Capítulo 31

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Llego a casa y la recorro buscando a Dylan pero parece que no ha vuelto de trabajar.
¡Tengo una idea!
Le preparo un bizcocho de chocolate y me siento en la mesa a esperarle junto con Salem.
Sé que le encanta el chocolate y es una buena manera de calmar el ambiente antes de la charla que pienso mantener con él.

Ya han pasado dos largas horas y no aguanto más. La paciencia no es una de mis virtudes...
Voy al baño y me ducho.
Me encanta sentir como el agua resbala por mi cuerpo y lo recorre causándome un leve cosquilleo. Mi pelo largo y desenredado parece unirse formando la ilusión de una fina tela oscura y juego con él, metiendo mis dedos para peinarlo y haciendo ondulaciones.

Después de un rato salgo de la ducha me estrujo un poco el cabello para que no chorree mucha agua y me envuelvo en una toalla.
Abro la puerta del baño para subir a mi cuarto y coger el secador y mi ropa, pero me encuentro a Dylan en el pasillo que sostiene un pedazo de biscocho mordido en su mano.

-Gracias, está delicioso lilith. Me sonríe.

-Me alegro, pero tenemos que hablar de lo de esta mañana. El brillo de sus ojos se apaga y torna a una mirada de resignación.

-No pasa nada, lo que pasó ya está olvidado.

Y aquí estoy yo, con el pelo todavía mojado dejando caer gotas de agua al suelo donde estoy descalza y paralizada por no entender lo que me quiere decir.

-No quiero que lo olvides, ¿por qué piensas que te besé si no? Ahora es él quien está confundido.

-No sé...quizás lástima, pero... Le pego con la mano abierta en la cara.

-¿Lástima? Yo no beso por lástima. Ni siquiera sé exactamente que significa ese término.
Te besé porque cada vez que hablas me pierdo en tus labios y cuando me miras algo se presiona en mi pecho... No sé que es, pero desde luego no es lástima. Le grité furiosa.

Con paso decidido le rodeo, dándole un empujón en el hombro, y me dirijo a las escaleras y escucho sus pasos detrás de mí.
Antes de llegar a poner el pie en el primer escalón, me tira del antebrazo para girarme sobre mí misma y me pega contra su cuerpo. Besándome pasionalmente.

Su lengua juguetea con la mía. Paso mis manos por su cuello tirando levemente de su pelo negro.
El deja caer el trozo de bizcocho al suelo y pasa sus masnos por mi espalda, bajando por mi cintura y mi cadera, aferrándose a mi culo con fuerza.
Suelto un leve gemido y siento como su respiracion se acelera.
Meto mis manos por debajo de su camisa y acaricio su torso hasta llegar a su cuello para quitársela. Dylan levanta los brazos para facilitarme el trabajo y vuelve a colocar sus hábiles manos en mis muslos, subiendo muy despacio por ellos mientras arrastra a su paso la toalla hacia arriba y consigue erizar todos los vellos de mi piel.
Y entonces...suena el teléfono.
Dejo de besarle y le sonrío, como si yo misma luchara contra la parte de mí que no desea despegarse de él ni un segundo. ¡Maldito teléfono!
Acerco mis labios a los suyos, pero no llego a rozarlos porque desaparezco de su lado para volar hasta el teléfono y contesto.

-¿Si?

-Lilith, soy Damián.

-Hola, papá.

-Vamos a luchar contra los desterrados en África. Quiero que no te separes de Dylan y tengas los ojos bien abiertos. Bueno, lo primero puedo asegurárselo, me resultaría imposible.

-Teneis un plan ¿no? Se queda callado. Papá, ¿debo preocuparme?

-Te prometo que haré todo lo posible para volver.

-Te quiero, Damián. Le digo algo triste, no imagino un mundo sin él.

-Y yo a ti, pequeña. Cuelga.

Me niego a perder al único padre que he tenido, ya ha estado en otras guerras y está vivo. Debo confiar en él.
Dylan se acerca a donde yo estoy.

-Estará bien, princesa. Deberías ponerte a estudiar.

-Y tú deberías ponerte una camiseta para no distraerme. Le sonrío. Lamento lo del bizcocho.

-Tus besos dejan mejor sabor. Me dice y coje su camiseta, se la pone y se sienta a leer.

Yo me subo a mi cuarto a vestirme y secarme el pelo. Luego cojo mis libros para estudiar química, pero no dejo de pensar en Damián.

Si solo pudiera convencerlos a todos de que se dejaran matar, con solo paralizarlos les daría la victoria asegurada a Caleb y Darcof, y la "vida" de mi padre no peligraría.
Un momento...¿paralizarlos?
¡Demonios! Ya lo tengo.

Bajo corriendo las escaleras, cojo el teléfono fijo y marco el número de la mansión, y luego a Damián, pero siempre sale el contestador.

-El teléfono al que ha llamado se encuentra apagado o fuera de... Cuelgo.

¿Se habrán ido ya o solo están demasiado ocupados para contestar...?
¡Maldito Jhon! Se supone que su trabajo es coger el teléfono, es muy simple.

-Lilith, ¿qué haces? Me sorprende Dylan.

-Tenemos que ir a Washington, sé como acabar con los rebeldes.

-Es muy peligroso, princesa. Me advierte.

Odio que me traten como a una enana solo porque ellos tienen cientos de años más.
-Dylan, no contestan al teléfono. Confía en mi, por favor. Le suplico y él solo asiente.

Cierro todas las ventanas y limpio la caja de arena del peludo, dejándole comida de sobra en su cuenco.

Ya se ha hecho de noche. El lobo y yo corremos sin descanso por la oscuridad de la noche.

Solo espero que sigan en la mansión todavia...

Bienvenida Al InfiernoOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz