que camina de cuclillas.
Se escucha un disparo.
Es un cazador, pero aquí está prohibido cazar en estas fechas.
Vuelvo la mirada a mi lobo, deseosa de hacer justicia con ese desalmado que infringe las normas.
Como si me leyera el pensamiento, Dylan pone los ojos en blanco y, tras colocar sus manos tras su nuca como apoyo para su cabeza, me consiente.

-Que sea rápido!¿de acuerdo?

Yo asiento como una loca y me pongo de pié, mi lobo lo hace más despacio mientras doy pequeños saltitos de emoción.

-¡Por todos los demonios! ¡Vamos! Le empujo unos metros mientras él se ríe.
Salimos volando hasta estar muy cerca del cazador y nos escondemos en unos arbustos.

-Adivina quién tiene una idea... Digo sonriente y le cuento a Dylan mi maléfico plan al que llamaré... "un susto de muerte".

El cazador observa por la mirilla de una escopeta, buscando otra presa aunque tiene una bolsa llena de conejos inhertes.
El que no caze solo para alimentarse me cabrea aún más, sobre todo porque me gustan mucho los conejos.

Deja el arma apoyada en un árbol y se acerca a una de sus muchas trampas para recojer una zanahoria del lugar donde debería haber ya una nueva víctima.

-Dos malditos días...ya debería haber llenado dos sacos. Grita indignado.

Saca un spray del bolsillo del pantalón y le rocía el aroma a la hortaliza, haciendo que el holor a zanahoria se esparza por el aire.
Se vuelve a agachar para dejarla de nuevo donde estaba, pero al soltarla se queda paralizado en esa posición, de cuclillas y observando las enormes patas peludas de Dylan en su forma canina. Poco a poco sube la cabeza y cuando, consigue mirar los ojos de la bestia, su cara muestra auténtico pánico y comienza a temblar, obligşndonos a escuchar el tintineo de sus dientes superiores chocando con los de abajo rápidamente.
Dylan comienza a gruñir y hace que su aliento impregne de vapor las gafas del cazador, empañando los cristales.
La víctima da un brinco hacia atrás y comienza a arrastrarse por el suelo, aún de espaldas como si fuese un crustáceo, sin quitarle la vista de encima a la bestia de casi dos metros de altura que camina hacia él con la misma lentitud mientras pasa su lengua por sus fauces, llenando de saliva todos sus enormes y afilados dientes.

-Lobo bonito...déjame vivir. Suplica y le alaga como si fuera a servirle de algo.

El cazador lleva su mano al árbol para intentar recuperar su arma, pero en ese momento decido entrar en acción y me abalanzo sobre Dylan, empujándolo a unos arbustos tan rápido que el hombre horrorizado solo logra ver de mi cuerpo una sombra.
Araño el cuerpo del lobo por muchos sitios, me baño en su sangre y me alboroto un poco el pelo.

-Hazte el muerto. Le susurro a mi bestia.

La víctima, curiosa pero temblando, se hacerca apuntando hacia donde estamos y cuando logra divisarme se queda paralizado.

-¿Qui...quién eres? Dice tartamudeando.

Obligo a mi cuerpo a cambiar de apariencia y abro mis enormes ojos, ya rojos, daleo la cabeza para verle de reojo.
Sus piernas apenas pueden sostenerse erguidas con tanto temblique y sonrió dejando ver mis blancos y exageradamente afilados colmillos, lo que hace que sus ojos se abran todavía más de lo que estaban con el lobo.

Mi cuerpo arde de diversión y maldad.
Me doy totalmente la vuelta y me posiciono frente a él, que me apunta con su escopeta, aunque no podría acertar ni a un elefante en este instante.
La sangre de mi cara resbala por mi piel y paso mi antebrazo por toda mi boca, como si quisiera limpiármela, creando una mancha todavía más grande de una mejilla a la otra y cuando mi mano llega al contorno derecho de mi cara la sacudo en el aire, salpicando la sangre excesiva hacia una zona del suelo, manchando algunas hojas de las abundantes plantas que hay a mi lado.
Doy un paso hacia él y este retrocede de la misma manera.
Daleo la cabeza. ¿Todavía piensa que puede escapar?
Comienzo a caminar de nuevo hacia su posición cada vez más rápido mientras él intenta huir despavorido, mirando a cada instante hacia atrás, comprobando que todavía no le voy a alcanzar.
Es tan descuidado al correr que no se da cuenta de que está corriendo en círculo y tropieza varias veces con ramas y troncos de árboles, hasta que pisa al lado de donde dejó la zanahoria y cae en su propia trampa.
La cuerda se tensa alrededor de su tobillo y lo eleva bruscamente en el aire, colocándolo boca abajo con los brazos a ambos lados de su cabeza y estirados en direcciónal suelo.
Yo corro muy rápido y doy un salto para agarrar con mis manos sus muñecas con fuerza, doblo mis rodillas y hago que la cuerda nos balancée como un columpio.
El humano no para de gritar asustado mientras yo río descaradamente de la diversión que me causa este individuo tan insignificante y cuando me suelto le sigo observando.
Doy varias vueltas a su alrededor mientras relamo mis sangrientos labios y cuando me detengo, levanto mis largas uñas por encima de su cabeza. Él llora, aprieta los ojos con fuerza y puedo oler como se está orinando de miedo, literalmente, es asqueroso.
Le coloco la zanahoria en la boca y corto la cuerda que le sostenía en el aire, dejándole caer bruscamente.

Cuando abre los ojos ya no me ve, y me busca desesperadamente pero solo dejo que escuche un eco escalofriante que hacemos entre Dylan y yo.

-No vuelvas. Le digo pero antes de terminar de hablar, mi lobo comienza a decir lo mismo que yo dije y antes de que él acabe, vuelvo a empezar a decir las mismas palabras, intercalando así nuestras voces para crear la ilusión de que hay más gente hablando de la que él esperaba.

Desde unos arbustos observamos como él recoge sus cosas más rápido de lo que puede y sale corriendo del prado, todavía con la hortaliza naranja entre sus labios y con la ropa empapada de sus propios orines.

-¡Cazador el último! Me grita Dylan y sale corriendo.

Yo hago lo mismo para llegar la primera a casa.
Si alguien nos viera manchados de sangre caminando de vuelta a casa...
Simplemente no molaría tener a la policía y fisgones intentando descubrir qué nos ha pasado.

Bienvenida Al InfiernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora