Capítulo 23

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Llego a casa y me encuentro a Dylan abriendo la puerta y caminando hacia mí, que todavía estoy cerrando la valla. Me coge por los hombros y me observa con el ceño fruncido.

-¿Estás bien?

-Si.

-¿Has venido sola? ¿Por qué no te ha acompañado el imbécil? Me interroga, parece preocupado.

-He venido sola. Pero tranquilo, no tendrás que ver más a Daimon, me ha dejado.

Él cambia la expresión de su rostro, yo solo bajo mi mirada vacía. No quiero que sienta lástima por mí.

-Lo siento, yo solo...estaba preocupado porque no llegabas.

Ahora me doy cuenta, son las diez de la mañana, he pasado toda la noche y el día de ayer fuera, sola. Realmente lamento haberle preocupado. Dylan siempre se preocupa por mi seguridad.
Le abrazo fuerte y él me corresponde.

-No quería preocuparte. Gracias por ser como eres. Le susurro al oído.

Entramos en la casa y nos sentamos en el salón.
Me acabo de acordar del regalo que le compre. Voy a por mi mochila, saco el libro y se lo doy con una sonrisa.
-Voy a enseñarte yo, ¿te parece?

Él pone cara de resignación y acepta sin ponerme contras.
-Olle, ¿qué apellidos te han puesto? Me intenta animar.

Con tantas cosas que han pasado se me había olvidado. Saco el carnet del bolsillo y lo miro.
-¡Prepárate! Soy Lilith Hall. Como la espía.

Era muy hermosa y coja, por eso nadie esperaba mucho de ella y sin embargo está en busca y captura por sus grandes misiones. Me identifico con ella, yo parezco una chica normal pero no solo soy vampiro sino que puedo convencer a otros como yo.

-Me gusta. Es...original. Yo soy... Saca su dni. Dylan Woolf.

-Vaya que discretos, ponen "lobo" en tu mombre.

-Es tan escandaloso que resulta discreto. Se ríe.

Se acerca a la maleta y coge una película.
-Ayer compre una saga entera para ti, creo que te gustará.

Abro la caja, "los juegos del hambre", se ve interesante.

-¡Tenemos un problema! Le sonrío y levanto una ceja.

-Si, bueno. He pensado que podríamos ir hoy a por los muebles, comida para mí y Salem y...a divertirnos un poco princesa.

-Ponte una camisa fiera, nos vamos de compras. Le digo y subo yo también a ponerme un vestido corto ceñido en la cintura y con volantes. Tiene un escote de corazón y es de color rosa pálido con dibujos de rosas de colores.
No pienso estar triste ni un segundo más.
Me acerco a Salem que acaba de despertar.
-No salgas de casa peludito mío.

Bajo con Dylan, cojo las llaves y salimos cerrando bien la puerta.

Solo me he puesto un poco de base, un labial rosa claro y he contorneado mis ojos.
Me he puesto unas convers negras, odio los tacones. ¿Por qué sufrir cuando puedes ir muy guapa y cómoda con zapatos planos?

Llegamos a unos almacenes de muebles y empezamos a ojear.
En total hemos comprado tres cómodas, tres estanterías, un televisor, tres armarios, tres camas de matrimonio, una mesa para seis personas con sillas a juego, tres escritorios y mesitas de noche, muchos cojines, todo para la cocina,...
Me encanta pasar tiempo con Dylan, hace que el tiempo pase lento y me olvido de lo demás.
Luego vamos a un supermercado y seguimos comprando.

Llegamos a casa y lo único que traemos son un par de dulces y un filete de carne para Salem.

La compra nos la traen mañana por la noche. Esto de comprar para llevar es muy cómodo.

Salem se come su filete mientras Dylan le mira con envidia, no come filete porque no hay sartén para hacérselo, al peludo no le importa comérselo crudo.

Abro las latas de pintura y empiezo a mezclar colores.
Hemos decidido empezar por la planta de abajo.
Pintamos la cocina de verde, el baño azul y cuando llegamos al salón, no nos decidimos.

-Una pared de cada color. Es su tercera idea y no me decido.

-Bueno, ¿dónde te encuentras mejor? Le pregunto.

Y entonces se me ocurre.
Pintamos una pared negra y dibujo una gran círculo y empiezo a hacer las sombras y las estrellas detrás.
En otras dos, Dylan ha dibujado árboles, arbustos y algún búho.

En la última pared dejo a Dylan que dibuje, dice que será una sorpresa.
Yo voy arriba a pintar nuestros cuartos de beige, los muebles grises harán un buen contraste. He terminado la parte de arriba y todavía no ha subido ese lobito.
Bajo y me lo tropiezo en la escalera.

-He terminado, princesa. Te va a encantar. Me sonrie y cuando llegamos abajo me tapa los ojos.

Camino a tientas por la casa solo siento el suelo que piso y a Dylan detrás mía guiándome.
Me encantan las sorpresas.
De repente me libera de la oscuridad de sus manos y me encuentro frente a aquel precioso mural que había pintado para mí.
La pared era ahora la cascada donde yo me ducho. Bajo la cascada se veía una silueta de una mujer de espaldas con el pelo por la cintura.
Era yo, y en la orilla ha dibujado ropa en una rama y Salem y un lobo están sentados al lado.
Alrededor hay luciérnagas.
Realmente dibuja genial, me encanta.

-Si no te gusta lo puedo tapar con otro color...

-¡No! Me giro para mirarle. Es lo más bonito que he visto nunca. Le digo con una super sonrisa, la mejor que sé poner.

Él se sonroja un poco y veo orgullo en su mirada. Escucho su corazón, es como la banda sonora de todo el momento que ha englobado la sorpresa. Adoro a este chico.

Hemos acabado pero nos sobra pintura y se me ha ocurrido una super idea. Empezamos pintando toda la escalera y la pared de ella hasta arriba de colorines, estiro el rosa, cojo amarillo y lo estiro, ahora el verde, y así hasta comseguir una pared y escalera aparchadas de muchos colores.

Por la mañana ya está todo seco y coloco a Salem en la escalera pegado a la pared, con un color dibujo su silueta con una brocha gorda, después lo aparto y pinto lo de dentro de ese color.
Unos escalones más arriba hago lo mismo con otro color y con Dylan.
Luego Dylan lo hace conmigo y así lo repetimos con diferentes posturas hasta llegar arriba.
Luego nos manchamos las manos y los pies descalzos de pintura y bajamos las escaleras a cuatro patas de espaldas, dejando las marcas de forma desigual en los escalones.

Ya hemos acabado y salimos afuera al patio que tiene una manguera.
Dylan se está limpiamdo los pies, yo cojo un poco del resto de pintura rosa y me pinto los labios para plantarle un beso en la mejilla.
Él se mancha las manos y me las planta en la cara.
Y así comienza la gran batalla de pintura. El rosa, el morado y el naranja están de mi lado. Él ha conseguido el rojo, el azul y el beige.
Estamos enbadurnados en potingue de arcoíris y ya no me queda nada para defenderme, él tiene un cubo de rojo todavía.
La única solución posible fue correr hacia él para abrazarlo y que no se pintara el mismo pero, para mi sorpresa, levanta el cubo por encima de nuestras cabezas y...lo vuelca.
-¡Ahh! ¿Te has traicionado a ti mismo? Le grito.

-Soy despiadado con el enemigo, waajajaja. (risa malvada).

De repente pasa una anciana y nos mira por encima de la valla, pone cara de susto y empieza a caminar más rápido.
Obviamente nos empezamos a reir sin control.
Nos ha costado trabajo pero hemos conseguido quitarnos toda la pintura del cuerpo y ahora tenemos que prepararnos para cuando lleguen las cosas.
Va a quedar perfecto.

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