Capítulo 37

2.6K 257 6
                                    

Abro los ojos y veo el hermoso rostro de Dylan.
Me lleva a casa entre las calles de lo que estoy casi segura que es Ontario.

-Buenos días, princesa. Me saluda con una gran sonrisa, pero puedo ver unas intensas ojeras bajo sus ojos por no haberse separado de mí y haber pasado toda la noche andando hasta casa.

Yo le devuelvo la sonrisa y paso mis manos alrededor de su cuello, aferrandome con fuerza.

Al cabo de unos diez minutos llegamos a nuestro hogar temporal y tras abrir la puerta, Dylan me baja con cuidado.

-¡Salem! Hemos vuelto. Subo las escaleras volando y encuentro al peludo en mi cama.

Lo cojo en brazos y le beso, realmente odio dejarlo solo, le extraño demasiado.

-Dame la ropa y te duchas antes de tocar nada. Me advierte Dylan.

-¿Por qué no te duchas conmigo? Podría resbalarme en la ducha... Le sugiero con picardía mientras observo su reacción de reojo.

Él se pasa la mano por la cara y la deja en su barbilla.
-¿Qué voy a hacer contigo...?

Nos quitamos la ropa y la metemos en un cubo con agua caliente y detergente para que salga la sangre seca. Entramos en la ducha y abrimos el grifo.
El agua caliente cae sobre nuestros cuerpos, relajando cada músculo.
Mi lobo se divierte lavándome el pelo, mientras yo disfruto del masaje de sus dedos sobre mi cabeza.
Cuando acabamos nos secamos y nos tumbamos sobre la cama. Yo apoyo mi cabeza en su pecho a modo de almohada y él pasa su mano por mi brazo, acariciándome constantemente del hombro a la mano.
Yo alzo la mirada hacia su rostro y acaricio su sedoso y negro pelo.
Siento una tranquilidad a su lado que antes no sentía. Simplemente confío en él, sé que nunca permitiría que me pasara nada ni que nos separásemos.

-¿Qué te pasa? Me distrae de mis pensamientos.

-Estaba pensando en lo que paso...yo...por primera vez tuve miedo Dylan. Él abre los ojos sorprendido.

-Te daba miedo morir ¿ehh? Dice sonriendo y yo le pongo los ojos en blanco.

-No digas tonterías ¡idiota! Agacho la cabeza. Tenía miedo de que tú murieras. Ahora se pone serio.

-Te prometo que no moriré. Me agarra de la barbilla y me obliga a mirarle a los ojos.

Me encanta cuando se pone romántico. Me acerco a sus labios para besarle pero antes de llegar a tocarlos, le empujo haciéndole que caiga de la cama.

-Si mueres, iré a buscarte al mismísimo infierno. Le amenazo sonriente.

No pienso dejar que se libre de mi tan fácilmente.

-Mejor no me busques, allí por lo menos nadie me hechará de mi propia cama... Nos hechamos a reir hasta que suenan nuestras tripas.

¡Demonios! Tengo tanta hambre.
Corremos hasta la cocina empujándonos por llegar antes que el otro, sacamos un paquete de galletas Chips Ahoy y nos preparamos un gran tazón de Colacao calentito.
Ahora tengo que probar muchas comidas para saber qué me gusta y qué no.
Creo que somos medio inmortales, pero la vacuna nos afecto de distinta forma porque Dylan ya era medio mortal antes. Solo tenemos que averiguar nuestra nueva situación y entrenar los siguientes días.

Hoy no asistiremos a clase ni al trabajo. Necesitábamos un descanso de todos los cambios de ayer.
Me acuesto en mi cama y cierro los ojos.

Un ruido extraño me hace abrirlos de nuevo.
Hay una niña rubia en mi puerta, mirándome con sus grandes ojos claros. Me sonríe de una forma que me eriza la piel como advertencia de algún tipo de peligro.
Ella se retira de la entrada y se pierde en el pasillo.
Me levanto de la cama rápido y sigo a la intrusa. ¿Cómo ha entrado sin que nos hayamos enterado? Quizás estemos demasiado cansados para estar alerta.
Se dirige al cuarto de Dylan.

-¿Quién eres? Pongo mi mano en su hombro pero lo atravieso como si ella solo fuera humo, ¿un fantasma?

Su risa por mi actuación poco exitosa retumba en la casa.
Se acerca a la cama de Dylan, que duerme plácidamente.
Yo intento seguirla, pero por mucho que intento atravesar la entrada al cuarto choco contra una especie de barrera invisible. ¿Qué demonios pasa?

-¡Dylan, despierta! Le grito ante mi impotencia para defenderlo.

No me escucha. Busco rápidamente alguna solución para entrar y me voy hacia una pared para intentar romperla.
Golpeo una y otra vez, con todas mis fuerzas, pero ni siquiera logro hacer una marca en la pintura.
Vuelvo rápido a la puerta.
La niña saca sus afiladas garras, dejando ver su poca humanidad, y tras sonreirme enseñando sus blancos colmillos, levanta el brazo sobre el cuerpo de mi lobo.
Yo paso las manos por mis rostro aterrada y me las llevo a la cabeza. ¿Cómo es posible que no pueda hacer nada?
-¡¡¡Dylaan!!! Le grito pero parece ajeno a lo que sucede a su alrededor, quizás por su profundo sueño causado por cuidar de mí.

Mis latidos son tan rápidos que parece un pitido continuó y mi respiración se para en seco, desesperada, cuando abro los ojos aterrada por lo que esa maldita mocosa se dispone a hacer.
Baja su mano rápidamente, corta el cuello de mi hombre lobo y termina bajando hasta atravesar el colchón y el somier.
La sangre sale excesivamente del cuerpo sin vida de Dylan y su cabeza cae de la cama y rueda hasta la puerta donde yo me encuentro.
Me quedo paralizada, esperando que solo fuera una ilusión de mi estúpida mente, pero entonces mis ojos se transforman en cascadas saladas, llorando como nunca nadie lo había hecho.
Mis piernas me están fallando y caigo al suelo de rodillas.
A cuatro patas consigo arrastrarme hasta el rostro inmóvil de Dylan y cuando consigo rozar con las yemas de mis dedos su pelo, mi pena se vuelve insoportable y estallo en gritos, lamentos y maldiciones del dolor que estaba soportando.
Ya no escucho su rítmico corazón, su dulce sonrisa, ya no me mira con esos ojos color miel que esperan mi mirada de cariño, ahora yace sin vida y mi vida se va con él.

"Tu destino es estar sola" Escuché un eco en la oscuridad de la casa.
Esa maldita voz que aparece por segunda vez en mi cabeza se divierte a costa de mi tristeza. El rencor y la ira invaden mi cuerpo.

-¡Mi destido es acabar con tu maldita existencia! Le grito a la nada y uso toda mi pena para convertirla en odio y desprecio hacia esa estúpida voz masculina y ronca, que se cree con derecho a mandarme, y a esa maldita bastarda.
La sangre me ardía y los ojos se me llenaban de ese líquido hirviendo, transformando el color de mi iris en rojo carmesí, como el que usaba la puta barata de mi tía.
Me giro hacia la cama del lobo donde se encontraba ella, pero ya no está.

-Lilith, estoy aquí. Bajo mi mirada asustada hacia la cabeza de Dylan que repite mi nombre aún con los ojos cerrados mientras yo me tapo la boca horrorizada.

Algo me empuja bruscamente contra la pared del pasillo.
No entiendo nada.
Otro empujón me deja caer al suelo.
Alguna extraña fuerza me zamarrea como si fuera un títere hasta que me tira por las escaleras y todo se vuelve negro.

-Mírame, princesa. Me grita Lilith.

Su voz suena distorcionada.
Abro los ojos sobresaltada y me pongo de pie en mi cama, dando manotazos a todos lados. Mi cuerpo está a la defensiva y mi cara empapada de lágrimas ya resecas con los ojos rojos todavía.
Dylan me agarra con fuerza, como puede, intentando inmovilizarme.

-¡Lilith, Lilith! Estoy aquí. Mírame, no hay nadie más. Me intenta calmar.

Yo busco con mis cinco sentidos a la niña en los alrededores, pero no hay nadie.
Miro los ojos marrones de mi lobo con incredulidad y palpo su cara, pegada todavía a su cuerpo.

-Fue...una pesadilla. Digo soltando un suspiro, aliviada mientras abrazo a Dylan y cierro los ojos, satisfecha de que lo ocurrido fuera falso.
Mi sangre vuelve poco a poco a su temperatura, volviendo mis ojos a mi color natural.

-Parecía tan...real. Tú...

-Ya pasó, Lilith. Me interrumpe.

-¡Quédate conmigo! Le suplico y él el me sonríe.

Me acuesto pegada a la pared, en posición fetal, y él se acuesta detrás mía, encajando con mi cuerpo de la misma manera y pasando su brazo por mi cuerpo para entrelazar nuestros dedos de la mano izquierda.

Nuestras respiraciones y latidos parecen ir a la par, relajados, hasta que me pierdo en mis sueños...

Bienvenida Al InfiernoWhere stories live. Discover now