Capítulo 52

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Entre las sombras sale un joven y atractivo chico con ojos negros, nada blanco hay en ellos. Su pelo también es negro y tiene una escasa barba que le hace parecer más adulto.

-Puedes estar seguro de ello, pero esta será la última que me arrebatas con tus trucos. Satanás me lanza una última mirada y luego desaparece murmurando maldiciones hacia su descendiente.

Mi, por lo visto, nuevo dueño comienza a reirse como si le fuera a dar un ataque y se fuera a morir de risa ahí mismo. Al rato solo se queda en una sonrisa contenida y se quita del ojo derecho una lágrima por todo el esfuerzo.

-Quinientas chicas contigo.

-Tenía entendido que el diablo era muy sabio por su edad. Le digo intentando parecer seria.

-Un viejo que ya chochea, eso es mi padre.  Dice con una mueca de odio.

-¿Tú también quieres que sea una de tus esposas? Se acerca a mi hasta que nuestras narizes se rozan.

-¿Eso te gustaría? Me susurra relamiéndose los labios.

-Para nada, yo ya estoy casada. Levanto mi mano izquierda y muevo mis dedo anillado delante de su cara, orgullosa.

-Bueno, puedes estar tranquila preciosa, no me atraen las chicas. Me guiña un ojo y se sienta en su cama.

-¿Para qué me quieres entonces? Pregunto curiosa.

-Me gusta molestar a mi padre, el enemigo de mi enemigo es mi amigo, y he oído que tu padre es un fiel amigo del mío. Me siento a su lado.

-¿Podrías aclararme lo de mi padre?

-¿No lo sabes? Abre los negros ojos como platos y ebtonces me contó una triste historia, me lo contó todo.

Un rey hace ya demasiado tiempo estaba casado y con una hija pequeña.
En el año 463, un gran conquistador, concretamente Atila el Huno, llegó hasta Rumanía y amenazaba con entrar en el castillo en el que se encontraba la familia.
Tras tres días de intensas batallas el castillo cedió y la masacre comenzó: los hombres eran mutilados, las niñas se utilizaban como exclavas y a las mujeres las violaban.
Ante tanta masacre y violencia, el rey hizo un pacto con el diablo en una de las torres para proteger a su familia.
Cuando llego a la habitación de su esposa, ella yacía semidesnuda y agonizando en la cama. Al otro lado de la alcoba, el que se hacia llamar el gran Atila intentaba sacar a la niña de diez años de debajo de una mesa, la cuál intentaba defenderse con un abrecartas mientras no paraba de llorar por haber presenciado tan cruel acto sobre su madre.
El rey acabó con el intruso y mató en un día a los miles de Hunos que habían osado entrar en sus territorios. Después hechó a todo ser vivo de allí ya fuera herido, criado o familiar, y se encerró con su hija a la que no tardó en morder para no tener que sufrir su perdida.
Cuando el diablo volvió, le exigió el pago del contrato. Y aquí entro yo.
La inmortabilidad y los poderes se le concedieron a cambio de que engendrara una hija con una humana para ser la futura esposa de Satanás.
Por lo visto, ese hombre violó a mi madre y luego la convenció de que había estado con su novio.
El rey fue atado hasta que yo llegara a las manos del demonio.

-¿Cómo se llama mi padre? Le insisto.

-Cuando te lo diga te vas a reir.

-Dímelo.

-Vladimir Drácula.

¿Drácula? Un personaje real.
Alguien en quién nunca se me había ocurrido pensar.
-¿Sabes algo más de él? Si lo que me está contando este ser es cierto debo de saber toda la historia, él es el inicio de los vampiros.

-Lo lamento. Levanta las manos a modo de inocencia. Ahí acaba mi información.

-Gracias. Ahora déjame volver a mi mundo. Me levanto de la cama.

-¿A cambio de qué? Se pasa la mano por su barbilla.

-No pensaba darte nada. Le sonrío y él empieza a reirse.

-Te juro que me caes genial. Hace que aparezca un pergamino y una pluma sobre la mesa.

-Léelo, firma y serás libre de nuevo.

Comienzo a leer. El contrato ponía que renunciaría a ser mi dueño y responsable solo si conseguía matar a Vladimir Drácula antes del plazo de un mes.
Sin dudarlo un segundo cojí la negra pluma del tintero y firmé.

-¿Quieres un consejo? El bolígrafo es más moderno y limpio. Los dos nos reímos.

-Si consigues tu objetivo te consideraré una gran aliada.

El chico abre un portal, pero a diferencia del rojo de su padre, es de un color verdoso y me acerco al agujero para atravesarlo.

-Por cierto, mi nombre es Lucifer. Añade.

-Ha sido un placer.

De un salto, paso por la mancha circular y caigo, esta vez de pié, en medio de una calle.

-¡¡Lilith!! Dice mi lobo al verme.

Suelta el dañado cuello de Damián, que cae al suelo malherido, y viene volando hacia mí.
Comienza a tocarme para asegurarse que estoy allí y luego me abraza.
Yo le sonrío y paso las manos por su cabello para acariciarlo y olerlo.
Dylan tiene unas grandes ojeras causadas por mi ausencia.

-¿Me has hechado de menos? Bromeo.

-Han sido los siete peores días de mi vida.

-¿¿Siete?? Grito con cara de sorpresa.

Parece que el tiempo pasa más rápido en el infierno. Seguro que fue cuando Satanás me dejó sola y estuve buscando una salida.

Paso mi mirada hacia mi falso padre, que poco a poco se levanta.

-¿Qué ha pasado?

-Me ha contado una estúpida historia y me dijo que volverías pero me cansé de esperar hace horas.

-Vamos, tengo que hacer algo. Cojo a Dylan de la mano y caminamos hacia la puerta.

-Lilith, espera. Me suplica Damián.

-No te mataré por el gran aprecio que te tuve cuando hacías de padre, aunque solo fuera una farsa, pero yo que tú me quedaba aquí como nuevo anciano. En poco tiempo tu amo estará muerto. Me doy la vuelta y llego a un hotel.

-Vamos a dormir y a descansar dos días. Informo a Dylan.

-¿Y luego?

-Luego...sonrió malvada. Correrá la sangre.

Bienvenida Al InfiernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora