Capítulo 34

2.3K 259 6
                                    

Yo entro primera en casa.

-Por favor, ya te he pedido perdón veinte veces. No volveré a ahorcar al gato. Me suplica Dylan.

Le miro de reojo e intento ahogar mi risa, pero es en vano.
-Olle, si no estás enfadada, ¿por qué demonios me regañas? Me dice ya cansado.

-Porque me gusta verte suplicándome con esa carita de perro abandonado que pones. Me hecho a reir.

-¿Ahh, si? Se acerca velozmente hasta mí y comienza a besarme.
Se deshace hábilmente de mi ropa con dos tirones, rasgándola y dejándola por el suelo.
¡Demonios! es tan...ardiente.
Coloca sus manos en mis caderas y me empuja contra la pared, quedando atrapada estre sus brazos. Me muerde la mejilla y...se aleja de mí.

-¿Me vas a dejar así? Le digo con incredulidad y enfado.

Él se da la vuelta mostrándome una media sonrisa malvada.
-Suplícame que no lo haga, princesa.

-Ni lo sueñes. Le sonrío orgullosa y subo las escaleras para tumbarme en mi cama.

¡Maldito lobo! Algún día lo mataré por cosas como estas.
Miro la hora: las seis de la tarde. Es muy pronto, estudiaré a las nueve.

Estoy mirando al techo, todavía alterada, cuando entra a mi cuarto Dylan pero ni siquiera me molesto en mirarle.
Cruzo los brazos a modo de escudo y espero a que me pida perdón, pero en vez de eso se sienta a mi lado y comienza a acariciarme, desde los pies hasta la cabeza. Pasando por mis muslos, mi vientre, mi brazo y al llegar al cuello acerca también sus labios y me besa en distintas zonas, dejando un recorrido de besos húmedos que me obligan a cerrar los ojos por el placer.

Intento parecer estática y ser fuerte pero mi cuerpo va cediendo poco a poco a sus suaves besos y caricias que hacen contacto con mi suave piel una y otra vez, provocando que se me erizen todos los vellos del cuerpo.
¡Demonios! Se siente tan bien que es insoportable intentar evitar no sentir nada.
No aguanto más y simplemente me dejo llevar.
Agarro con fuerza su camiseta y le atraigo hasta mí, sin dejar espacio alguno que nos separe.
Él se coloca encima de mí pero yo lo empujo hacia un lado y en segundos estoy a horcajadas de él.
Le quito con agilidad la camiseta y comienzo a besar su desnudo y moldeado torso mientras él se aferra con fuerza a mi culo.

Cinco minutos más tarde nos hemos desprendido de toda la ropa que llevábamos y vuelvo a estar debajo.
Enredo mis piernas en su cuerpo y antes de invadir mi interior se detiene y me susurra al oído:
-Suplícame. Su voz es tan sensual y yo estoy tan ansiosa, tan necesitada de él.

-Dylan...suelto entre gemidos por sus mordiscos en mi cuello y sus caricias en mi intimidad.

Dilo! Me ordena.

-Por favor. Le suplico y él comienza a entrar repetitivamente a un ritmo que me hace jadear de placer mientras sigue llenándome de besos y caricias.
Puedo sentir su corazón, latiendo a gran velocidad.
Llevo mis manos a su espalda, él me agarra fuerte y yo le araño levemente cuando alcanzamos el clímax a la vez.

Nos quedamos así un rato, abrazados. Mientras el reparte besos por cada milímetro de mi rostro yo sonrió como una tonta, notando como la agitada respiración de Dylan vuelve lentamente a la normalidad.

Me siento como una niña pequeña cuando le regalan el juguete o la golosina que llevaba pidiendo mucho tiempo.

De repente mi hombre lobo levanta la cabeza serio y me mira.
-Lilith vístete. ¡Rápido! Me dice levantándose y recogiendo la ropa desperdigada por la habitación.

Presto atención y escucho a cinco vampiros que se acercan a gran velocidad hacia aquí. Me visto corriendo y busco a Salem.

-No salgas hasta que no se oiga nada peludito. Te prometo que volveré a por ti. Le digo mientras lo escondo en mi armario y le lleno el cuenco de la comida.

Sigo a Dylan hasta la salida y cuando llegamos al jardín se presentan frente a nosotros los cinco intrusos.
Dylan se posiciona delante de mí, protegiéndome.

-Así que tú eres la pequeña Lilith. Dice uno de ellos dando un paso al frente. Parece ser el líder.

-Ten cuidado, no soy tan pequeña. Le advierto y todos se ríen.

Van vestidos con gabardinas oscuras y botas de montaña.

-Esto es lo que haremos: os llevaremos con nosotros y seréis prisioneros hasta que os matemos. Se cree muy superior.

-Me estás cabreando mucho. Vuelo hasta él pero antes de llegar me hecha un polvo amarillo a la cara que hace que me paralize poco a poco.

-¿Cómo te sientes al probar tu propia medicina? Me pregunta el imbécil.

A Dylan le hacen lo mismo cuando intenta defenderme y lo veo caer al suelo, dormido, hasta que se me cierran los párpados.

Nos cargan como sacos de patatas y nos llevan volando lejos, demasiado lejos...

Bienvenida Al InfiernoWo Geschichten leben. Entdecke jetzt