3. Celoso

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C H A S E

El sonido de los pájaros cantando sonaban detrás de mi ventana, los rayos del sol dándome directamente en el rostro gracias a tener las cortinas azules completamente abiertos. Mi alarma empezó a sonar desesperadamente, a lo que, con un ojo abierto y otro cerrado, estiré la mano derecha para cerrarla sin pensarlo mucho. Bostecé y me cubrí hasta la cabeza con mi manta cuando los rayos del sol me daban en el rostro.

—¡Despierta! —gritaron las dos mejores amigas.

Sin querer, el grito me había asustado tanto que estaba en el suelo. Abrí ambos ojos horrorizado cuando dos cabezas se asomaron por la cama, mirándome con sus ojos llenos de arrepentimiento mezclado con diversión.

—¡Dioses! ¿Estás bien? —preguntó Jade, sus mejillas habiendo adquirido un color rojo carmesí.

—Qué amable —comenté, enojado.

No pude seguir con mi rostro lleno de ira ya que ambas hicieron un puchero pidiendo disculpas entre muecas, haciéndome carcajear. Ambas se lanzaron encima de mí, robándome un sonido de dolor entre sus risas. Los tres nos encontrábamos en el suelo riéndonos de lo tonto que era la situación.

Mi hermana melliza depositó un beso en mi mejilla, rodeándome con sus brazos y acomodando su cabeza en mi pecho, a lo que mi brazo izquierdo rodeó su cuerpo, acercándola más a mí. Deposité un beso en su cien, girando el rostro para poder apreciar los ojos cafés de mi mejor amiga.

—¡Los tres vamos a vivir juntos! —comentó llena de emoción —. Nos vamos a ver todos los días.

—Jade, nos vemos todos los días —repliqué, provocando carcajadas de su parte.

Me levanté del suelo y les pedí que se fueran de la habitación para poder cambiarme. Me puse mis pantalones negros de mezclilla negros con rasgados en mis rodillas, con una camiseta del mismo color debajo de mi chaqueta negra y blanca de mi antiguo equipo de fútbol americano, por último, colocando mis zapatos. Me puse el sombrero negro y coloqué mis anillos plateados en mis dedos, mirándome en el espejo.

Empecé a terminar de alistar mi mochila, tratando de asegurarme que no olvidase nada en lo absoluto. Las demás maletas ya habían sido puestas en la maletera de mi camioneta. Bajé a tomar desayuno rápidamente y fruncí el ceño al no ver rastro alguno de las dos cómplices. Terminé de hacer mis necesidades en el baño y tomé la mochila colgándomela en el hombro derecho, para luego bajar hacia la sala y tomar las llaves de mi auto.

—¡Chase Sebastian! Vas a llegar tarde si continúas así —dijo mi madre, entregándome mi móvil.

—Mamá —le reproché.

Sebastian, sin acento en la última «a». Mi segundo nombre provenía del padre de mi padre, mi abuelo, quien era el hombre más divertido que había conocido alguna vez en toda mi vida. Los ancianos y sus historias al lado de una fogata con chocolate caliente, era la mejor de mis fines de semanas cuando íbamos a la finca de mi familia.

—Estoy tan orgullosa de ti, mi vida —me comentó mi madre, rodeándome efusivamente con sus brazos.

«¡Mamá! —pensé —. Me estás avergonzando».

—Lo estamos —agregó mi padre, colocando una mano sobre mi hombro —. Llámanos cuando tengas la oportunidad.

Me senté en el asiento de piloto y aseguré mi cinturón de seguridad. Solté un grito cuando las dos mejores amigas salieron desde atrás, dándome el susto de toda mi vida entera. Las maldije en voz alta, ganándome sus carcajadas enteras. Rodé los ojos y después de despedirnos de mis padres una vez más, empecé a manejar hacia la casa de Brandon, lugar en el cual se encontraban todos mis amigos.

Enamorado de mi Mejor Amiga ©Where stories live. Discover now